Hago propicia esta presentación para dejar constancia de mi gratitud a LOGOI Inc. (1980-1993) –a la memoria de su fundador, el Rev. Les Thompson– y a la Presbyterian Church USA (1999-2001) –por gestiones del Rev. Eddie Soto–, instituciones que en Argentina y en Brasil, respectivamente, me hicieron sentir un profesional de la teología en todo el sentido del vocablo y me permitieron dedicarme de lleno a mi vocación.
Mi gratitud más profunda a Juan Stam, que gentilmente accedió a ser entrevistado en Costa Rica; a la profesora Mabel Cámara, que desgrabó esa entrevista; a Leopoldo Cervantes-Ortiz que ennoblece mi texto con su esmerado prólogo; a mis hijos Myrian, David y Gerardo, que representan el legado más importante que puedo dejar en este mundo y, como siempre, a mi amada Emi que me ha acompañado fiel y amorosamente en la larga trayectoria teológica que hemos vivido juntos en Argentina, Guatemala y Brasil.
Soli Deo gloria.
Alberto F. Roldán
Ramos Mejía, Cuaresma de 2019
1Edmund Husserl, Meditaciones cartesianas, trad. José Gaós y Miguel García-Baró, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
2Jean-Luc Marion, Cuestiones cartesianas, trad. Pablo E. Pavesi, Prometeo Libros-UCA, Buenos Aires, 2012.
3Datos proporcionados por el pastor Álvaro Michelin Salomón en comunicación por email, 21 de marzo de 2019.
4Alberto F. Roldán, Reino, política y misión. Sus relaciones en perspectiva latinoamericana, Ediciones Puma, Lima, 2011.
5Alberto F. Roldán, Hermenéutica y signos de los tiempos, Ediciones Teología y Cultura, Buenos Aires, 2016, capítulo 7.
6Vicente Fatone, La existencia humana y sus filósofos, Editorial Raigal, Buenos Aires, 1953. Recientemente, por influencia una vez más de mi amigo Leopoldo Cervantes-Ortiz, descubrí al narrador estadounidense John Updike, en cuyas novelas aparece en nítido relieve Karl Barth, su teólogo predilecto, según confiesa. En una de esas novelas, La versión de Roger, el personaje central echa mano de la obra de Barth para refutar y dejar casi en ridículo a un personaje que viene a él para demostrarle la existencia de Dios a partir de la teoría del Big Bang. En un momento del diálogo, la voz narradora dice: “aproveché el momento para repasar una cita de Barth. Recordé que contenía una serie de vías conducentes a Dios. Estaba casi seguro de que era de La palabra de Dios y la Palabra del Hombre. […] Con solo hojearlo, sentí la fuerza soberbia de los párrafos de Barth, su magnífica y cabal integridad y su energía en el reino de la prosa, concretamente de la prosa cristiana, que suele caracterizarse por la flojedad intelectual y su falta de sinceridad. ‘El hombre es un enigma, y su universo, aunque vívidamente visto y sin sentido, es una pregunta… La solución del enigma y su respuesta a la pregunta, la satisfacción de nuestra necesidad, es el acontecimiento absolutamente nuevo…” John Updike, La versión de Roger, trad. José Ferrer, Plaza & Janes Editores, Barcelona, 1986, p. 39. Cursivas originales.
7Karl Barth, Eberhard Busch, editor, Karl Barth in conversation, volume 1, 1959-1962, Westminster John Knox Press, Louisville, 2017.
8Cf. Reino, política y misión, Ediciones Puma, 2011, pp. 117-123.
9Sergio Givone, Historia de la nada, 2da. Edición, trad. Alejo González y Demian Orosz, Laura Hidalgo editora, Buenos Aires, 2009, pp. 7ss.
10Tzvetan Todorov, Los géneros del discurso, trad. Víctor Goldstein, Waldhuter, Buenos Aires, 2012, p. 58
Capítulo 1
Karl Barth: de la crisis a la teología de la palabra
Ser o llegar a ser teólogo, en el sentido más estricto o más amplio de la palabra, es algo que “no ocurre” (no se da), sino precisamente a la luz del asombro radical y fundamental que es lo único que lo puede provocar. Es una manifestación concretísima de la gracia.1
Karl Barth
¿Por qué es importante estudiar a Karl Barth? ¿En qué consiste su aporte decisivo a la teología cristiana del siglo 20? Estas son las preguntas que guían nuestra búsqueda. Como bien dijera Karl Adam en imagen rotunda: el comentario de Karl Barth a la carta a los Romanos fue una bomba de tiempo que cayó en el terreno de los teólogos. A cien años de la publicación de ese comentario, corresponde preguntarnos por qué constituyó un giro copernicano de la teología cristiana. Se podría decir que la teología cristiana en el siglo 20 se divide en “antes de Barth” y “después de Barth” ya que esa disciplina que, para Barth es “ciencia”, no queda indemne luego de su monumental obra. Solo con mencionar su Kirchliche Dogmatik que consta de 9.000 páginas nos daremos cuenta de la dimensión de su trabajo teológico al punto de que su obra lo constituye como un Tomás de Aquino protestante. ¿Quién fue Barth? ¿Dónde se formó? ¿Cuáles fueron sus maestros? Y, finalmente, ¿por qué podemos afirmar que su teología es una teología de la Palabra?
Ámbito familiar de Karl Barth
Karl Barth nació en Basilea, Suiza, el 10 de mayo de 1886, dentro de una familia protestante, más específicamente, reformada. Su padre –Fritz Barth– era pastor de la Iglesia Reformada Suiza y profesor de la escuela de predicadores en Basilea. El ámbito de su familia estaba impregnado del pietismo al punto que, según comenta Mark Galli2, Fritz creía en cuatro rasgos positivos: a. La prioridad de la vida sobre la doctrina; b. La necesidad de un nacimiento espiritual; c. La íntima conexión entre fe salvífica y su consecuencia en la vida de fe y d. El énfasis en el venidero Reino de Dios.
Sobre su personalidad de Karl, David I. Mueller dice que “fue marcado por un intelecto inusual, una gran capacidad de trabajo, seriedad de propósito, espíritu democrático, un aprecio por las artes –especialmente la música– y finalmente, por gestos que suscitaban un sentido del humor”.3 Respecto a la música, su autor preferido era Mozart, en tal medida que dice en un libro consagrado a este músico: “Tal vez los ángeles, cuando desean entonar loores a Dios, ejecuten la música de Bach, pero tengo mis dudas; de una cosa, sin embargo, tengo certeza: en sus momentos de esparcimiento, ciertamente tocan a Mozart, y entonces hasta el Señor se complace en oírlos”.4
El ámbito en que se formó teológicamente fue el de la teología reformada o calvinista. Más allá de las críticas que a veces formula al reformador francés, admiraba a Juan Calvino al punto que en una ocasión tuvo que suspender su clase de teología por haberse quedado toda la noche leyendo a Calvino cuya teología, dice, es una catarata, algo chinesco, algo caído del Himalaya y del cual le era imposible sustraerse.5
Años de formación y estudios en Alemania
A los dieciséis años Karl Barth es confirmado dentro de la Iglesia Reformada, mostrándose como un gran conocedor de las confesiones de la Iglesia. Simultáneamente decide hacerse teólogo. “Durante su temprana educación, Barth estaba interesado en la historia y el drama, mientras las matemáticas y las ciencias le producían poca atracción.”6 En sus años de formación, Barth estudió algunos semestres en la Universidad de Berna y otro semestre en la Universidad de Berlín, que se había tornado en un bastión del liberalismo y el lugar donde enseñó nada más y nada menos que el padre de la teología moderna: Friedrich Schleiermacher. En Berlín, Barth aprovechó las clases que impartía Adolf von Harnack sobre historia de la Iglesia. En forma gráfica, Galli sentencia: “Si Barth fue bautizado en la teología liberal en Berlín, fue confirmado en ella en Marburgo”.7 Ni Harnack ni Schlatter –erudito en Nuevo Testamento– le causaron el impacto que sí le produjo el profesor Wilhelm Hermann. Dice Mueller: “El deseo de Barth de estudiar con Hermann en Marburgo fue concretado en el otoño de 1908. Pasó tres semestres escuchando a Hermann, de quien después se refirió como ‘el teólogo de mis años de estudiante’”.8 Los años 1909 a 1922 constituyen lo que Mueller denomina “La transición hacia la teología dialéctica”. Habiendo culminado sus exámenes de ordenación, comenta Muller, Barth no se sentía todavía preparado para asumir el ministerio pastoral. Y agrega: “Esto, debido en parte, al repetido énfasis de Hermann de que toda verdadera predicación debe crecer desde la experiencia del predicador”.9
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