Tal constructo, la American Religion , indivisible si lo situamos tan solo a partir de los escuetos datos que sobre este acabamos de verter, se intentará desglosar, no obstante, en relación con el protestantismo de aquel país y, en particular, entre aquellas corrientes del mismo que tienden a exacerbar la dimensión de la identidad en detrimento del discurso relevante y horizontal –y que hallarían evidente representatividad en aquella designación de lo evangelical , reseñada ya por P. F. Knitter–, y aquellas otras corrientes que, por el contrario, suelen radicalizar la dimensión de la relevancia, prácticamente en suspensión de toda su contraparte de la identidad –y en las que habría que consignar todas aquellas líneas que bien podrían quedar circunscritas bajo el concepto aquel de mainline churches – . Ciertamente, toda vez que lo que aquí habremos de acometer será la influencia y las consecuencias que la American Religion ha tenido sobre el concierto evangélico de nuestro continente, tanto en lo relativo a su quehacer eclesiástico como teológico, aparece claramente exigida la necesidad de detenernos específicamente en aquellas expresiones suyas que han contado con una efectiva y real presencia en este medio. Este parámetro hace referencia, en este caso, a aquellas manifestaciones mayoritariamente provenientes de aquella línea evangelical , y que nosotros, como hemos dicho, comprenderemos dentro del marco de aquella dialéctica tan consustancial para la fe cristiana –la de la identidad y la relevancia–, como la afirmación de un posicionamiento que tiende a radicalizar la primera de estas dimensiones, entretanto que tiende a suspender o a minusvalorar la segunda de ellas; a saber: aquellos grupos y corrientes misionales originados tanto a partir del así llamado Segundo Despertar, como dentro del marco general del fundamentalismo misional, que incluye asimismo ciertas expresiones de la ortodoxia, las posteriores corrientes pentecostales y neopentecostales, y se extiende hasta llegar a los incipientes movimientos emergentes. Desde luego, y en atención al hecho de que ha sido esta línea evangelical la expresión absolutamente preponderante de la American Religion en América Latina, cuya influencia por lo demás ha resultado tan decisiva a la hora de configurar el perfil y la dinámica característicos del protestantismo de nuestro continente, no parece posible impugnar sin más la validez de designación de este con el nombre de evangélico. Se comprende, claro está, que existe a la par de aquella, otra connotación del término, mucho más amplia teológicamente hablando, esto es, en cuanto referencia directa a la proclamación del euangelion y a la gracia y la oferta de salvación contenidas en la persona y en el mensaje de Jesús, el Cristo.
Más allá de esto, y reconociendo abiertamente la ascendencia predominante de esta línea evangelical, cuya constante propensión se ha decantado hacia la evidente polarización de la dimensión de la identidad, tendremos asimismo el deber de abordar aquella otra expresión de la American Religion que , por el contrario, se ha perfilado, cuánto más en estas últimas décadas, hacia un notorio radicalismo del discurso relevante y horizontal. Una expresión, como se ha dicho, asociada generalmente a aquel concepto de las mainline churches, y que si bien no ha constituido (a diferencia del bloque evangelical ) ninguna fuerza misional gravitante, y por lo mismo, su impacto en el concierto evangélico de América Latina ha sido realmente muy exiguo, comienza en la actualidad, sin embargo, a partir de cierta presencia en espacios teológico-educacionales y una agenda que, identificada con una determinada directriz política y cultural, resulta de evidente agrado para ciertos grupos afines a ella, a ofrecer alguna incipiente influencia en el concierto evangélico continental. Por supuesto , evangelical y mainline churches, identidad y relevancia, no constituyen, a decir verdad, más que sendos tipos ideales, instrumentos heurísticos de aprehensión de la realidad al servicio de la descripción de una determinada dinámica de fe y su aledaña espiritualidad, la religión americana, cuyo alcance, empero, sobrepuja con creces la estricta referencia a un quehacer teológico y eclesiástico en particular para integrar en su horizonte elementos esenciales de aquel genio cultural usamericano. Es cierto, por otra parte, y nadie lo podría negar, que la vida concreta se presenta siempre mucho más compleja de lo que cualquier tipo ideal puede consignar y, en tal sentido, no es posible presionar a tal recurso conceptual al punto de exigirle que constituya un catastro inequívoco de aquel fenómeno sobre el cual este se ha decidido implementar. Esto equivale a afirmar que no existen fenómenos de la realidad humana que se expresen de manera completamente aséptica y pura, sin la integración de o la interacción con otras experiencias de la realidad, tanto si ese relacionamiento es de antagonismo, complementariedad o continuidad. Valga, en efecto, esta aclaración, por cuanto en lo que a la religión americana refiere, no debemos pensar que aquella indisoluble dialéctica de la fe cristiana –las dimensiones de la identidad y la relevancia– se desarrolle entre ambos bloques o expresiones ya descritos bajo una suerte de antagonismo primigenio o un dualismo primordial, esto es, aquí la relevancia – mainline churches –, allá la identidad – evangelical churches –, sin que medie al menos entre ambas un cierto grado de relacionamiento y correlatividad.
Dicho de otro modo: no existe en realidad algún quehacer eclesiástico o teologal, por más abocado que esté a la preservación celosa de aquello que a su juicio aparece contenido e inmodificable en la dimensión de identidad que, al mismo tiempo, no busque siquiera furtivamente que sus propiedades sean de algún modo relevantes para la generación actual; de igual manera, desde luego, tampoco existe alguna corriente teológica o algún movimiento eclesial que, en su esfuerzo por actualizar el discurso cristiano (por más radical y a ratos destemplado que nos parezca este afán), prescinda absolutamente de todo fondo de identidad para explicarse a sí mismo. Pues bien, en virtud de lo acotado, sería erróneo afirmar que las expresiones de la American Religion amparadas bajo aquella designación de lo evangelical carezcan de toda preocupación por la temática relevante y contextual, o, por el contrario, que a las circunscritas dentro de aquel concepto de mainline churches no le asista en su esfuerzo de cubrir lo horizontal siquiera un breve margen de referencia a la dimensión de identidad. Mas, con todo lo cierto que esto pueda entrañar, se debe reconocer sin embargo como rasgo aprehensible y tendencia general, y aquí es precisamente donde la figura del tipo ideal nos ofrece a despecho de lo ya mentado una indiscutible utilidad, que en la religión americana se trasunta una disposición casi natural a la escisión de esta indisoluble dialéctica de la fe cristiana, la relevancia y la identidad, de forma tal que la atención y afirmación de la una es prácticamente a la par y casi por un acto de necesidad postergación (sino directa suspensión) de su contraparte esencial. Por supuesto, es menester precisar además que la comprensión y afirmación que en este contexto se llegue a albergar sobre las dimensiones de la relevancia y la identidad discurre básicamente dentro de los márgenes y precomprensiones dados por aquella misma American Religion y, en última instancia, por su entorno cultural mayor, esto es, la American way of life .
A la luz, entonces, de esta especificación, quisiéramos por último señalar brevemente la forma en que hemos decidido dividir este trabajo. En el primer capítulo, nos ocuparemos de analizar aquella expresión del protestantismo de los Estados Unidos que hemos definido ya como bloque evangelical, y cuya propensión general, amén de las explicaciones ya referidas anteriormente, se orienta según nuestra opinión hacia una evidente radicalización de la dimensión de la identidad. Desde luego, en la medida en que de este bloque han emergido aquellos grupos y corrientes cuyas fuerzas misionales y espirituales han resultado prácticamente fundantes y hasta el día de hoy sostenedoras del protestantismo en América Latina, lo que le confiere en tan alto grado su inconfundible caracterización, orientaremos nuestro esfuerzo precisamente al análisis de estas, aunque destinemos, no obstante, una mayor atención en este espacio al movimiento fundamentalista. La razón de proceder así apunta a la importante fuerza misional que de suyo siempre ha definido al movimiento fundamentalista y a su innegable influencia en nuestro propio contexto evangélico, incluso en cuanto modalidad de pensamiento que trasciende lo estrictamente teologal para integrar sendas visiones en lo relativo a la cosmovisión política, cultural o de sociedad; esta metodología considera además que, como rectamente ha señalado P. F. Knitter, en este bloque evangelical las diferencias a observar guardan más bien relación con la dinámica asignada al Espíritu que con una diferenciación sustancial del fondo teologal mismo. En consecuencia, las variaciones oscilan en cuanto a los grados de moderación o radicalización en que se expresen entre estos grupos los énfasis característicos de la teología fundamentalista. Dentro de esta primera sección, también consideraremos, aunque no exista una ligazón o un punto de contacto evidente y directo con el fundamentalismo propiamente dicho, algunas expresiones de la ortodoxia y asimismo de los actuales movimientos emergentes, en cuanto expresiones de la religión americana que, a pesar de sus diversos orígenes y matices, constituyen de igual modo, en nuestra opinión, ejemplos concretos de corrientes posicionadas en torno al radicalismo de la dimensión de la identidad. Ciertamente, no lo debemos olvidar, nuestro mayor interés en todo este esfuerzo descriptivo será el análisis y la reflexión al respecto del impacto y las consecuencias que todas estas corrientes han tenido o tendrán –pensando aquí en el caso específico de movimientos más recientes, como el neopentecostalismo o los grupos emergentes– en el quehacer eclesiástico y teológico evangélico de América Latina y, en última instancia, en su configuración contemporánea. Sin embargo, también quisiéramos comprender en esta parte los orígenes mismos de la American Religion, explicitar con mayor profundidad sus énfasis, sus contenidos y los modos en que los mismos han sido internalizados tan profundamente en el mundo evangélico de nuestro continente, la mayoría de las veces de una forma completamente inadvertida para el grueso de su población, aun cuando han arrastrado consecuencias decisivas y fundamentales. Para ello, en efecto, se hará indispensable referirnos siquiera indirectamente a los dos grandes despertares espirituales de los Estados Unidos y a los primeros contactos del protestantismo de aquel país, a modo de esfuerzos misionales, con América Latina.
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