Alrededor de las 14:30 viene a saludarme el Padre J.C., párroco de Nuestra Señora de la Natividad desde 1971, gran amigo de la comunidad y “padre” de la vocación monástica de Christophe. Me cuenta sobre lo sucedido durante su última visita al monasterio el pasado 19 de marzo. Con gran sorpresa suya, se encontró con que los hermanos habían preparado una triple celebración: sus 79 años de vida (cumplidos el 15 de marzo), su santo (san José) y sus bodas de oro sacerdotales. Por este motivo le regalaron el Libro de las Revelaciones de Juliana de Norwich (París: Cerf, 1992). En la primera página habían puesto el sello del monasterio y alrededor del mismo estas palabras con tinta roja: “Todo terminará bien, Aleluya”. Dichas palabras (“All shall be well”) eran un lema repetido incansablemente por la mística. Durante los dos meses del cautiverio se preguntaba sobre el sentido de dichas palabras, más concretamente: ¿cómo puede terminar todo bien? La doble respuesta evidente era ésta: dando gloria a Dios con una muerte aceptada y ofrecida o viviendo y glorificándolo con la vida monástica de cada día. Hoy día solo hay una respuesta. Y agregaba el buen padre: “jamás en mi vida he tenido tanta paz y me he sentido tan cerca de Dios como ahora; Tibhirine es una gracia para todos nosotros, cristianos en Argelia y pueblo argelino; el tiempo lo seguirá demostrando, teníamos necesidad de mártires, ahora los tenemos”. Más tarde me hace llegar el texto de la homilía de Christophe para la fiesta de san José, con toda probabilidad su última homilía.
Preparo, con la ayuda de Armand, tres cartas. La primera para los hermanos de Fez a fin de animarlos y aclarar la situación presente en cuanto comunidad autónoma de la Orden. La segunda para el ministro del Interior, para agradecerle todos sus servicios a lo largo de esta semana: visas, transporte, seguridad, etcétera. La tercera, para el señor embajador de Francia, a fin de darle gracias por su dedicación incansable durante los últimos dos meses. Me parece muy importante encontrar a la persona que existe bajo los títulos oficiales y cargos institucionales.
Después de la comida nos reunimos Monseñor, Jean-Pierre, Armand y yo. Los temas principales fueron: el mantenimiento de los edificios; la seguridad de M.M. (le compartí lo que hablamos hoy con él); la situación de la comunidad en Fez (le pasé copia de la carta que envío a los hermanos); los archivos de la comunidad y los escritos personales de los monjes que se encuentran en los GL (sugiero que permanezcan allí mientras se pueda y sea necesario, pertenecen también a esta Iglesia local). Rezamos Completas con él en su capillita y así terminó muestro último día en Argel. Salimos mañana por la mañana, si Dios quiere.
Jueves, 6 de junio
A partir de las 6:30 comenzamos a despedirnos de todos en la Casa diocesana. Increíble cómo se han establecido lazos tan fuertes en tan poco tiempo. La sangre de nuestros hermanos mártires nos ha unido fuertemente con la Iglesia que sufre y goza en Argelia: son nuestros hermanos y también hermanos de ellos, son sus mártires y también son nuestros. Y Dios quiera que sean por un tiempo los últimos, mártires cruentos, se entiende.
El Padre P.L. nos lleva al aeropuerto escoltados por la guardia que nos habían asignado el día de nuestra llegada. A las 10:08 horas el vuelo 2024 de Air Algérie toma rumbo hacia Roma. Ya en el aire, con los ojos cerrados, desfilan en mi imaginación toda suerte de rostros e imágenes. Ha sido mucho lo vivido. Les pregunto a nuestros siete mártires: ¿cuál es vuestro mensaje para la Orden? La respuesta la leo en sus vidas:
~ Siguieron a Jesús, hasta el fin, según el radicalismo absoluto del evangelio.
~ Se lanzaron hacia el misterio hasta ser plenamente transformados por Él.
~ Vivieron, murieron y entraron juntos a la Vida eterna.
~ Comulgaron entrañablemente con la Iglesia universal y local.
~ Fueron hondamente solidarios de los hombres y mujeres de hoy.
~ Discernieron los signos de los tiempos y desafíos contemporáneos.
~ Enriquecieron nuestro patrimonio desde un contexto cultural determinado.
~ Sellaron con sangre su apertura y dedicación al diálogo interreligioso.
A las 12:40 horas (local) tomamos tierra en el aeropuerto de Fiumicino. El P. Andrés nos esperaba.
Abad general
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