La investigación judicial, iniciada en diciembre del 2003, continúa trabajosamente su curso. El poco interés inicial de la política francesa y las resistencias por parte del gobierno argelino, obstaculizaron el excelente trabajo hecho por el Juez de la causa, Marc Trévidic.
Entre los años 2007 y 2010, Trévidic se reunió con cada uno de los “actores” franceses del acontecimiento (embajador, ministro...), y fueron apareciendo asimismo otros “testigos” de lo sucedido.
En junio del 2009 y a raíz de las declaraciones de un importante jefe militar francés, Nicolás Sarkozy (Presidente de Francia) prometió liberar del “secreto de defensa” numerosos documentos oficiales y en noviembre de ese mismo año lo lleva a cabo con 105 documentos.
En septiembre del 2010, la película De dioses y de hombres, aunque evita entrar hondamente en el tema de los autores de la muerte de los monjes, sensibiliza la opinión pública sobre la trascendencia de estos sucesos.
En el mes de octubre del año 2011, el Juez Trévidic se encontró con la parte civil de la petición de investigación judicial, entre ellos los representantes de las familias de los monjes, y pidió su consentimiento para hacer un reconocimiento de los restos mortales en el cementerio del monasterio. A pesar de contar con la autorización del Gobierno argelino, en el marco de relaciones judiciales bilaterales, la fecha del reconocimiento fue postergada un par de veces dilatando así el momento de tomar las muestras.
Finalmente, el 14 de octubre de 2014, el Juez francés, acompañado de algunos peritos y bajo la supervisión de un magistrado argelino, procedió a la extracción de las muestras necesarias para establecer la identidad de los restos, además de la fecha y causa de la muerte. Pero, 10 días más tarde, el 24 de octubre, el abogado de las familias de las víctimas, Patrick Beaudoin, en una conferencia de prensa en París, denunciaba que el gobierno argelino había confiscado las pruebas.
Luego de casi dos años de forcejeo, idas y venidas, las autoridades argelinas decidieron consignar a su homólogo Francés las “muestras” obtenidas en el otoño del 2014 de los restos mortales de los monjes de Tibhirine. El minucioso estudio efectuado confirmó algunos datos importantes: 1) Los monjes no murieron degollados, la decapitación tuvo lugar post-mortem; 2) El hecho de que los cuerpos nunca hayan aparecido permite sospechar el ocultamiento de datos; 3) Con toda posibilidad los despojos fueron enterrados previamente a su aparición pública; 4) Es muy probable que la muerte hubiera tenido lugar entre el 25 y 27 de Abril, es decir, unas cinco semanas antes de ser descubiertos.
Al momento presente, la falta de cooperación del gobierno de Argelia no ha permitido escuchar la voz de los testigos residentes en ese país. Sólo así se podrán tener todos los elementos para esclarecer las circunstancias del rapto, desaparición y muerte de los monjes.
Por otro lado, la causa de beatificación, introducida en el 2005, y entregada a Roma en el 2013, llegó finalmente a su conclusión. El anuncio oficial fue hecho el 27 de enero del pasado año 2018. Y se estableció el 8 de diciembre de ese mismo año como fecha para la solemne beatificación.
No fue fácil “demostrar” el martirio de nuestros hermanos, según la normativa canónica vigente, pues sea que el autor de la muerte haya sido el fundamentalismo islámico o, como parece más probable, los servicios de inteligencia del ejército, no resulta evidente que el motivo predominante haya sido el “odio a la fe”. Pero, el odium fidei puede también entenderse como el odio al comportamiento inspirado por la fe cristiana vivida en toda coherencia.
Por lo mismo nada impidió que fueran reconocidos como autén-ticos “mártires del amor”: amor por el pueblo argelino y la Iglesia en Argelia. Así lo creía sin vacilación el Papa Juan Pablo II cuando años atrás nos había dicho: sono martiri, sono martiri!
En la edición de este libro he reunido algunas cartas y conferencias que se refieren a los siete monjes y, por lo mismo, a tantas otras personas consagradas en la vida religiosa. Los textos, que alternan relato y reflexión, pretenden ser textos teológicos y por eso he preferido presentarlos tal cual fueron escritos, consciente de que incurro en algunas repeticiones.
Teología, sí, es decir: la fe que busca luz para arder e incendiar. No se trata de refinar conceptos para definir la realidad conociéndola delimitada y unívocamente, sino que se trata de tocar la vida en su crudeza y gloria para encontrar huellas del paso de Dios en nuestra historia.
Un día viernes, más infame que santo, moría en la cruz, como uno más, desfigurado y ultrajado, Jesús de Nazaret. Ante esa ignominia, alguien, un centurión pagano, pudo describir la dignidad de ese hombre y exclamó: “¡Verdaderamente era Hijo de Dios!” Estas páginas han sido escritas con este fin: mostrar que la dignidad y trascendencia humana es capaz de vencer a la muerte y de revelar el tierno amor de Aquel que nos creó.
Ex Abad General de la OCSO
6 de agosto de 2019
1. Nuestros siete testigos
La muerte ha sido vencida
Fue cuando recibí un librito titulado: Un don para todos: martirologio 1937-1997 que repasando sus páginas me encontré con más de mil nombres de personas que han sido crucificadas con Cristo y ya no son ellas quienes viven sino que Él vive en ellas (cfr. Gal 2, 20).
Nuestros siete testigos de Tibhirine, Argelia, se encuentran en ese libro bajo la fecha 27 de mayo. A fines del mes de julio figuran 25 padres trapenses asesinados el año 1947 en China; se trata en realidad de los 33 monjes de Nuestra Señora de la Consolación, muertos entre agosto de 1947 y abril de 1948. Si el martirologio hubiera comenzado un mes antes, es decir, diciembre de 1936, habría incluido al P. Pío Heredia y 18 compañeros mártires del monasterio trapense de Viaceli en España.
No se trata de un elenco interminable de nombres, sino del testimonio vivo de una Iglesia que grita su solidaridad con Cristo y con todos los seres humanos. Estos nombres de testigos del Crucificado y Viviente nos permiten hacer memoria a fin de que la pascua en la sangre de Cristo rompa toda barrera de violencia, odio y muerte. Todos estos Hermanos y Hermanas nuestros desearon ir allá donde Cristo fue y hacer lo que él hizo (Vita Consecrata, 75). Desearon permanecer entre los suyos, así como el buen Pastor permanece y no abandona a sus ovejas. Nadie les ha quitado la vida, ellos la han donado voluntariamente a fin de volver a recibirla (cfr. Jn 10, 11-18).
LOS SIETE TESTIGOS
Nuestros hermanos del monasterio de Nuestra Señora del Atlas, secuestrados en Argelia el 27 de marzo y decapitados el 21 de mayo de 1996, eran todos de nacionalidad francesa y habían recibido su formación monástica en diversos monasterios de Francia: Bellefontaine, Aiguebelle y Tamié.
Dom Christian de Chergé nació el 18 de enero de 1937 en Colmar (Haut-Rhin) y entró en el monasterio del Atlas el 20 de agosto de 1969 siendo ya sacerdote –ordenado el 21 de marzo de 1964–, había hecho su noviciado en Aiguebelle y la profesión solemne la hizo en Atlas el 1.° de octubre de 1976. Había sido estudiante en Roma desde 1972 hasta 1974 y estaba muy implicado en el diálogo interreligioso: era el alma del grupo de diálogo islámico-cristiano “Ribat es Salam” (Ligadura de paz). Fue elegido prior titular en el año 1984. Precisamente ese año, lo conocí con ocasión del Capítulo General celebrado en Holyokc, Estados Unidos. Ambos éramos superiores nuevos e inexpertos; esta situación común nos hermanó desde el primer día en que nos vimos. Tras mi elección como abad general me llamaba: “Mi padre y hermano”.
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