Reciben el nombre de presuposiciones los significados más profundos de un mensaje, acerca de los cuales existe un acuerdo entre los interlocutores.
Por ejemplo: “Apaga el televisor” es una petición que, se cumpla o no, implica que el televisor está encendido; “Rosa sigue tan guapa como siempre”, independientemente de que sea verdad o mentira, parte del sobreentendido de que, al menos en el pasado, Rosa era guapa (o, si el enunciado es irónico, de que nunca lo ha sido). Una cosa es, pues, lo que se dice, y otra lo que se da por supuesto.
En ocasiones, se presupone la existencia del mundo del que se habla, sea en la realidad, sea en la ficción. Otras presuposiciones afectan a la situación en que se habla: relación entre los hablantes, roles sociales, experiencias y conocimientos compartidos, concepción del mundo, etc.
Cuando las presuposiciones del emisor no coinciden con las del receptor, no se produce una comunicación satisfactoria: el intercambio lingüístico se interrumpe de hecho, o bien los interlocutores deben recurrir a mecanismos que hagan explícitos tales supuestos no compartidos y los sometan a discusión. Cuando coinciden, la comunicación es eficaz, y esa coincidencia permite que el diálogo progrese rápida y coherentemente.
Las reglas de la conversación
El desarrollo de la conversación está regido por lo que suele llamarse principio de cooperación,es decir, el acuerdo implícito entre los hablantes de contribuir a la finalidad que tiene la conversación: tratar un tema expresamente planteado, como “cuéntame qué has hecho este verano”, o espontáneamente surgido a lo largo del diálogo: “... y allí nos encontramos con Carmen [...] por cierto, ¿qué ha sido de ella?”.
Algunos teóricos deducen de este principio de cooperación varias reglas que, supuestamente, siguen los hablantes, y que pueden resumirse así:
1 Lo que cada hablante dice debe ser coherente con el tema de la conversación y con la intervención previa del interlocutor.
2 Cada hablante debe proporcionar la información exigida por las circunstancias, ni más (diciendo cosas no pertinentes a la situación) ni menos (callando otras que pueden serle y le son de hecho requeridas).
3 No se debe decir lo que se crea falso.
4 Es preciso argumentar lo que se dice.
5 Las intervenciones de los hablantes deben ser ordenadas y precisas. Su extensión debe ser proporcional a lo que se quiere decir y a la extensión de las otras intervenciones.
Recuerde
Las presuposiciones son los significados más profundos de un mensaje, acerca de los cuales existe un acuerdo entre los interlocutores.
Tipos de diálogo
Estas reglas pretenden explicar de qué manera se mantiene el razonamiento que todo diálogo implica. Se incumplen, sin embargo, continuamente por variadas razones, ya sea por el propósito de engañar, por la desconfianza en quien habla, o por las diferencias culturales entre los interlocutores.
El despliegue de la razón no es lo único que se encuentra en la comunicación interpersonal: hay diálogos orientados a la reflexión y otros más bien a la persuasión, diálogos que se proponen que alguien decida algo y otros sin objetivo aparente que aseguran el contacto entre quienes se encuentran próximos, aunque no existan temas reales para tratar.
El contacto puede ser accidental, como conversaciones entre conocidos sobre el tiempo, sobre generalidades... o estrecho y continuado, como conversaciones íntimas, charlas familiares... Se habla para mostrar simpatía, disposición favorable hacia el otro, o bien para transmitir todo lo contrario, antipatía, hostilidad y odio.
El contacto en el diálogo puede ser accidental, o estrecho y continuado, como sucede en las relaciones familiares.
Estos intercambios, donde lo esencial no es el tema sino la actitud y la relación entre los hablantes, constituyen la conversaciónpropiamente dicha.
En ella abundan las expresiones y fórmulas fijas, como las que sirven para saludar, despedirse, agradecer, pedir, felicitar, condolerse, etc.
La discusiónse encuentra más sujeta a un tema explícitamente formulado que al fruto de la negociación entre los hablantes. En ella el interés del tema sí resulta esencial: discusiones de negocios, de asuntos familiares, de política. Entre los interlocutores hay un cierto reparto de actitudes, ya que no pueden estar de acuerdo en todo. No hay diálogo sin opiniones diferentes, sin controversia, y el objetivo de la discusión es precisamente reducir esas diferencias.
Finalmente, otras clases de diálogo tienen una expresión más formal y estricta, como, por ejemplo, los debates(es un método para el análisis y solución racional y consensuada de problemas), las mesas redondas(es la reunión de varias personas, de tres a seis por lo general, para exponer sobre un tema predeterminado y preparado) y los exámenes orales(prueba o ejercicio que se hace a una persona para valorar su capacidad en una actividad o sus conocimientos en una materia concreta a través del lenguaje oral).
¿Lengua oral o lengua coloquial?
Aunque se emplea a veces en situaciones no coloquiales, básicamente la lengua oral es coloquial. Como ya se dijo, está caracterizada como una variedad de uso de la lengua común y ya hemos indicado algunas de sus peculiaridades fónicas, gramaticales y léxico-semánticas. Tres rasgos parecen esenciales para caracterizarla:
La deixis,es decir, la necesidad de situar cuanto se dice en el espacio y en el tiempo, en relación con el hablante y el oyente. Las palabras funcionan como mostración y ordenación de la realidad extralingüística y su valor depende de la situación en que se habla. Son palabras deícticas los pronombres personales (“yo” y “tú” señalan a los interlocutores; la 3.ª persona, a todo lo demás), los posesivos, los demostrativos, ciertos adverbios (“aquí”, “allí”, “ahora”).
La elipsis,en su sentido más amplio, supone la expresión de elementos que, gracias al contexto (palabras de los interlocutores) y a la situación, se pueden recuperar de modo inequívoco.
La abundancia de recursos expresivos y apelativos, además de los de contacto, prevalece sobre la función referencial del lenguaje. La participación emocional del hablante, el control de las reacciones del oyente y la intervención sobre este resultan fundamentales.
La lengua oral es, básicamente, coloquial, sobre todo en una conversación entre amigos o familiares. El nivel de coloquialidad dependerá del grado de amistad o familiaridad.
Todo ello afecta a los tres planos de la lengua: al fónico (peculiaridades de articulación y entonación), al gramatical (orden de palabras más psicológico que lógico) y al léxico-semántico (predominio de la connotación).
Conversación y rol social
Es evidente que, cuando dos personas dialogan, no lo hacen al margen del sistema cultural y social del que forman parte. Por el contrario, los papeles o roles que este entorno les atribuye (padre o hijo, profesor o alumno, jefe o subordinado...) resultan determinantes a la hora de decidir lo que van a expresar y, sobre todo, la manera de decirlo, es decir, qué decir y cómo.
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