Finalmente, algunas palabras acerca de la ubicación de la estadística y de la inducción dentro de esta metodología. La estadística, en cuanto se inicia en el estudio de muestras y criterios de dispersión y variación, resulta un método para crear hipótesis de nivel dos de tipo estadístico y probabilístico. En cuanto al método inductivo, si bien hemos descartado que sea un método, en el sentido epistemológico primario de la palabra, podría reingresar a la ciencia a través de sistemas hipotético-deductivos cuyas hipótesis fundamentales establezcan reglas de inducción. Naturalmente, estos sistemas pueden fracasar o ser inadecuados. Pero podrían corregirse a través de contrastaciones. En este sentido, el método inductivo no es incompatible con el hipotético-deductivo, aunque este es fundamental. Pero de todos modos el campo de aplicación para la inducción es escaso, no iría más allá del nivel dos. Y es ahí donde la estadística cumple su misión. No obstante, en psiquiatría y psicología profunda, como en las ciencias naturales y exactas, los métodos modelísticos parecen tener más alcance y fuerza explicativa.
[ARTÍCULO][3]
La palabra “epistemología” tiene dos significados diferentes. El primero, muy en boga entre los autores anglosajones, corresponde al que entre los filósofos se denomina “teoría del conocimiento”. Su objeto es el de fundamentar todas las formas del conocimiento humano, aun de aquellas aparentemente obvias como las ideas ligadas a términos como “mundo físico”, “yo”, “otras mentes”. Se trata de una disciplina perteneciente al campo de la filosofía, aunque vinculada a estudios realizados en psicología, sociología, análisis del discurso y del lenguaje y otros temas. La segunda acepción de la “epistemología”, que es a la que concierne el presente trabajo, se refiere exclusivamente al conocimiento científico, a su producción, estructura y validación. Los recién mencionados autores anglosajones emplean más bien la designación “filosofía de la ciencia”, pero esta no parece conveniente. En primer lugar, porque no es claro que la epistemología sea una parte de la filosofía, pues tal vez constituya una disciplina totalmente autónoma. Por otra parte la filosofía de la ciencia es muy amplia en su temática, comprendiendo hasta tópicos metafísicos, en tanto la epistemología –en este segundo sentido– examina el conocimiento científico y especialmente una de sus manifestaciones más importantes y refinadas, las teorías científicas.
Tampoco hay que confundir la epistemología con la metodología de la investigación. La primera pone en tela de juicio todo el conocimiento científico, pretendiendo justificar tanto las teorías ya aceptadas por los hombres de ciencia como las recién propuestas. El metodólogo se propone otra cosa: la obtención de nuevo conocimiento. Él da por constituidas las teorías existentes en determinado momento, para utilizarlas con el fin de producir nuevo conocimiento. Como disciplina, la metodología de la investigación pretende establecer reglas para obtener nuevas informaciones o teorías.
Una primera distinción que cabe hacer es la referente a los “contextos”. Ellos se refieren al tipo de discusión que pretenden efectuar los epistemólogos. El primero a considerar es el “contexto de descubrimiento”. Aquí se examina la génesis y producción del saber, y hay que tener en cuenta cuestiones de fecha, de prioridad, y circunstancias psicológicas y sociales. Problemas como el de si el investigador diseña una determinada teoría en virtud de su peculiar ideología, o el de si una circunstancia sociológica favorece o no la aparición de determinadas teorías científicas pertenecen a este contexto. Escritores marxistas, como Louis Althusser por ejemplo, favorecen muy especialmente este tipo de estudios. Pero también esta problemática es característica de historiadores de la ciencia. Tenemos luego el “contexto de justificación”. Aquí no importa quién descubrió o inventó cierta teoría, sino más bien si la teoría es correcta, qué estructura posee, cómo es posible fundamentarla. En esto no importan –aparentemente– las cuestiones históricas sino más bien las lógicas, lingüísticas y experimentales.
Otro contexto es el de “aplicación”. Lo que ahora interesa son las aplicaciones de la ciencia, el valor instrumental de esta para actuar sobre la realidad, racionalizar la práctica y producir modificaciones.
Indudablemente, hay relaciones entre los contextos, y uno de los propósitos de la epistemología es precisamente examinar cuál es exactamente la índole de tales relaciones. No hay duda, por ejemplo, de que las aplicaciones de una teoría pueden ser el motivo que llevó a descubrirla. También es verdad que las aplicaciones exitosas de una teoría pueden constituir uno de los motivos para su justificación. No obstante, los contextos plantean problemas distintos y hay una acentuada independencia entre los tres. De aquí en adelante discutiremos especialmente las cuestiones relacionadas con el contexto de justificación.
Hay diversos puntos de vista no concordantes acerca de estos problemas. Permítasenos recordarlos brevemente.
1. El método demostrativo aristotélico. En esta concepción, expuesta por Aristóteles en su libro Segundos Analíticos y conocida actualmente como “axiomática clásica”, la ciencia consiste en disciplinas científicas, cada una de las cuales posee una estructura típica común a todas. En primer lugar tenemos los “principios”, que como el vocablo lo indica, son las afirmaciones que constituyen el punto de partida de la estructura. Entre ellos, los más típicos y destacables están los axiomas, afirmaciones simples y evidentes que se autojustifican. Luego tenemos deducciones a partir de tales proposiciones, y las nuevas afirmaciones que así se obtienen –indefinidamente– son los “teoremas”. Este punto de vista admite (continuando una tradición comenzada por Pitágoras y sostenida enfáticamente por Platón) que poseemos una facultad, la “intuición racional” o “intelección” que permite captar directamente con el pensamiento las relaciones entre ideas, especialmente en el caso de los principios. Una vez ejercida esa capacidad, lo demás depende de nuestra pericia deductiva.
Este esquema fue muy influyente en la historia, pero tiene una dificultad que constituye su talón de Aquiles. Y es que tal intuición racional no parece existir como procedimiento probatorio, y ello se evidencia en la gran cantidad de teorías equivocadas y descartadas que exhibe la historia de la ciencia. No obstante, dos grandes procedimientos epistemológicos actualmente muy en boga, parecen ser los herederos del método aristotélico. El primero es el “método axiomático formal”, que desempeña un papel central en la matemática contemporánea, y que constituye un juego (pero no un mero juego en vista de sus aplicaciones) que consiste –para cada posible sistema matemático– en hacer suposiciones convencionales y ver luego qué se deduce de ellas. Así, la geometría euclidiana sería uno de esos juegos, pero, para cada una de las geometrías no euclidianas tendríamos otro juego. Puede suceder que en ciertos casos se descubra que las suposiciones se hagan verdaderas en un ámbito especial, en cuyo caso las consecuencias también, y entonces el sistema deja de ser mero juego de la matemática pura y se transforma en matemática aplicada.
Otro procedimiento heredero del método demostrativo aristotélico es el conocido como “método hipotético-deductivo”. Ahora los principios son meras hipótesis. Nos ocuparemos enseguida de este punto de vista.
2. El método inductivo. Propuesto entre otros por filósofos como Francis Bacon y John Stuart Mill. El problema planteado aquí es el de cómo es posible establecer leyes científicas, puesto que son proposiciones universales, en tanto que los datos que en cualquier momento poseemos son en número finito. Problema difícil, cuya única solución consiste en admitir que cuando los datos son en número suficientemente grande y no hay ningún caso en contra, entonces es legítimo pasar a la ley y a la generalización. Es verdad que en la práctica científica hacemos inducciones, pero más bien para pasar de los datos a hipótesis generales. Hacer una inducción no tiene valor probatorio, puesto que la muestra de datos, por grande que sea, no agota la población. Y es bien posible que fuera de la muestra esté escondida la oveja negra, el contraejemplo que invalida la generalización. En realidad, no hay ninguna inferencia correcta que permita verificar una generalización a partir de un número finito de datos. El método inductivo pertenece al contexto de descubrimiento, ya que en sus aplicaciones la que realmente se obtiene es una hipótesis, que no pasa de ser una conjetura que habría que investigar para saber si es o no válida.
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