Por ejemplo, afirmaciones como “no admito excusas: el trabajo tiene que estar terminado a las ocho en punto”, o “aquí mando yo y tú te callas y lo haces”, tienen sentido al ser emitidos por un jefe a un empleado o un padre a su hijo, y serían absurdos dichos por quien no se encontrase justamente en una situación que permitiera emitirlos.
La jerarquización económica y social, la cualificación profesional, la edad y el sexo son otros factores que determinan la efectiva competencia lingüística de los hablantes, que se confirman en las afirmaciones, preguntas o peticiones que se suceden a lo largo de la conversación.
Ciertamente, cada individuo asume en su vida diaria diversos roles: es padre o madre de familia, cliente de una empresa, trabajador de una sucursal bancaria... Ello ocasiona una adaptación de su lengua al ámbito en que se mueve y al tema de conversación específico.
Pero también puede ocurrir que uno o varios de esos papeles, consciente o inconscientemente asumidos, priven de su libertad expresiva a los hablantes: es este el sentimiento que provocan los que, como suele decirse, por ejemplo, hablan “como una madre”, “como un cura” o “como un adolescente”.
Sobre todo, en el llamado código restringidode la lengua, existe una adaptación rígida a esas pautas y, en definitiva, una orientación más a garantizar el status, lo que da seguridad al hablante aunque también lo deja desamparado ante intervenciones o argumentos inesperados, que a intentar encontrar una expresión individual, matizada y verdadera.
La lengua coloquial: expresión y persuasión
La expresión de la subjetividad del hablante y la actuación sobre el oyente son objetivos esenciales de la conversación.
Estrechamente unidos a la expresión de la subjetividad,se utilizan recursos como los siguientes:
1 Afirmaciones y negaciones insistentes.
2 Fórmulas de engrandecimiento y comparación, como son las metáforas e hipérboles.
3 Interjecciones, para expresar sentimientos o deseos.
4 Interrogaciones retóricas, que son preguntas que no esperan una respuesta, simplemente se hacen, por ejemplo, para engrandecer aquello que se está diciendo o escuchando.
5 Vocabulario (léxico) muy recurrente en relación con sentimientos elementales como el amor y odio, deseo y rechazo, dolor y alegría, etc.
6 Léxico concreto o específico, asociado a experiencias de carácter universal como la muerte, defectos físicos y morales, sexo, comida y bebida, etc.
7 Tendencia al contraste: antítesis y paradojas.
8 Acumulación de sinónimos y repeticiones diversas.
9 Gusto por la enumeración.
10 Abundantes diminutivos y aumentativos.
11 Fórmulas para valorar y criticar.
Durante la conversación, dentro de los procedimientos que se evidencian para la obtención de la respuesta deseada por el interlocutor, es decir, para influir, en la intervención, en la conducta del receptor,sea práctica o verbal, pueden citarse los siguientes:
1 Vocativos, con el uso de su nombre, apodo..., etc., durante la conversación.
2 Preguntas, para confirmar la información que se está recibiendo, interesarse por alguna particularidad...
3 Imperativos como “mira”, “oye”, “di”...
4 Alabanzas y censuras, elogios e insultos, aprobación y rechazo implícitos o explícitos de las palabras del receptor.
5 Eliminación ocasional de la primera persona, que se sustituye por formas generalizadoras o impersonales, para no ser evidente a quién va dirigida la información, petición...
6 Eufemismos y disfemismos. Las palabras tabú son aquellas que social-mente se consideran de mal gusto por aludir a realidades crudas, vulgares o que se intentan evitar. Con el uso de eufemismos se sustituyen esas palabras tabú al querer ocultar una realidad que se evita mencionar. Por ejemplo, si en el transcurso de una reunión o conversación usted dice “perdón, voy al baño”, no va a causar impresión o extrañeza en ninguno de los interlocutores, es socialmente correcta . El disfemismo consiste en utilizar expresiones despectivas o negativas para describir personas, cosas, hechos, etc. Se trata de ridiculizar lo que se nombra y puede haber un tono humorístico, pero también puede resultar cruel. Fíjese en esta expresión: Durante una conversación entre dos adolescentes, una le dice a la otra: “Ayer vino esa cosa a cenar”, refiriéndose, con el término “cosa”, a la nueva pareja de su madre.
3. Situaciones no coloquiales
La lengua oral se usa también, como se ha dicho, en situaciones no coloquiales, es decir, en las que no existe espontaneidad ni confianza entre los hablantes, incluso sin proximidad física entre ellos. Se trata más bien, en estos casos, de una ficción de lengua oral, de la realización hablada de textos cuya concepción es escrita, que solo aparentemente se someten a la confrontación con el interlocutor. Este no puede replicar espontáneamente y modificar así el curso de lo dicho. A lo sumo, puede intervenir al final para preguntar o puntualizar, aunque, básicamente, su papel se limita a asentir o negar interiormente.
Tres modalidades son las más importantes: la exposición oral, el debate y el discurso:
La exposición oral
Son exposiciones orales una conferencia, una charla, la respuesta a un examen oral, un informe presentado ante un grupo, la intervención en una reunión formal, una ponencia en un congreso, etc. Adviértase que, muchas veces, son textos escritos que el autor lee en voz alta para un público. La impropiedad de considerarlos verdaderamente lengua oral está basada en el grado de explicitud, muy grande, con una rigurosa construcción lógica, la ausencia de recursos expresivos y apelativos, y la escasa o nula referencia a la situación física.
El debate
El debate es un tipo de diálogo cuyas características están muy bien delimitadas: el tema aparece claramente formulado desde el principio y suele ser bastante preciso; las reglas que estipulan su duración, la de las distintas inter-venciones, y el orden de estas, suelen estar también rígidamente marcadas; la presencia del moderador asegura el cumplimiento de tales reglas; los interlocutores no pueden hablar a título privado, sino hacerlo en nombre de un grupo, estamento o ideología; suelen realizarse en público, ante un auditorio que es verdaderamente el destinatario del debate hasta tal punto que los interlocutores no intentan tanto comunicarse entre sí o convencerse unos a otros como influir en las opiniones y decisiones de quienes los escuchan. Las intervenciones en un debate exigen un soporte razonado y argumentado considerable.
Tipo de diálogo con unas características bien definidas, donde las intervenciones, el orden, el tiempo y las reglas aplicadas por un moderador suelen estar rígidamente marcadas. En la imagen, debate electoral entre J. F. Kennedy y R. Nixon, en 1960.
El discurso
El discurso se distingue dentro de la lengua oral por su solemnidad y por las consecuencias que se les atribuye. Tan informativo por su contenido como por la representatividad de quien lo pronuncia, se pretende con él bien conseguir una situación social particularmente relevante, como, por ejemplo, el que se pronuncia para abrir un periodo electoral, o el que se realiza para agradecer un premio o distinción, o bien persuadir a un público sobre un tema.
En el discurso, el orador como se ha visto, es el que posee en todo momento la palabra. Las personas a las cuales dirige sus argumentos no tienen en ningún momento el poder de réplica para expresar sus opiniones, con lo cual, a veces, resulta un monólogo.
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