Actualmente el método inductivo se relaciona con el cálculo de probabilidades y la inferencia estadística. Es un paso importante, pero en sentido estricto sigue sin ser un método probatorio. Aquí se trabaja con probabilidades más que con verdades, y estas no se sabe cuán válidas son ni lo que lógicamente representan. Hay epistemólogos que niegan todo valor al método inductivo (una actitud un poco exagerada), entre ellos Karl Popper.
3. El método hipotético deductivo. Esta concepción metodológica es mencionada ya por el filósofo del siglo XVII Wilhelm Leibniz y en el siglo XIX por el historiador de la ciencia Pierre Duhem. Pero el pensador que defendió con más entusiasmo y sistematicidad este punto de vista fue, sin duda, Karl Popper, en nuestro siglo.
Un “sistema hipotético deductivo” es una estructura muy semejante a la de una ciencia demostrativa aristotélica. También en ella tenemos principios, deducciones y consecuencias. Pero hay dos importantes diferencias. Los principios no son proposiciones simples, evidentes y necesarias, sino hipótesis. Una hipótesis es un enunciado cuya verdad o falsedad no se conocen, pero que se supone verdadera. Esto no implica creencia; se trata de una mera suposición, hecha para establecer qué es lo que pasaría si el enunciado en cuestión fuera cierto. Las consecuencias de los principios son también hipótesis (en la mayoría de los casos), lo cual hace que el sistema semeje más a un modelo provisorio de la realidad investigada que a un conocimiento verificado. Digamos de paso que los que adoptan esta manera de concebir las cosas denominan preferentemente un tal sistema con la palabra “teoría”.
La otra de las diferencias mencionadas consiste en la exigencia de que la teoría tenga “consecuencias observacionales”. Son enunciados deducibles de los principios, pero sujetos a dos condiciones. Deben ser singulares, en el sentido de referirse a una entidad, o a un número finito pequeño de entidades o a una muestra (un conjunto accesible de casos). Además, salvo los términos lógicos, los vocablos que figuran en ellos deben referirse exclusivamente a entidades observables. Esto hace que en general estas consecuencias observacionales sean decidibles, en el sentido de que en principio sea posible –mediante observaciones– dirimir por sí o no el problema de la verdad o falsedad de ellas. Si se realizan las observaciones oportunas, las denominadas “observaciones pertinentes” podrá saberse si ciertas consecuencias observacionales son verdaderas o falsas. Cuando se establece la falsedad de una consecuencia observacional, alguno de los principios debe ser falso; pues si todos ellos fuesen verdaderos, como la deducción lógica transmite la verdad de las premisas a la conclusión, la teoría solo podría ofrecer conclusiones verdaderas, y ese no es el caso. Esta es la manera de probar que una teoría está equivocada y debe descartarse. Pero cuando las consecuencias observacionales hasta ahora controladas resultan ser verdaderas, no puede decirse que la teoría ha quedado verificada. Pues podría suceder que hubiera principios falsos, y en lógica está claro que de premisas falsas es posible deducir correctamente consecuencias verdaderas (y, por supuesto, también falsas). Cuando estamos en esta situación, seguimos sin saber si la teoría es o no adecuada. Pero como no pasó nada malo, podemos seguir investigando con ella, y decimos que la teoría ha sido “corroborada”. Hay una asimetría; podemos decir terminantemente que una teoría es falsa, pero no que la hemos verificado sino que ella ha sido corroborada.
En el método hipotético deductivo el conocimiento en cierto modo se obtiene por la negativa, refutando teorías y sabiendo cada vez mejor cómo la realidad no es.
4. El método hipotético deductivo versión compleja. En realidad, la situación metodológica que hemos descrito es demasiado simple como para coincidir con lo que efectivamente hacen los científicos. En el procedimiento de poner a prueba las consecuencias observacionales para conocer si hay verdad o corroboración, procedimiento conocido como “contrastación”, los principios no están solos. Hay la compañía de las “hipótesis presupuestas”, las de las teorías antecedentes en las que nos apoyamos para poder enunciar los principios de nuestra teoría. Así la teoría de Newton presupone geometría, las teorías químicas presuponen física, y así sucesivamente. Además, están las hipótesis sobre el material de trabajo que hemos elegido para contrastar, conocidas como “hipótesis auxiliares”. Cuando hay refutación, ya no está claro que la culpa sea de la teoría; la falsedad puede originarse en alguna de las hipótesis presupuestas o en las auxiliares. Así es posible salvar una teoría, cosa que se hace hasta tanto no se repitan hasta el cansancio los inconvenientes, y la teoría sea reemplazada por otra con menos dificultades. Al científico en las situaciones desfavorables le queda siempre una alternativa: conservar la teoría y cambiar alguna hipótesis auxiliar o presupuesta, o rechazar la teoría.
5. Paradigmas y ciencia normal. Algunos epistemólogos, como Thomas Kuhn, prefieren adoptar una visión más sociológica de todas estas cuestiones. En vez de aspectos lógicos como las deducciones, importa más la conducta de la comunidad científica. Si ella alcanza un estado de consenso alrededor de una especialidad, entonces diremos que se está en una etapa de “ciencia normal”. En ella los avances son profundos, y la tarea principal es resolver “enigmas”. La concepción que ha unido la comunidad es una combinación de teoría, modos de valorar, concepciones metafísicas, manera de ver la experiencia, y demás. Todo ello constituye un “paradigma”, el modelo que toda la comunidad ha adoptado para investigar.
Pero cuando hay anomalías el paradigma se resiente y finalmente es reemplazado por otro, que constituye un nuevo período de ciencia normal. El paso se denomina “revolución científica”. La historia de una disciplina es una sucesión cíclica de períodos de ciencia normal y de revoluciones científicas. Es un cambio muy importante el del paso de un paradigma a otro, pues en cierto modo cambia la concepción del mundo. La inducción y el método hipotético deductivo es cosa de la ciencia normal, pero la importante es en realidad el propósito y actividad de resolver enigmas. No hay nada parecido a la inducción para pasar de un paradigma a otro, y tampoco es posible para ello hacer contrastaciones. El paso de un paradigma a otro es un salto estructural y es siempre relativo ya que no hay paradimas neutrales o absolutos.
Además de las posiciones descriptas hay una gran variedad de alternativas. Los “programas de investigación” de Imre Lakatos, la resolución de problemas según Harry Laudan, o el “anarquismo metodológico” de Paul Feyerabend constituyen importantes ejemplos. Puede afirmarse que no existe consenso y unanimidad entre los epistemólogos. Una serie de problemas dividen el campo. Está la cuestión de si los términos observacionales son absolutos o neutrales, o poseen “carga teórica”. También está el problema de los términos teóricos, es decir, los no observacionales (¿Son legítimos? ¿Qué significan? ¿Significan algo?). ¿Es legítima la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación? ¿Es indispensable la historia de la ciencia para el contexto de justificación? ¿Cuál es la relación entre epistemología y sociología? Y así otros ejemplos.
Bibliografía
Popper, K. R.: La lógica de la investigación científica. Editorial Tecnos, Madrid. Traducción de Víctor Sánchez de Zavala, 1962.
Kuhn, T. S.: The Structure of Scientific Revolutions. The University of Chicago Press, 1962.
Lakatos, I.: La metodología de los programas de investigación científica. Alianza Universidad, Madrid. Traducción de Juan Carlos Zapatero, 1963.
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