Con Lacan podemos decir que la sexuación se diferencia de los roles sexuales en cuanto construcciones sociales y culturales. En el video sobre Tiziana, se evidencia que el ser nombrada trans está significado por esos rasgos de la cultura que definen a la mujer: los aros, las uñas pintadas, los movimientos en la danza, dan cuenta de cómo los significantes muerden el cuerpo y que eso da cuenta de su modalidad de goce.
La causación del sujeto se despliega en dos operaciones y en tiempos lógicos, ambos son necesarios para el surgimiento del sujeto del inconsciente, sujeto del deseo por un lado y por otro, la forma en que “este sujeto vacío de algún modo se torna sustancia como objeto a ”, (1) la separación. Doble vertiente, la del deseo y la de la pulsión.
Tiziana, la niña trans , con un brillo reluciente, da cuenta de la operación de alienación, donde su orientación es a los significantes del Otro, elige lo menos peor, el sentido que le viene del Otro, esto es “yo soy”, y precipita, tempranamente, el momento de concluir, tomando significantes que la época ofrece a través de su madre, y realiza a los 8 años el cambio de género en el documento. Además, el video deja ver la lectura del famoso libro Yo nena, Yo princesa , donde la madre de Lulú, primer caso en la Argentina de cambio de género en la infancia, relata que a los 18 meses su hijo expresó esa frase. La madre de Tiziana indica con su dedo en el libro, las palabras que le permitirán a Tiziana, nombrar algo de lo innombrable que la habita. Tiziana en esta “elección preferencial”, que es la dirección hacia el Otro, hacia un “no pienso”, precipita una identidad sexual, soy trans , significante que coagula, condensa y la nombra, reduciendo el tiempo de comprender, de latencia.
L. Gorostiza en la entrevista previa a las Jornadas de la Escuela de la Orientación Lacaniana 2018, nos propone investigar una línea abierta por Lacan en el Seminario 18 , “lo que obtura es el falo”, y agrega: “El falo es el goce femenino”. El falo introduce la discordancia fálica, no hay una relación compatible. La madre tiene una relación primaria con el objeto fálico o con su falta, y el lugar del niño, se lo considera en relación a esa falta: si la cubre, si no la cubre, si la sublima, etc. El fantasma está siempre presente entre la madre y el hijo. El hijo es un objeto para la madre, es su producto, y el padre que ejerza la función: “Es aquel que tuvo la perversión particular de apegarse a los objetos a de su mujer” (2), para separar al hijo de la madre de la buena manera, padre-versión, y en este sentido podemos también hablar de la perversión materna.
La familia hoy no se constituye, generalmente, alrededor de la metáfora paterna; lo que se percibe, es que el niño va como objeto de goce de la familia, no solamente de la madre, y más aún de la época. Laurent dice: ”El niño es el objeto a liberado, producido”. (3) Y por su presencia sutura la falta en la madre, colma su ex-sistencia, es condensador de goce. Entonces la operación de separación está obstaculizada en Tiziana, operación de intercepción de vacíos, la falta del Otro habilita al sujeto a operar desde su propia falta. Como ejemplo, Tiziana es llevada por su madre a hablar en espacios públicos sobre su elección sexual en defensa de la infancia trans , y algunas veces participa su padre.
Miller, citado por Gorostiza, ubica un sintagma para nombrar la época, “Capitalismo plus ciencia” (4), considera que hay un rechazo de la alteridad, de lo femenino en tanto hétero para el hombre como para la mujer. Y que en la diversidad y multiplicación de sexos que aparecen en la época, “secretamente” podemos ubicar un rechazo de la alteridad, y un empuje a la homogenización. Entiendo que esta visibilización que exhibe la madre es un rasgo de la época: la indiferenciación entre público-privado y cierta homogeneización en categorías identitarias. Defensa de la castración, y por otro lado, a las respuestas segregativas del otro social.
La sexuación se construye a partir de identificaciones y en tiempos, dando cuenta de la modalidad de goce del parlêtre , y sabemos que lo simbólico no alcanza para dar cuenta acabadamente del real del goce; le queda, aún , a Tiziana, el encuentro contingente con la metamorfosis de la pubertad, la irrupción del real del cuerpo puberal, para ver si ese despertar la expulsará o no del campo imaginario donde está ubicada. Y armar una nueva respuesta, donde el saber constituido en la infancia no alcanzará para suplir lo imposible de saber. Deseo, fantasma y elección de objeto, jugarán su partida y exigirán una nueva tirada de cartas.
Lacan, J., “Prefacio a El despertar de la primavera ”, Otros escritos , Paidós, Buenos Aires, 2011.
Miller, J.-A., Introducción a la clínica psicoanalítica. Conferencias en España , Gredos, Madrid, 2006.
Miller, J.-A., Donc. La lógica de la cura , Paidós, Buenos Aires, 2011.
Laurent, É., Posiciones femeninas del ser , Tres Haches, Buenos Aires, 1999.
Laurent, É., El goce sin rostro , Tres Haches, Buenos Aires, 2010.
*- Ana Rosa Cóncaro es AP de la Escuela de la Orientación Lacaniana y Asociación Mundial de Psicoanálisis. Coordinadora del CID Salta.
1- Miller, J.-A., Donc , Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 382.
2- Laurent., É., El goce sin rostro , Tres Haches, Buenos Aires, 2010, p. 80.
3- Ibid .
4- Entrevista inédita a L. Gorostiza. En “El psicoanálisis y la discordia de las identificaciones”. XXVVII Jornadas anuales de la EOL Buenos Aires.2018.
Algunas reflexiones sobre la infanciatrans Liliana Oteo (*)
“…y ciertos lugares quieren decirnos algo, o dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo”. (1) Uno de estos lugares es la clínica que se abre con la infancia trans y que lleva a descubrirla en su incipiente aparición. Ya el prefijo trans, que etimológicamente significa “más allá”, dice de una clínica que va más allá del Nombre-del-Padre
Lacan ubica a la mujer entre un centro simbolizado por el falo y la ausencia radical del goce femenino. Espacio otro relacionado con el inconsciente y lo real, sin interior ni exterior definidos, difícil de localizar desde la lógica fálica, ya que no es representable por el significante. Lacan lo aborda desde una lógica de la sexuación de más allá del Edipo que supone la inscripción de la posición sexuada a nivel de lo real del goce, según los modos masculino y femenino, ligados al todo del goce fálico o al no-todo respectivamente. Una repartición sexuada en la que las mujeres en posición femenina acceden a un goce suplementario más allá del goce fálico, la mujer está no-toda sometida a la interdicción edípica. La metáfora paterna no logra subsumir todo el goce en significación fálica y los objetos pregenitales ligados al goce quedan como restos permanentes que fijan el deseo inconsciente en el fantasma, sustancias de goce en infracción con la castración. El deseo queda fijado a goces que permanecen intrínsecamente perversos. “La sexualidad femenina aparece como el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad, no disuelto aún por el significante, previo a la operación de la castración”. (2)
Al tomar esta vertiente del goce se coloca al niño frente a la división entre madre y mujer, encontrándose así con la posición femenina de la madre, con su real, con el sinsentido, y queda más abierto a la incidencia de lo femenino, porque su atadura al falo es aún laxa, por lo cual está más cerca del sinsentido de la lengua en su materialidad significante. Desde el Edipo el niño tiene que arreglárselas con el deseo de la madre, pero desde el más allá del Edipo se encuentra confrontado con la mujer, lo que permite ubicar a qué se refiere Laurent cuando dice que el transexual responde a fijaciones precoces de la sexualidad infantil. Son niños que habrían tenido una relación directa con el goce femenino, con lo real de la madre como mujer, “una percepción temprana de la madre como mujer”. (3)
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