Las evaluaciones y justificaciones que constituyen las razones que una persona pueda ofrecer, aunque son realizadas por individuos, no surgen ni atañen solamente a principios, creencias o emociones internas, y a la atención de las razones que otros puedan darnos, sino que aparecen situadas cultural y socialmente; por lo tanto, el análisis de los dilemas morales debería incluir el análisis y consideración de las condiciones posibilitadoras y limitantes en las que personas concretas, en un entorno específico y situado culturalmente, viven y enfrentan situaciones que se les aparecen y que sienten como moralmente dilemáticas. En esa dirección, elaboramos una guía para el análisis de dilemas morales que nos sirviera para trabajar con los estudiantes en 1) el desarrollo de la capacidad de justificar argumentativamente ante sí y con los otros las propias opiniones morales; 2) el análisis de las circunstancias en las que la persona tiene que decidir y que incluyen tanto sus compromisos morales, sentimientos e intereses y los de quienes le rodean y resultan afectados por la decisión, como las condiciones institucionales, culturales y económicas, el entorno en el que las personas están llevando sus vidas; 3) la consideración y examen de las opiniones y argumentos que los otros pueden dar sobre la situación analizada, lo que incluye tanto las razones dadas por sus compañeros como las que pueden extraerse de otras fuentes; y 4) la comprensión y posterior aplicación de los distintos marcos éticos que la tradición nos provee, en aras de ver sus potencialidades y sus limitaciones a la hora de interpretar y leer las situaciones en la que se encuentran los agentes que experimentan el dilema.
Lo anterior supuso también la decisión de trabajar con casos que tuvieran una suficiente ambientación de la situación por analizar. Por ello, en lugar de trabajar con historias cortas en sesiones de una o dos horas, al modo propuesto por Kohlberg y Lind, planteamos trabajar con historias que desarrollaran el entorno y el ambiente moral y social en la que los sujetos vivían, y en las que se mostrara de qué sujetos se trataba, cuál era su carácter e identidad moral, sus compromisos intelectuales y emocionales; así, nos propusimos trabajar con casos extraídos de la literatura y el cine, en los cuales además de identificar situaciones moralmente conflictivas o dilemáticas experimentadas por personas concretas con una historia de vida, pudiéramos analizar en qué medida el dilema no solo aparece inscrito en una dimensión individual y personal de quien debe evaluar sus opciones y tomar una elección, sino que también responde a una dimensión colectiva, a instituciones concretas y a entornos morales específicos.
Es así como, por ejemplo, para entender la situación que experimenta Ana Karenina, el personaje de León Tolstoi, quien se debate entre elegir una vida con su amante Vronsky o su hijo Seriozha, entre vivir una vida en el ostracismo social o una vida al lado de su marido, no es suficiente con identificar, descubrir y explorar las razones que podrían sustentar cada una de las alternativas. No podemos entender la complejidad de la elección ante la que se debate Ana sin comprender el mundo moral en el que ella vive; tampoco podemos comprender su decisión final sin entender la fragilidad de la vida y la voluntad humana, y las influencias a las que esta se ve sometida por parte del entorno, las instituciones y las normas sociales, las cuales pueden convertir a las personas en víctimas de sus circunstancias (Lara, 1992, p. 220). Para pensar seriamente en Ana y su situación, se requiere considerar sus razones, pero también sus emociones, sus pasiones y temores, los cuales emergen en un referente social, cultural y normativo, y a los que solo podemos acceder a través de la narración que Tolstoi construye, y del desarrollo de nuestra imaginación. Como afirman autoras como María Pía Lara o Martha Nussbaum, por medio de la literatura y del cine podemos ampliar nuestra imaginación al invitar a lectores y espectadores a acercarse al lugar en el que personas diferentes a nosotros tienen experiencias y vidas igualmente diversas, suscitando emociones poderosas e ideas que atienden a mundos más allá del propio (Nussbaum, 1997); acceder al mundo de los personajes nos permite comprender “las complejidades y exigencias de su situación, sus obligaciones y responsabilidades, por lo que la textura moral del personaje se nos hace cada vez más evidente” (Lara, 1992, p. 222).
Todo lo anterior suponía una labor ambiciosa que iba más allá de una sesión de clase, por lo que se propuso que la guía para trabajar el análisis de dilemas morales se desarrollara durante todo un semestre. En los últimos años y como resultado del uso de la guía en el salón de clase y del trabajo desarrollado dentro de la línea de investigación en Ética y Educación del Grupo de Ética Aplicada, Trabajo y Responsabilidad Social, se identificaron importantes elementos limitantes, así como también aspectos positivos de examinar con esta metodología.
Con respecto a lo primero, se evidenció que la guía tal como se propuso en un comienzo resultaba bastante ambiciosa para trabajar con estudiantes de primeros semestres, en especial durante un semestre. Principalmente, se hacía muy difícil desarrollar la parte que busca dar cuenta de los distintos tipos de justificación moral presentes en la tradición filosófica en relación con las posibles razones que sostienen las opciones del agente. Con respecto a lo segundo, el acento puesto en las circunstancias permitió ir más allá —o más acá— de la pregunta ¿qué debe hacer el agente X? y transitar del examen de las razones y de la deliberación respecto de la elección que dicho agente debía tomar hacia lo que Lisa Tessman ha denominado las inevitables fallas morales (Tessman, 2015, pt. I), o lo que Martha Nussbaum ha llamado la cuestión trágica: todas las opciones que tenemos son moralmente inaceptables (Nussbaum, 2000).
La primera cuestión, si bien es importante, puede conducir, en primer lugar, a suponer que el conflicto o dilema moral se resuelve en la acción elegida. Esto, como expone Nussbaum, puede conducirnos a pensar en estrategias de decisión en términos de un análisis de costo-beneficio, en donde la dimensión moral, en especial la relacionada con el reconocimiento del daño resultante de la elección y la responsabilidad de repararlo, quede en un segundo plano; también puede provocar, como lo señala Tessman, una especie de huida de una grave forma de falla moral: centrarse en un dictamen sobre lo que el agente debía hacer en situaciones moralmente dilemáticas, en donde el costo moral de las alternativas es inevitable, puede conducir a un aparente triunfo de la moralidad que nos sirva para salvaguardarnos del fracaso (Tessman, 2015, pt. II). La segunda, por su parte, muestra la posibilidad de que las personas afronten situaciones en las que es inevitable el daño moral, siendo algunos de ellos reparables, pero otros imposibles de serlo.
¿Cuál es el propósito de trabajar el análisis de los dilemas morales abriendo esta última cuestión? Nussbaum indica al menos cuatro razones de por qué acentuar la cuestión trágica o el reconocimiento de la falla moral inevitable: en primer lugar, ayuda a clarificar la naturaleza de nuestras alternativas éticas, informándonos sobre importantes diferencias entre autointerés y compromiso, valores prudenciales y morales. En segundo lugar, refuerza compromisos con valores morales fundamentales que en general deberían ser observados. En tercer lugar, reconocer en la tragedia que nuestras manos están sucias nos motiva a hacer reparaciones apropiadas por la conducta que, aunque inevitable en un sentido, fue también antiética. Finalmente, el reconocimiento de la tragedia nos conduce a preguntar cómo la situación trágica podría haber sido evitada por una mejor planeación social. La tragedia así nos provee de un conjunto importante de incentivos para la buena reflexión social (Nussbaum, 2000).
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