2. Teología sistemática I. La razón y la revelación. El ser y Dios , Sígueme, Salamanca, 1982, 15.
3. Ha sido, hasta donde nos resulta posible saber, Hans de Wit, en su útil libro, En la dispersión el texto es patria. Introducción a la hermenéutica clásica, moderna y posmoderna (Universidad Bíblica Latinoamericana, San José, 2002), el que ha utilizado por primera vez, al menos en español, el término teologías del genitivo , o mejor dicho, hermenéuticas del genitivo , para hacer referencia a aquellas teologías o hermenéuticas latinoamericanas epígonas de la teología de la liberación y que, tal como la sintaxis del caso genitival lo refiere, harían referencia al elemento de definición de su quehacer, a saber: teología del indígena, de la mujer, de la tierra, etc.
4. Ambas funciones de la teología – in oratione obliqua e in oratione recta – son desarrolladas ampliamente por B. Lonergan en Especializaciones funcionales constitutivas del método teológico (en, Método en teología , Sígueme, Salamanca, 2006, 132 ss.). Véase, también, E. Araya, Funciones de la teología , en, Introducción a la teología sistemática. Prolegómenos, CTE, Santiago, sin fecha de publicación, 11 ss.).
5. Introducción a las teologías del mundo , Verbo Divino, Navarra, 2002.
6. Ibíd., 70.
7. Op. cit., 71.
PARTE I
VERDAD EN POSTERGACIÓN DE LA
CONTEXTUALIDAD LA IDENTIDAD COMO
IMPERATIVO
1
Planteamiento del problema
La urgencia por establecer una saludable relación dialéctica entre aquellas dos dimensiones ciertamente indisolubles de la fe cristiana, a saber, la identidad y la relevancia, no compromete una tarea cuya responsabilidad se deba únicamente endosar a la teología bíblica o sistemática, a la teología práctica o a la pastoral; esto no constituye tampoco un asunto de mera precisión y preservación doctrinal, ni de hacer más prácticos o populares sus contenidos. Antes bien, aquello, visto en su real profundidad, guarda relación con la determinación de la especificidad misma del mensaje cristiano y con la necesidad de que tal particularidad sea traducible a las categorías propias de comprensión humana e interpele a sus todas realidades existenciales y horizontales y, en consecuencia, es un trabajo que concita el esfuerzo todo de la iglesia cristiana. Por lo mismo, cualquier escisión de esta inquebrantable unidad o polarización en torno a alguna de estas dimensiones, lleva a cierto riesgo no solo de difuminar la unicidad de este mensaje, sino también de convertirlo en una alquimia o un discurso simplemente inocuo para el ser humano y sus necesidades integrales. Ahora bien, en lo que refiere a la relación estricta con la radicalización de la dimensión de identidad, podríamos decir, en términos generales, que el peligro estriba aquí en que, en aquel denodado esmero por resguardar el valor irreductible de las verdades que se estiman reveladas, mas en sensible postergación de su aplicación en desarrollo contextual, se tiende al evidente riesgo de identificar el contenido de tales verdades con ciertas interpretaciones y visiones propias de un determinado entrevero histórico y cultural, y se cree por lo mismo que un ulterior esfuerzo de contextualización o traducción no solo resultaría innecesario, sino además atentatorio contra aquella fijación inicial.
Un claro ejemplo de este posicionamiento, en que contenido de la verdad revelada y solución coyuntural se yuxtapone, al punto de forzar extemporáneamente su asimilación, podría estar fielmente representado tanto por el fundamentalismo bíblico-teológico como por algunas actuales reediciones de la ortodoxia evangélica. El resultado es, por tanto, en lo teórico, el hecho de que ambos sistemas dan muestras de una notoria incapacidad para ofrecer un diálogo profundo y veraz con la dimensión contextual, ya que elevan lo transitorio y contingente, con sus respectivas figuras conceptuales, a lo absoluto y perenne; en lo existencial, por su parte, esto acarrea la censura de toda búsqueda honesta de la verdad, la crisis entre la ciencia y la conciencia y, por último, una suerte de insana fiscalización a la conciencia libre de quienes no alineen fila con las conclusiones inalterables de esa escuela. Es cierto que, en una estructura de pensamiento planteada según esta modalidad, el elemento de identidad se verá claramente favorecido, y se evitará así su consiguiente problematización –“sabemos quiénes somos, lo que pensamos y hacia dónde nos dirigimos”–, aunque, a decir verdad, aquel saber lo que se es no significa que haya sido realmente confrontado, a través del contacto con la otredad, aquella convicción de lo pensado, ni que esa seguridad no haya sido forjada mediante la exclusión de todo aquello que apareciera como discrepancia y desacuerdo, ni que aquel saber hacia dónde se va haya significado otra cosa más que un movimiento circular. Y es que una afirmación de la identidad cristiana que desestime a priori el extra nos siempre interpelante de la dimensión contextual, presente en las esferas política, social, económica, valórica, ambiental, en fin, de la vida toda, perderá en relevancia lo que ha ganado en identidad, y resultará, finalmente, en un discurso apenas significativo más allá de sus seguras fronteras confesionales o proposicionales. Pues bien, y sin más dilatación, introduzcámonos entonces en aquella expresión de la American Religion , cuyo movimiento general se orienta hacia una evidente exacerbación de la dimensión de identidad y atiende, en especial, al enorme influjo e impacto que tal tendencia ha ejercido en el concierto evangélico de América Latina.
2
Una herencia desde el Norte
Como es sabido, gran parte del protestantismo que arribó a América Latina, incluso a través de aquellas familias denominacionales abiertamente vinculadas con el movimiento histórico de la Reforma, no tomó el camino más directo desde su matriz fundante, Europa, sino que accedió a nuestro continente por medio de un más dilatado periplo, que incluía ya una profunda mediación teológica y cultural propia de los movimientos protestantes forjados en los Estados Unidos. 8Determinar el impacto de esta herencia y obtener de allí las respectivas lecciones para el diversificado espectro evangélico de América Latina ha de ser la principal tarea que a continuación nos propondremos. No solo, desde luego, porque “la ignorancia de esos procesos de mediación ha sido un grave obstáculo para que los evangélicos latinoamericanos nos entendiéramos a nosotros mismos como protestantes” 9, como correctamente ha enfatizado José Míguez Bonino, sino, aún más, y planteado positivamente, porque el conocimiento pleno de esta mediación nos ha de permitir discernir con mayor precisión histórica los grandes méritos y oportunidades contenidos en esta herencia misional, pero del mismo modo también sus evidentes riesgos y vacíos. En efecto, ha sido la falta de discernimiento en cuanto a los elementos disonantes de la religión americana y no la escasez en relación a la celebración de sus aciertos la gran deuda que, a nuestro criterio, arrastra el mundo evangélico de América Latina, factor de retraso, a su vez, para el establecimiento de una relación mucho más saludable en torno a las dimensiones de identidad y relevancia de la fe. Ciertamente, le asiste nuevamente la razón a Míguez Bonino 10cuando acusa que ha sido aquel afán casi compulsivo por avistar el error en el otro –entiéndase aquí por aquel otro, el “catolicismo heredado”, cuyo error ha consistido mayormente, según gran parte del juicio evangélico, en su abierto sincretismo, su flagrante ausencia de centralidad bíblica, etc.– lo que ha impedido al mundo evangélico de América Latina operar con un similar criterio crítico cuando se ha tratado de reparar en los elementos distorsionantes que ha tenido su herencia misionera en la propia realidad evangélica. Empero, y a pesar de la consistencia que contenga la apreciación del teólogo argentino, o que los yerros enrostrados por una buena parte del espectro evangélico a aquel catolicismo no estén completamente desprovistos de todo fondo de veracidad, habría también que señalar que el influjo de esta herencia misionera proveniente de los Estados Unidos ha resultado tan abarcante y decisiva para el espectro evangélico de nuestro continente que sería virtualmente inimaginable pretender obtener una afirmación y explicitación de lo evangélico para este fuera de esos exclusivos márgenes y horizontes de sentido. Por lo mismo, y toda vez que tal herencia se ha constituido para este en su sustancia informante, en su medio natural, no han resultado fáciles ni la distancia de perspectiva requerida ni los recursos de acervo histórico y teológico debidos para desarrollar un indispensable ejercicio de discernimiento y crítica al respecto de la propia influencia misional. Esto es así al punto que se podría aseverar, aunque sobre ello no haya completa conciencia, o esta exista únicamente en relación al fundamentalismo, que afirmar la identidad evangélica en América Latina es afirmar lo sustancial de la religión americana, lo que ella tenga de meritorio, pero también lo que tenga de peligroso.
Читать дальше