Conclusiones
La filosofía de la educación en Grecia tuvo dos grandes tendencias. Por una parte, la tendencia aristocrática, cuya procedencia se remonta al mundo homérico, pero que es recuperada por filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles. Quizá la idea del hombre magnánimo de Aristóteles resume bien ambos periodos:
El objeto respecto del cual el magnánimo tiene la actitud debida son los honores y la privación de ellos. Y no hay que insistir en que es claro que los magnánimos tienen que ver con el honor: es del honor sobre todo de lo que se creen dignos, y con razón. El pusilánime se queda corto tanto en relación consigo mismo como con la pretensión del magnánimo. El magnánimo, si es digno de las mayores cosas, será el mejor de todos, pues el que es mejor que los otros es siempre digno de cosas mayores, y el mejor de todos de las más grandes. Por tanto, el verdaderamente magnánimo tiene que ser bueno. Incluso podría parecer que es propia del magnánimo la grandeza en todas las virtudes, y en modo alguno le cuadraría huir desenfrenadamente o cometer injusticias.101
La excelencia (o areté) es el ideal del ser humano completo. En los tres filósofos mencionados hay un alto grado de intelectualismo. Para Sócrates, la virtud es conocimiento, y el que obra mal lo hace por ignorancia. Ni Aristóteles ni Platón están de acuerdo con esta tesis, pero su intelectualismo se manifiesta de otro modo. Para Platón, son los filósofos, los sabios, los que deben gobernar para que la sociedad sea buena y justa. El filósofo debe aprender la dialéctica para encumbrarse al mundo inteligible, pero debe descender, como el prisionero que sale de la caverna, para educar y gobernar. Aristóteles es intelectualista porque para él el más alto modo de existencia es la vida teórica o contemplativa. Vida del pensamiento que imita a los dioses, pues la vida de los dioses es el pensamiento, pensarse a sí mismo. El modelo educativo de Platón no llegó a realizarse; su república está construida por “el discurso”; pero bien podría decirse que refleja más el modelo miliciano de Esparta que el democrático ateniense. Por otra parte, además de los postulados de estos tres filósofos, tenemos la tendencia retórica y sofística, que, como vimos, fue la que marcó las directrices de la práctica educativa griega, al menos desde el siglo v a.C.
Menos intelectualistas que los filósofos, los rétores y los sofistas eran de tendencia democrática, pues representaban la nueva realidad social griega. El ideal del ser humano propugnado por los rétores y los sofistas es el del buen orador. Al principio, este ideal siguió un modelo muy pragmático, basado en el éxito y la eficacia del discurso; pero luego, poco a poco, los sofistas fueron incorporando aspectos éticos, como puede verse ya en Isócrates. El buen orador deberá ser un buen ser humano. Aristóteles admitió la retórica y daba un curso con este título en el Liceo. Y toda esta herencia retórica la recogen Cicerón y Quintiliano en la educación romana. La tendencia retórica incorporó las distintas ciencias y saberes que poco a poco se habían desarrollado en Grecia: gramática, oratoria y dialéctica, las cuales están basadas en un trabajo con el lenguaje. Pero también incorporaron de la escuela pitagórica la música y las matemáticas. Platón hace énfasis en la matemática, la dialéctica, la astronomía y la música; los sofistas y rétores, en las ciencias del lenguaje, especialmente en la retórica. Aunque desde una perspectiva enciclopédica el modelo de Platón era más completo, desde el punto de vista social sólo estaba dirigido a los guardianes, los gobernantes y sus auxiliares, o a los que aspirarían a ello. La tendencia retórica, en cambio, invitaba a todos a la educación, bastaba querer superarse y ser exitoso.
En el periodo helenístico, como se verá en el siguiente capítulo, las escuelas filosóficas predican el retiro a la vida privada, porque, dado que Grecia había perdido su independencia —con Alejandro y luego con los romanos—, ya no era interesante ocuparse de la política. Es lo que puede comprobarse en la filosofía estoica, epicúrea, escéptica, cínica y neoplatónica. La educación modelada por la retórica concluye con los romanos; la nueva fe, el cristianismo, critica la retórica y la sustituye por la doctrina cristiana, como bien dice San Agustín en un libro que lleva ese mismo título y que estudiaremos en un capítulo posterior. La educación modelada por la dialéctica entendida como lógica vuelve a ser importante en el periodo escolástico medieval, a partir del siglo xi.
La tabla 2 presenta un compendio de las escuelas estudiadas en este capítulo.
Tabla 2 La paideia o formación griega
Escuelas |
Principales representantes |
Conceptos básicos |
Educación poética |
Homero |
Honor, valentía |
Hesíodo |
Trabajo |
Píndaro |
Virtud innata |
Educación retórica y sofística |
Gorgias de Leontini |
Discurso como poder |
Protágoras de Abdera |
Democracia |
Hipias de Elis |
Matemáticas |
Isócrates |
Elocuencia |
Escuelas filosóficas: Academia Liceo Stoa Jardín Escuela escéptica |
Sócrates |
Virtud como conocimiento |
Platón |
Sabiduría |
Aristóteles |
Virtud como hábito |
Zenón |
Gobierno de sí mismo |
Epicuro |
Felicidad, amistad |
Sexto Empírico |
Libertad, investigación |
Henry Marrou, Historia de la educación en la Antigüedad, Buenos Aires, Eudeba, 1970.
1 Se le atribuye a Homero ser el autor de la Ilíada y la Odisea, los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia. Homero vivió en el siglo viii a.C., y se cree que nació en la isla de Quíos y que llegó a estar ciego. Heródoto es el primero que señala a Homero como el autor de los dos grandes poemas épicos, que fueron originalmente declamados por los aedas. No se sabe con certeza cuándo apareció el texto escrito, pero para el gobierno de Pisístrato, en las fiestas panateneas, ya había uno (520 a.C). El texto sobre el cual se basan las actuales versiones de la Ilíada data del periodo helenístico y fue establecido por Aristarco de Samotracia en Alejandría.
2 Paul Monroe, “Contenidos de la educación griega”, en: Antología de Lecturas. Curso básico de Humanidades, Río Piedras, Editorial Universitaria, 1950, p. 511.M.I. Finley, El mundo de Odiseo, México, Fondo de Cultura Económica, 1978.
3 F. Rodríguez Adrados, M. Fernández Galiano, J. S. Lasso de La Vega y Luis Gil, Introducción a Homero, Madrid, Guadarrama, 1963, p. 308.
4 Henry Marrou, Óp. cit., p. 11.
5 Ibíd.
6 Homero, Ilíada, XI.
7 Ibíd., XVIII, 105.
8 Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, 12,ª ed., Andrés Sánchez Pascual (trad.), Madrid, Alianza, 1984, p. 96.Ibíd., IX, p. 438-443.
9 H. Marrou, Óp. cit., p. 13.
10 Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1095b.
11 Emilio Crespo Güemes, “Prólogo” a Homero, Ilíada, Madrid, Gredos, 1991, p. 61.
12 Werner Jaeger, Paideia. Los ideales de la cultura griega, México, Fondo de Cultura Económica, 1962, p. 26.Arist., Ética Nic., 1123b.
13 James Bowen, Historia de la educación occidental, 4.ª ed., Barcelona, Herder, 2001, vol. I, p. 87.
14 Ibíd., p. 88.
15 Hesíodo, aunque natural de Jonia, se trasladó a Beocia, en la Grecia continental. Era de familia de labradores. Su obra Los trabajos y los días se suele ubicar hacia los siglos ix u viii a.C.Aldo Agazzi, Historia de la filosofía y de la pedagogía, versión de Gonzalo Girones, Alcoy, Marfil, 1971, tomo II, p. 39.
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