Filosofía (pos)moderna y educación Desafíos para el siglo XXIAutor: Felipe Nicolás Mujica Johnson Editorial Forja General Bari N° 234, Providencia, Santiago-Chile. Fonos: 56-224153230, 56-224153208. www.editorialforja.cl info@editorialforja.clEdición electrónica: Sergio Cruz Primera edición: marzo, 2022. Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados.
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Registro de Propiedad Intelectual: N°2021-A-10630
ISBN: Nº 978-956-338-553-3
eISBN: Nº 978-956-338-554-0
A todas esas personas que aman la educación.
A mi apreciada familia.
Esta obra pretende ser un aporte a la filosofía de la educación, la cual, en general, suele ser menos desarrollada en términos teóricos que las ciencias particulares de la educación. Además, está escrita por una persona que se ha formado profesionalmente en pedagogía y ha vivenciado el quehacer docente a nivel escolar y universitario, de modo que sus interpretaciones suelen estar compuestas por un contenido práctico-experiencial y no solamente de corte teórico-abstracto-intelectual. También se apreciará una menor discusión orientada a la esencia de la educación y más orientada a la influencia de la filosofía en la educación. En este sentido, tiene un fuerte acento epistemológico que es sometido a diferentes discusiones contextuales, sobre todo, referidas al sistema educativo chileno. Por ello, en este trabajo no hubo una intención de definir o discutir conceptos y/o ideas en términos exhaustivos, sino que de discutir situaciones y contextos de corte educativo desde una mirada filosófica. Es una obra cargada de ejemplificaciones que pretenden ayudar a condensar ideas complejas y de gran alcance metacognitivo. Sobre la base de lo expuesto anteriormente, considero que esta obra puede ser una importante semilla que permita en el futuro cosechar un profundo pensamiento crítico sobre la educación escolar formal.
La educación es una de las actividades más extraordinarias que se pueden encontrar en las diferentes culturas humanas. Diría que es una de las maravillas culturales del mundo. Y, por cierto, es una actividad que ha existido siempre, pues, como bien explica el filósofo español Fernando Savater (1997), el ser humano tiende naturalmente al aprendizaje. En este sentido, hemos de entender que la educación o la pedagogía siempre ha existido en la historia de la humanidad. Una pedagogía que, además, no se reduce a las instituciones o estructuras sociales especializadas en la educación, como el caso de academias, liceos, colegios o universidades. De hecho, que la educación se encuentre presente en todas las relaciones humanas, pasando por las relaciones familiares, laborales, recreativas entre amistades, etc., es una de las premisas importantes de este libro. Aunque si miramos el mundo desde una mirada crítica, tal vez podríamos poner en duda que se encuentre presente en los lugares que se denominan educativos como los antes mencionados, pues por mucho tiempo ese tipo de establecimientos se ha dedicado a frustrar los deseos pedagógicos de las personas. Esto último se encuentra muy bien graficado en uno de los documentales que me inspira a redactar esta obra. Me refiero al documental argentino La educación prohibida , que fue dirigido por Germain Doin y estrenado el año 2012. Dicho sea de paso, recomiendo que lo vean, sobre todo, porque existen muchas facilidades para ello en internet.
La primera vez que yo lo vi fue en una fecha cercana a su estreno, que coincidió con la revolución estudiantil que se desarrolló en Chile el año 2011 y en la cual tuve el privilegio de participar. En ese entonces, me encontraba en mi cuarto año de estudiante de Pedagogía en Educación Física, en la Universidad de Playa Ancha, una casa de estudios reconocida por su carácter activo en las luchas sociales. Aquella experiencia me ayudó a potenciar mi pensamiento crítico y reflexivo en torno a la educación chilena, asociado tanto a la educación escolar y universitaria, como a la educación en Chile y el mundo. Este 2021 he vuelto a ver un fragmento importante del documental, una adaptación presentada para el contexto chileno, y me ha conmovido de sobremanera, pues, con mayor conocimiento sobre el tema, pude darme cuenta con mayor claridad del sufrimiento que se produce en los entornos escolares.
Quien redacta este libro es actualmente un docente e investigador de Educación Superior en la Universidad, pero déjenme contarles un poco de mi tragedia escolar. Desde prekinder fui un estudiante relativamente rebelde y lo sé porque recuerdo desde esa época los múltiples castigos a los que me sometieron por mi indisciplina. Debo reconocer que algunos sí tenían un buen fundamento, sobre todos los relacionados a la violencia escolar, pero otros no tenían fundamento, como los que respondían al deseo de estandarización de la personalidad. En la enseñanza media recuerdo que estuve buena parte con el estado de “condicional extremo”, o sea, que si cometía una falta o hacía una “maldad” más me expulsarían del colegio. Eso ocurrió con algunos de mis compañeros y recuerdo con mucha tristeza la expulsión de uno por dibujar grafitis dentro del establecimiento educativo sin permiso. Si supieran que ahora es un excelente publicista, se darían cuenta de la tremenda injusticia cometida. Esto nos demuestra que a los colegios tradicionales, como el mío, no les agradan mucho las personas artistas, las ven como una amenaza y son capaces de eliminarlas de su proceso “educativo”.
En mi familia siempre hemos creído que no me expulsaron porque tenía una hermana que era extraordinaria desde la perspectiva intelectual. Ella tenía muchas veces las mejores notas de su curso o estaba entre las mejores, es decir, de 6,8 hacia arriba. Yo era el hermano problema, la oveja negra que no reflejaba el talento intelectual de mi hermana, con notas bastante mediocres, regularmente cercanas al 5. Por lo demás, siendo muy sincero, debo reconocer que copié muchísimo en mi etapa escolar y también saqué provecho del talento de mi hermana superdotada, copiándole muchas ideas. No puedo olvidar dos de las últimas anécdotas que reflejan muy bien mi rebeldía frente al sistema escolar. Una de ellas es de orden curricular y la otra de convivencia, se las contaré en los siguientes párrafos.
Comenzaré con la de orden curricular. Estaba terminando la asignatura de Filosofía en cuarto año medio y el profesor nos solicitó que entregásemos nuestro cuaderno con apuntes de todo el año. Entenderán que mi perfil rebelde no se llevaba bien con la toma de apuntes, de hecho, eso era típico de alumnos ordenados y yo era desordenado. No tenía nada que entregarle al profesor o tal vez unas hojas sueltas con algo que me había llamado la atención, pero era muy poco para obtener una calificación decente. Sin embargo, mi hermana sí que tenía muchos apuntes cuando cursó la misma asignatura. Ella había salido del colegio un año antes y le habían solicitado varias veces las mismas tareas que a mí, lo cual me benefició muchísimo para sobrevivir a aquel infierno escolar.
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