Bernardo Olivera - Monjes mártires de Argelia
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Y tú también, amigo del último instante, que no has sabido lo que hacías.
Sí, también para ti quiero este GRACIAS, y este “A-DIOS” en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea dado volver a encontrarnos, ladrones bienaventurados, en el paraíso, si lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío. ¡Amén!
Con un abrazo grande, en María de san José.

Abad General
3. Argel y Tibhirine
Crónica de una celebración
Roma, 7 de junio de 1996
Muy queridos Hermanos y Hermanas:
He llegado ayer de Argel. Sé que están esperando noticias mías y de Armand. Aunque estoy efectivamente en Roma, parte de mí ha quedado en Tibhirine, en el cementerio del monasterio al lado de las siete fosas que guardan los restos de nuestros hermanos.
No sé cómo contarles todo lo vivido en Argelia. La manera más simple es comunicarles sin más las notas que tomé para mí mismo. Había pensado en corregirlas y redactarlas de otra forma. Pero no tengo el tiempo necesario ni estoy en condición de hacerlo. Va entonces esta crónica tal como nació. Confío en que servirá para estrechar la comunión entre todos nosotros y los hermanos de Atlas y de Fez.
ARGEL
Jueves, 30 de mayo
Salimos, Armand y yo, de Roma a las 15:25 en el vuelo 2025 de Air Algérie. El vuelo estaba anunciado para las 13:10 horas, es decir que la partida se demoró 2:15 horas. Llegamos al aeropuerto de Argel a las 15:45 (hora local) pasadas las 1:20 horas de vuelo sin ninguna novedad. Nos esperaban en el aeropuerto el P. Amédée y un Padre Blanco, holandés. En cuanto llegamos fuimos rodeados por nueve policías vestidos de civil encargados de nuestra seguridad. Los policías hacen los trámites de control y aduana y después de una media hora salimos todos juntos por una puerta lateral (¡un grupito de periodistas de Antenne 2 nos estaba esperando en la puerta principal!). Durante el trayecto hacia la Casa diocesana nuestro vehículo iba precedido y seguido por dos autos policiales. Al llegar se nos informa que una escolta policial estará a nuestra disposición durante todos los días de nuestra estadía. Antes de partir del aeropuerto nos cuentan la muerte, esa misma mañana, del Cardenal Duval a los 92 años de edad.
Llegados a la Casa diocesana la primera persona que nos sale al encuentro nos dice, casi susurrando: ¿Saben la última noticia? Respondemos: ¿Cuál? ¡Han encontrado a los siete monjes! ¿Vivos? Muertos... Monseñor Teissier ha ido a ver al embajador de Francia, el señor Michel Lévêque, quien le comunicó la noticia hacia las 16:15 horas. Pasamos luego a la sala-escritorio de Monseñor, en donde se encontraba un grupo que había venido a presentar sus condolencias por la muerte del Cardenal Duval. Entre las personas presentes se encontraba la señora Boudiaf, esposa del anciano presidente asesinado hace unos tres años; estaba también el director del diario Liberté con su esposa. En los rostros de estas personas se refleja todo el dolor del pueblo argelino ante la dificilísima situación que atraviesa el país. Me es difícil no recordar todo lo vivido en la Argentina de los años setenta.
Pasadas las 17 horas regresa Monseñor Teissier y nos pone al tanto de los últimos acontecimientos. Las autoridades les han hecho saber (a él y al embajador) que los cuerpos serán puestos en cajones venidos de Marsella y que serán traídos al Hospital militar de Argel el viernes por la tarde. Ante esta noticia le hacemos saber a Monseñor la importancia de identificar nosotros mismos los restos; Monseñor piensa que no será posible, pero que los cuerpos, según parece, ya han sido identificados por gente del lugar. Nos ponemos en contacto telefónico con el embajador para hacerle conocer nuestros deseos de identificar los restos; piensa que no habrá inconveniente. Tanto para mí como para Armand este es un punto de importancia capital. Discutimos luego con Monseñor el tema de los funerales y el entierro de los hermanos. Los funerales tendrán lugar en la Catedral junto con la misa de exequias por el Cardenal Duval. Nos presenta luego cuatro hipótesis sobre el entierro. Le expreso a Monseñor el deseo de las familias según me lo comunicó D. Etienne de Bellefontaine esta misma mañana por teléfono: todos juntos, en Argelia, si es posible en el monasterio. Le hago también saber que este es asimismo el deseo de la familia monástica. Monseñor tiene sus dudas (sobre si) las autoridades lo permitirán. Insistimos sobre este punto y finalmente Monseñor nos pone en comunicación con el embajador. El señor embajador nos dice que probablemente por motivos de seguridad las autoridades tendrán sus reparos, pero que si todo se hace discretamente las autoridades podrían estar de acuerdo.
Desde nuestra llegada hasta después de la comida el teléfono no cesa de sonar. También nos requieren a nosotros a fin de hacer declaraciones a la prensa, a la radio y a la televisión. Insistimos en que por el momento no hay gran cosa que decir. Finalmente nos ponemos de acuerdo con Monseñor para un encuentro con los periodistas mañana a las 9:00 horas. Sentimos una gran solidaridad y pena por Monseñor Teissier que lleva una gran cruz a cuestas; le expresamos nuestro agradecimiento y le decimos que estamos dispuestos a ayudarlo (“descargarlo”) en todo lo que esté de nuestra parte.
Pasadas ya las 21:00 horas me llama por teléfono D. Etienne y, entre otras cosas, me dice que Paris Match ha publicado la noticia de la existencia de un video casete enviado a las autoridades francesas con la filmación de la ejecución de los siete monjes de Atlas. Las familias están de acuerdo en pedir a las autoridades la destrucción de esta filmación; me pregunta mi opinión; le digo que estoy totalmente de acuerdo, si es que el video realmente existe... Obviamente la existencia de esta filmación tiene sus consecuencias políticas e internacionales... Pero dejemos esto a los políticos, diplomáticos y periodistas; a nosotros, monjes, nos corresponde descubrir la “mano de Dios” en todo lo acontecido, aunque no es fácil discernir la mano divina entre tantas manos humanas.
Viernes, 31 de mayo
El encuentro previsto con los periodistas tuvo lugar a las 9:00 horas. Las preguntas de fondo van dirigidas a Monseñor Teissier quien explica el sentido del testamento de Christian y el valor cristiano del perdón. Por mi parte explico el sentido de los hechos vividos para la Orden y la importancia de la identificación de los cuerpos; reitero la importancia del perdón: la petición de perdón es una palabra fuerte dirigida directamente al corazón misericordioso de Dios y no a la “justicia humana”. D. Armand retoma el tema del reconocimiento de los cuerpos que tendrá lugar hoy y hace conocer el deseo de la Orden y de las familias sobre el entierro de los monjes en el monasterio, agrega unas palabras sobre el futuro de la comunidad y de Tibhirine.
A las 11:00 horas viene a buscarnos en su camioneta blindada (a Monseñor, P. Amédée, D. Armand y a mí) el señor embajador junto con el cónsul general y un médico de la Embajada (joven argelino) a fin de dirigirnos al Hospital militar de “Aïn Naadja”. Una vez en el auto, el embajador nos hace algunas confidencias sobre el hallazgo de los restos y nos pide no sacar fotografías.
Llegados al Hospital somos recibidos muy amablemente por un par de médicos y el coronel director general. Nos explican con mucha delicadeza que la muerte se remonta a unos diez días y que los cuerpos habían sido enterrados y desenterrados. Pensaban y esperaban que Monseñor estuviera presente para rezar una oración delante de los ataúdes que ya habían sido cerrados. Por nuestra parte insistimos en que deseamos hacer la identificación por nosotros mismos. Se nos explica que se habían seguido todos los requisitos previstos por la medicina legal en situaciones semejantes: fotos, radiografías, etc. El coronel agrega que, de todos modos, no hay inconveniente en abrir nuevamente los cajones para que hagamos la identificación requerida, nos pone sobre aviso del golpe emotivo que todo esto suele ocasionar. Les hacemos saber que solo dos de nosotros haremos la identificación. Le pedimos al P. Amédée que permanezca en la sala donde nos recibieron, finalmente acepta y dice que aprovechará ese tiempo para rezar el oficio de sexta.
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