La situación mundial bélica desde finales de los años treinta modificó la tensa relación con los Estados Unidos y el b loqueo a raíz de la expropiación petrolera, y en 1942 se vieron obligados a procurar una relación más estable y amistosa con México a fin de garantizar la seguridad de su frontera. De esta manera, el gobierno estadunidense presionó a las empresas petroleras afectadas para concretar arreglos sobre redamos y deudas, se otorgaron algunos créditos, se amplió el intercambio y se firmó un tratado comercial. El efecto más inmediato fue el incremento de las exportaciones: crecieron en dólares 10% entre 1940 y 1947, con un máximo de 50% en 1943 (consúltese el cuadro A.2). También las importaciones crecieron de manera significativa, 20% en promedio anual. Pero con la guerra se creó un cierto vacío de competencia que operó como protección. Hubo un crecimiento intenso, si bien plagado de deficiencias, desequilibrios estructurales y monetarios e inflación. En la posguerra las presiones externas para abrir la economía y las internas por las disputas en torno al rumbo del país, resultaron en replanteamientos del rumbo del crecimiento sobre la base de un vigoroso sistema protector.
Destaca que entre 1940 y 1952, el crecimiento fue regular y elevado, a una tasa de 15% promedio anual, 5% en términos reales. No obstante los desajustes al terminar la guerra y las tormentas devaluatorias de 1948 (consúltense los cuadros A. 1.1 y A. 1.3). A este desempeño contribuyó el sólido crecimiento de la agricultura (5.6% promedio anual real), gracias a que en la segunda mitad de la década empezaron a hacerse visibles los beneficios del reparto agrario y de las grandes obras de riego; se usaron nuevas tecnologías, se amplió la frontera agrícola y la oferta de productos comerciales. Asimismo las manufacturas registraron un crecimiento importante de 6.4% promedio anual, entre 1940 y 1952, en parte por la sustitución de importaciones que tuvo lugar a lo largo del periodo con notable regularidad, excepto entre 1942 y 1945.
La capacidad para importar, incrementada por los precios externos favorables, dieron mayor dinamismo a la oferta global que creció en términos reales a un ritmo anual de 6% entre 1940 y 1952 (consúltese el cuadro A.4). A la vez en la demanda global la inversión fue el renglón más dinámico, creció 10% en promedio anual real; el consumo mejoró también en una tasa de 5.3% en promedio anual real. La evolución de los componentes internos de la oferta y la demanda globales entre 1932 y 1952, muestran una marcada estabilidad. No así los extranjeros cuyo crecimiento es bastante más errático sobre todo el de las exportaciones (consúltese el cuadro A.4).
Así la formación de capital se mantuvo a un nivel elevado, de manera que el coeficiente de inversión pasó de 6.4 % del PIB a 21% en esos 20 años (consúltense los cuadros A.4 y A.5). El consumo creció 5% en promedio anual entre 1940 y 1952, con pocas variaciones en el lapso; en los años treinta, se registró una redistribución del ingreso por el reparto agrario y el crecimiento de los salarios reales. En los años cuarenta la inflación reduce los salarios reales; quizá esta reducción se vio compensada por el aumento de la ocupación, la migración hacia las ciudades y los cambios a ocupaciones mejor remuneradas; en la posguerra se registra una recuperación moderada del salario real.
En efecto, la inflación se convirtió en parte de la vida cotidiana; hasta 1954. Los aumentos de precios podían ser moderados o intensos y se dieron independientemente de políticas proteccionistas — 1947 en adelante— o más orientadas a la apertura económica; como de 1942 a 1947, también la inflación fue independiente del crecimiento pues se registró en momentos en que éste era intenso y en periodos de estancamiento, tampoco tuvo relación con aumentos o caídas del salario, o con el déficit público, pues en años de caída del salario o de superávit también hubo inflación. En este periodo, pensamos que el fenómeno inflacionario se debió más a un desajuste entre oferta y demanda, pues la demanda interna y externa estaban en expansión por un incremento cuantitativo (mayores empleos) y cualitativo (aumento de los salarios) del mercado interno y porque existía un consumo rezagado desde el periodo armado de la Revolución y la externa creció por la segunda guerra mundial, la reconstrucción y la guerra de Corea. Mientras, la producción tenía limitaciones para crecer pues la instalación de nuevas plantas requería la importación de maquinaria, pero Estados Unidos y Europa (de donde provenía la maquinaria) habían reducido su producción para incrementar la de armamento para la guerra, por tanto no se pudo ampliar la planta productiva a los ritmos que hubiese sido necesario para satisfacer la demanda en expansión.
En la posguerra la economía se sustentó de lleno en la sustitución de importaciones. La vinculación externa se acentuó. El componente externo de la oferta global pasó de 9% en 1946, a 10% en 1952, auspiciada por la demanda de insumos intermedios y bienes de capital que exigía la industrialización. La economía había recorrido un largo camino desde 1910, y la industrialización era el objetivo central. Aunque el país seguía siendo en gran medida agrícola y rural, la urbanización se había acelerado mostrando el inicio de una nueva tendencia. 15
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1Valpy FitzGerald, "La restructuración a través de la Depresión: el Estado y la acumulación de capital en México, 1925-1940", op. cit., p. 283. [regresar]
2La primera industrialización remite al arranque de la misma en el siglo XIX, en particular en el porfirismo. Véase CEPAL, "El desarrollo económico de México", en Problemas agrícolas e industriales de México, vol. III, núm. 3, México, julio-septiembre, 1951, pp. 483-484. Stephen Haber, Industria y subdesarrollo. La industrialización de México, 1890-1940, Alianza Editorial Mexicana, México, 1992. [regresar]
3Por medio siglo (1933-1982) el PIB crece más de 6%, o sea 4% por habitante. [regresar]
4Véase Juan Moreno Pérez, "Avances del proyecto de investigación sobre desarrollo del sistema financiero mexicano en el siglo XX", trabajo presentado para el proyecto Ciclos y tendencias en México del siglo XX, mimeo, Cholula, Puebla, 1991. [regresar]
5Desde luego la conmoción fue muy diferenciada, como siempre sucede, según regiones, sectores y ramas, algunas de las cuales incluso crecieron. Véase Stephen Haber, Industria y subdesarrollo. La industrialización de México, 1890-1 9 40, op. cit. [regresar]
6Consúltese el cuadro A. 2. [regresar]
7Es necesario considerar el efecto estadístico del mayor contrabando y subregistro, propios del momento y circunstancia, sobre todo en el caso de las importaciones. Es clara la exageración de la caída de las exportaciones según los datos disponibles en 1916; representaban apenas 14% de las realizadas en 1911-1912. Aún más significativa es la disminución de las importaciones que en 1916 eran apenas 4% de las de 1911-1912. Consúltese cuadro A.2. [regresar]
8Las fuentes de información más relevantes, por ahora, de aspectos económicos de la época como la salida de capitales, los problemas para invertir y en general para la acumulación y las variaciones del consumo, son constancias personales, informes consulares, recuentos familiares, literatura y notas eventuales de diarios. Para las grandes industrias, Stephen Haber, Industrialización y subdesarrollo. La industrialización en México, 1890-1940, op. cit., capítulo 8. [regresar]
9Edwin Walter Kemmerer, "Inflación y Revolución. La experiencia mexicana de 1912 a 1917", en Problemas agrícolas e industriales de México, vol. V, núm. 1, México, 1953, p. 183. [regresar]
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