04.La otra vertiente que plantea el Capítulo III es la distinción entre las cuestiones de política y las cuestiones de administración.
La distinción entre elementos de valor y elementos fácticos en la adopción de decisiones establecida por Simon constituye el fundamento sobre el que puede trazarse la línea divisoria ideal entre las cuestiones de política y las cuestiones de administración. Para adentrarnos en este concepto que Simon no trató específicamente como decisiones políticas, aunque lo caracterizó y circunscribió concretamente, conviene realizar la yuxtaposición de sus escritos para intentar interpretar y comprender el fenómeno. Para ello, en el desarrollo de esta sección, se refrescarán algunos conceptos y precisiones formuladas por Simon y, al finalizar, se producirá un ensayo con la interpretación de esa información.
March y Simon propusieron, para no caer en la trampa de concordar acerca de los valores, considerarlos términos primitivos, que deben ser aceptados sin discusiones ni cuestionamientos. Pero los significados diferentes del mundo hacen que los participantes atribuyan interpretaciones disímiles, conformando socialmente un tipo de problema que se ha denominado conflicto. Entonces, en primera instancia, se encuentra el impulso al comportamiento, producido por personalidades individuales que difieren en sus visiones del mundo en función de ideas individuales: “La existencia de una necesidad positivamente sentida de decisión conjunta y una diferencia en las metas o una diferencia en las percepciones de la realidad, o ambas” (March & Simon, 1958). Para su solución, propusieron: “Una organización reacciona frente al conflicto con cuatro procedimientos principales: (1) solución del problema; (2) persuasión; (3) negociación; y (4) ‘política’. [...]. Por ‘política’ entendemos el proceso en el cual la situación básica es la misma que en la negociación –hay conflicto intergrupos–, pero el campo de la negociación no es para los participantes un dato fijo” (March & Simon, 1958).
Sobre esta base, podemos afirmar que, para Simon, la política es un modo de acción general, un arquetipo que posibilita que los participantes de las instituciones, con determinados sistemas de valores, intenten modificarlos para abrir paso a una solución común o compatible con el mundo percibido. Por eso March y Simon expresaron: “Una estrategia básica de pequeños poderes (ya sean subunidades de la organización o estados de una nación) en sus relaciones con grandes poderes consiste en no permitir que se definan estas relaciones como bilaterales, sino ampliar los actores interesados para incluir aliados potenciales. Bien conocida es la consecuencia que la práctica de la negociación colectiva (contratos colectivos de trabajo) tiene para el conflicto en la organización; la tendencia a incluir instancias gubernamentales en la negociación; no menos conocidos son los casos –menos frecuentes, pero igualmente espectaculares– de los litigios con los accionistas. El uso de la política dentro de la misma organización es, pues, una técnica importante para resolver el conflicto intergrupos” (37) (March & Simon, 1958).
En la década del sesenta, en 1964 precisamente, Simon escribió, en alusión a la decisión política de establecimiento de objetivos institucionales: “Más rigurosamente, ‘objetivo organizacional’ puede ser usado para referirse al conjunto de restricciones que definen los roles de los niveles superiores de la jerarquía administrativa”. Así, el concepto de propósito institucional se definía más por el conjunto de restricciones y fines posibles que por objetivos determinados. Lo afirmó de esta manera: “En la situación de la toma de decisiones en la vida real, un curso de acción, para ser aceptable, debe satisfacer un conjunto de requerimientos o de restricciones. A veces uno de esos requerimientos se selecciona interpretado como un objetivo para la acción. Pero la elección, entre muchas, de una de las restricciones es en gran parte arbitraria. Para multiplicidad de propósitos es mucho más concreto referirlo a todo el conjunto de requerimientos como un objetivo (complejo) para la acción. Esta conclusión se aplica tanto para la toma de decisiones individuales como organizacionales” (Simon, 1964.c).
Los procesos analíticos –“solución de problemas” y “persuasión”– de solución de conflictos (March & Simon, 1958) dependen de la motivación de los participantes e intentan asegurar sus acuerdos. Al respecto, expresó Simon: “ En la teoría de la motivación formulada por mí y por Barnard se postula que los objetivos de cada grupo de participantes pueden ser divididos en incentivos (aspectos de participación que son deseados por los participantes) y contribuciones (aspectos de participación que son entradas en la organización de la función de producción que generalmente tiene utilidad negativa para los participantes). Cada participante está motivado a maximizar, o al menos incrementar, sus incentivos mientras decrecen sus contribuciones, y su motivación es de crucial consideración para explicar su decisión de integración (o permanencia). Pero ‘integrarse’ significa aceptar un rol organizacional, de ahí que no se requiera ninguna supuesta motivación adicional más allá de aquella teoría de incentivos-contribuciones para explicar el rol consiguiente del comportamiento exhibido” (Simon, 1964.c). Por otro lado, están los “procesos de negociación” de solución de conflictos (March & Simon, 1958) –“negociación” propiamente dicha y “política”–, y quienes conducen la institución deberán distinguir cuándo aplicar uno u otro proceso (March & Simon, 1958). Simon aclaró: “ Este ejemplo sirve para dilucidar cómo la inmensa masa de decisiones que están siendo constantemente adoptadas en una institución compleja puede ser vista como un sistema organizado[...]. Pero en la mayor parte del comportamiento humano la relación motivación y acción no es simple; está mediada por una compleja cadena de sucesos y circundantes condiciones. [...]. La relación entre la acción y el objetivo último se ha vuelto altamente indirecta y contingente... el objetivo es perseguido sólo dentro de los límites impuestos por las restricciones” (Simon, 1964.c). Para determinar si la aplicación es de un tipo de proceso u otro, es menester establecer si el problema se refiere a los fines institucionales o si se refiere a las motivaciones personales de los participantes. Simon depuró el concepto: “El primer paso hacia una clarificación es mantener una distinción entre objetivos, por un lado, y motivacione, por el otro. Por objetivos, aludiremos a premisas de valor que nos pueden servir como detonantes de decisiones. Por motivaciones aludiremos a las causas, cualesquiera que haya, que permitan a los individuos seleccionar algunos objetivos más que otros como premisas para sus decisiones” (Simon, 1964.c).
En el esquema que se idealizó, (38) se interpreta lo que dijo Simon en 1969. En primer lugar, respecto de los “mundos”: “El mundo en el que actualmente vivimos es más un mundo creado por el hombre, un mundo artificial, que un mundo natural. Casi todos los elementos que nos rodean dan testimonio del artificio humano” (Simon, 1969.a). En segundo lugar, las descripciones referidas a los “estados” y a los “procesos”: “ ‘Una circunferencia es una figura cuyos puntos son equidistantes de un punto dado’; ‘Para trazar una circunferencia, se hará girar un compás sobre un brazo fijo hasta que el otro brazo haya regresado al punto de partida’. Queda implícito, según Euclides, que de llevarse a cabo el proceso detallado en la segunda frase, se obtendrá un objeto que cumple con la definición de la primera. La primera frase constituye una descripción de estado de una circunferencia, mientras que la segunda es una descripción de proceso. Así pues, estas dos formas de aprehender estructuras constituyen la trama y el fundamento de nuestra experiencia. Las fotografías, las fotocopias, la mayoría de los diagramas y las fórmulas químicas estructurales son descripciones de estado. Las fórmulas, las ecuaciones diferenciales y las reacciones químicas son descripciones de proceso. Las primeras caracterizan al mundo según se experimenta; aportan los criterios para identificar los objetos, a menudo gracias a modelizar los propios objetos. Las últimas caracterizan al mundo según se actúa sobre él; aportan los medios para producir o generar objetos que posean las características deseadas. La distinción entre el mundo según se experimenta y el mundo según se actúa sobre él define la condición básica para la supervivencia de los organismos adaptativos” (Simon, 1969.a). En tercer lugar, respecto de la “relación dual con el mundo”, Simon expresó: “Así pues, la solución de los problemas exige el continuo traslado de la descripción de estado a la descripción de proceso de la misma realidad compleja. Platón, en su Menón, argumentaba que aprender es recordar. No sabría explicar de otro modo cómo llegamos a descubrir o reconocer la respuesta a un problema a menos que conozcamos de antemano dicha respuesta. (Simon, 1969.a).
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