Según esta teología, tanto el hombre como el mundo, la religión y la Iglesia están bajo el juicio y la exigencia de la Palabra de Dios, de la que el Nuevo Testamento afirma que es “penetrante hasta separar el alma del espíritu,” y también que “escudriña hasta los pensamientos del corazón”. Para comprender la Revelación, el hombre debe escucharla, sabedor de hallarse ante el juicio de Dios.33
No debemos olvidar el contexto histórico en que surge la teología de Barth: se comienza a gestar dentro del liberalismo europeo cuyo talante era el optimismo, pero luego se convierte en juicio con la tragedia de la Primera Guerra Mundial. Por otra parte, la religión y la Iglesia caen bajo el juicio de Dios. En su texto “La revelación como abolición de la religión” Barth reflexiona sobre el lugar desde el cual puede venir una crítica de la religión. Dice:
Solo puede haber una crítica decisiva de la Religión si se hace desde fuera del círculo mágico de la Religión. El punto de partida debe estar esencialmente fuera, esto es, debe estar fuera del hombre mismo, de las realidades y posibilidades del hombre. El juicio sobre la Religión solamente se puede hacer desde un lugar “completamente otro”. No desde la Religión y las posibilidades humanas. ¡Este juicio solo se puede hacer a partir de la fe!34
Dios enjuicia a la religión por su incredulidad, idolatría y autojustificación. Dentro de ese juicio cae también el cristianismo y la Iglesia, ya que fácilmente pueden tornarse en espacios de idolatría.35
b. Teología dialéctica
Como bien observa Gómez-Heras,36 bajo la nomenclatura de “teología dialéctica” se distinguen dos escuelas: la de Barth y sus discípulos; y la seguida por Gogarten, Bultmann y Tillich, entre otros. Mientras Barth propone una “dialéctica de la revelación”, la otra escuela intenta una “dialéctica de la existencia” inspirada en la filosofía de Heidegger. Ambas escuelas coinciden en su repulsa al liberalismo teológico y ensayan un retorno a la Reforma protestante, especialmente a Lutero y Calvino. Dicho esto, centremos nuestro análisis en Karl Barth. En su profundo análisis de su teología y, sobre todo, su método, dice Jacob Taubes: “Su trabajo agrega un nuevo capítulo a la historia del método dialéctico. El método y el programa de Barth son quizás el aporte más significativo a la conciencia general de nuestro tiempo; resulta necesario, por lo tanto, analizar su obra desde la filosofía”.37 En ese análisis Taubes descubre que, para Barth, solo es posible la teología como diálogo, como discurso humano de pregunta y respuesta sobre Dios.
Solo en este encuentro entre pregunta y respuesta se realiza el carácter tético-antitético de la teología. La teología es “pensamiento dialéctico”. Si se considera seriamente el carácter dialéctico de la teología, ella debe entonces seguir siendo discurso abierto y no debe cerrarse en un sistema autorreferencial. La propia “palabra propia de Dios”, su “teología”, sería entonces, como Karl Barth observó una vez, “teología no dialéctica”. Pero el hombre es mortal y no puede reclamar para sí la “última palabra”.38
Hay dos filósofos que influyen decididamente en la forma en que Barth desarrolla su teología: Kierkegaard y Hegel. Del primero, dice Taubes: “El hecho de que Barth destaque tanto el hiato entre Dios y el hombre, la diferencia entre creador y creación, es resultado de la influencia de la ‘dialéctica negativa’ de Kierkegaard”.39 En cuanto a Hegel, Taubes destaca el hecho de que su filosofía se desarrolla a partir de la idea del Logos del capítulo 1 de Juan, que era en el principio, que estaba con Dios y que era Dios. De ese modo, el Logos es la lógica, la lógica es la verdad y la verdad es el espíritu de vida. De ese modo, “Hegel desarrolla un esquema de tesis, antítesis y síntesis sobre la base de las ecuaciones de Juan”.40 La conclusión a la que arriba Taubes es la siguiente:
Hay, por lo tanto, otro tema fundamental en la dialéctica teológica de Karl Barth: debe describir la reconciliación entre Dios y el hombre de manera tal que supera la dialéctica hegeliana de la reconciliación. El fantasma de Hegel deambula del principio al fin durante el desarrollo de la teología de Karl Barth.41
Todas estas observaciones de Taubes no son producto de la mentalidad afiebrada de un filósofo, sino que están plenamente respaldadas en la obra de Karl Barth y su énfasis en dobles opuestos de sí vs. no, creador vs. criatura, justicia de Dios vs. justicia humana, presente vs. futuro, tiempo vs. eternidad. Solo en Jesucristo, para Barth, esos opuestos pueden ser superados. Dice en un tramo de su exposición a Romanos:
Al separarse nítidamente en Jesús tiempo y eternidad, justicia humana y justicia divina, el más acá y el más allá están unidas con nitidez. […] todo ser-ahí y ser-así del mundo y, en cuanto tal, es también carencia, insuficiencia, cavidad y nostalgia. Pero, al reconocer esto como tal, resplandece sobre ello la fidelidad de Dios que absuelve condenando, da vida matando y dice Sí donde tan solo es audible su No. En Jesús se conoce a Dios como Dios desconocido.42
c. Teología de la Palabra
La tercera nomenclatura que recibe la teología de Karl Barth es “teología de la palabra”. Esta designación sea acaso la más importante y la que está mejor expuesta por el propio Barth en su Dogmática. Precisamente, en el volumen I, tomo I de su Dogmática, el tema que recibe el tratamiento más profundo por parte de Barth es la Palabra de Dios. Mackintosh reconoce que esta designación es la más adecuada y explica:
El contenido de los prolegómenos a la teología, y de hecho el contenido de la teología misma, es esa Palabra. La teología surge de la predicación y sirve de medida para la predicación; pero, como él mismo afirma, “el supuesto que hace que la proclamación sea proclamación, y que por ello la Iglesia sea Iglesia, es la Palabra de Dios.43
Y tan apegado quiere estar Barth a la palabra de Dios que él mismo dice en palabras recogidas por Mackintosh: “No buscamos a Dios en otro sitio que en su Palabra, no pensamos de Él sino con su Palabra, no hablamos de Él sino mediante su Palabra”.44
Ahora bien, ¿qué entiende Barth por “palabra de Dios”? No se trata de la mera identificación con la Biblia, independientemente de Cristo y del Espíritu Santo. Básicamente, la expresión “palabra de Dios” adquiere en Barth una triple designación: Jesucristo, palabra de Dios encarnada, la Biblia como palabra de Dios que da testimonio de Jesucristo y, finalmente, la predicación de esa palabra de Dios por parte de la Iglesia. Refiriéndose a la triple forma de la Palabra de Dios, en la Dogmática Barth distingue entre la palabra de Dios predicada, la palabra de Dios escrita y la palabra de Dios revelada. Dice: La verdadera proclamación significa palabra de Dios. Comparándola con Cristo es similar, ya que “Como Cristo llegó a ser hombre y permanece verdadero hombre por toda la eternidad, la verdadera proclamación llega a ser un evento en el nivel de los otros eventos humanos”.45 Ya que la Biblia registra la acción de Dios en la historia y esa acción es un evento:
La Biblia, entonces, llega a ser palabra de Dios en este evento, y en la declaración de que la Biblia es palabra de Dios, la pequeña palabra “es” se refiere a este ser en tanto llegar a ser. No llega a ser palabra de Dios por causa de nuestra fe sino en el hecho de que llega a ser revelación para nosotros.46
La revelación, para Barth, no difiere de la persona de Cristo, sino que “decir revelación es decir: ‘la Palabra fue hecha carne”.47 La triple forma de la palabra de Dios tiene en Barth una analogía con la Trinidad. Barth dice que cuando afirmamos que la palabra de Dios fue hecha carne y habitó entre nosotros estamos diciendo algo que tiene que ver con las relaciones intratrinitarias sobre la base de que el Padre envía al Hijo y al Espíritu Santo. Barth encuentra una analogía para la palabra de Dios en la trinidad y se anima a afirmar: “Esta es la doctrina de la trinidad de Dios. En el hecho de que nosotros podemos sustituirla por los nombres de revelación, Escritura y proclamación, por los nombres de las personas divinas del Padre, Hijo y Espíritu Santo y viceversa […]”48
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