Sin embargo, para Freud, en “Metamorfosis de la pubertad”, esta función fálica que da estabilidad a la identidad sexual recién se alcanzaría en la genitalidad, es decir es pos-puberal. Genitalidad: que es el tiempo dos, de verificación, de puesta a punto de la pulsión respecto de un tiempo Uno, infantil, inicial, primario, asexuado, perverso-polimorfo. Genitalidad que daría para él, lo “normal”, la norma-male, “norma macho” y tanto hombre como mujer están en relación a ella y resultan de una significación: tener o no tener el falo.
En esta dirección, Michel Silvestre en su artículo “La neurosis infantil según Freud” (13) postulaba que lo que producía el pasaje de la sexualidad infantil hacia la adulta y su diferencia, era la experiencia del deseo del Otro, pero ya no bajo las formas del deseo de la madre, en la pregunta: ¿qué quiere mi madre?, sino en la pregunta: ¿qué quiere una mujer? El deseo del Otro con el formato del deseo enigmático de una mujer, no-toda madre, de la que no se sabe lo que quiere. Para él, lo que le falta al niño para ser adulto sería: el encuentro sexual con el Otro del sexo, la mujer barrada como encuentro de los cuerpos, marcando un antes y un después. Con Lacan, para tener que enfrentarse con ese decir Otro, Otro/barrado, no hay que esperar a tener cierta edad, no hay que esperar porque no está excluido que en una familia haya una mujer que sea no-toda madre.
Podemos plantear la siguiente pregunta: ¿Es el encuentro con una madre –no toda madre– la que da el acceso al hijo a una mujer en el encuentro sexual y lo significa como hombre? O, ¿es el encuentro sexual el que significaría el goce como hombre o como mujer?
¿No es en el encuentro de los cuerpos a través del llamado acto sexual, justamente allí, en el encuentro con el Otro sexo, que se juega de modo más irreductible lo que llamamos castración, lo que según Lacan llama “No hay proporción/relación sexual”? No es el acceso al acto en la adolescencia enfrentarse muchas veces a la frustración, el fracaso, el malestar, precisamente por ser el encuentro con lo hétero.
Es que hubo para Freud un tope, la existencia de una satisfacción no localizable que llamó “Continente negro”: lo femenino que quedó sin resolver.
Lacan en 1946, cuando toma el tema de la elección siguiendo esta lógica de la estructuración subjetiva propone lo que llamó “La insondable decisión del ser”, para situar una toma de posición inconsciente en un tiempo anterior a la constitución subjetiva: la decisión del ser, de un ser que en ese momento es vacío (14), S1, sólo marca significante, que no es aún sujeto del inconsciente incluido en el lazo de un discurso, pero aún así, puede aceptar o no estar bajo el predominio de lo simbólico. Es decir que podría decidir que no, quedando en el lenguaje, pero por fuera del discurso, como en las psicosis o el autismo. Esta insondable decisión está causada por una elección inconsciente que él llama forzada, 20 años más tarde en 1964. Lo forzado no se refiere a un apremio del otro, sino a lo que perderá: la bolsa o la vida, ambos términos definirán su futuro: una vida sin bolsa o la bolsa a costa de la vida, es forzada a perder algo ya que implica una pérdida, sin la cual, no hay elección. Ese mismo año, esta toma de posición la ubicará en otro texto, desde otro lugar, proponiendo “una elección de separación” posibilitada desde una modalidad de satisfacción pulsional, es decir, separarse de las determinaciones de este Otro preexistente para ubicarse desde su singularidad, elección que le dará una posición inicial de goce inconsciente propia. De este modo, Lacan permitió ir más allá del mito edípico en Juanito a una posición sexuada inconsciente femenina, aunque su elección de objeto fue hétero y su identificación viril imaginaria. O en el caso del Hombre de los Lobos que situó los rasgos de identificación viril diferentes de los de identificación femenina en los síntomas intestinales; como en Schreber, situar el “empuje a la mujer” no como una posición sexuada, sino como una defensa ante un goce aniquilante.
El Edipo freudiano sólo permite pensar la posición sexuada inconsciente desde la identificación dejando fuera la posición de goce.
Lacan avanza en esta línea, y al final de los ’60, (15) nos recuerda la importancia de la familia conyugal para la constitución subjetiva del niño, diciendo: en la posibilidad de transmisión de un deseo que no sea anónimo y que más allá de juzgar las funciones de madre y padre definirá el lugar del niño: que podrá ubicarse como síntoma de la pareja parental, es decir como la verdad de la pareja en esa familia, o más delicado aún, advierte, cuando el síntoma depende sólo de la subjetividad de la madre… cuando entre la identificación al ideal del yo y su deseo no tiene mediación asegurada por nadie ni por nada que haga las veces de función de padre, y sentencia, deja al niño abierto a todas las capturas fantasmáticas, y el niño saturaría el modo de falta específico del deseo de la madre.
¿Podremos ubicar allí, estas nuevas modalidades de presentación de los síntomas en los niños? ¿Estas fijaciones precoces en una identidad sexual o en los cada vez más abundantes rechazos del Otro de los autistas?, ¿son estos los efectos de esas elecciones? O será, en cambio, la existencia del predominio de un goce autoerótico en el niño… ¿como leemos en una entrevista de Gustavo Stiglitz a Éric Laurent en 2017? (16) o en la conferencia este año dada en la UBA (17) que propuso investigar: ¿Qué hace de padre hoy?
Al final de esa década, año ‘69, (18) Lacan retoma el tema de la elección y la pluraliza en la neurosis: “Si tomamos las cosas en el nivel del viraje decisivo que constituye biográficamente el momento de eclosión de la neurosis, vemos que se ofrece una elección, y lo hace de manera tanto más apremiante cuanto que ella misma determina ese viraje”. Sitúa la elección al momento de aparición del síntoma, desencadenamiento de la neurosis o la psicosis que puede darse por fuera del tiempo de la infancia, y como resultado de varios momentos electivos, como en el Hombre de las Ratas, presentando al síntoma como resultado de varias elecciones pos-infantiles.
Podemos, entonces, leer también el ataque de pánico como el momento en que una elección espera realizarse… momento, que a diferencia de otras terapias, es fructífero para el psicoanálisis.
En la nueva década de los ´70, si bien Lacan renueva la clínica, retoma y refuerza el tema del ser electivo de sus inicios, ese ser que ama ocultarse, dice, para preservar mejor las condiciones en que permanece electivo, al precio que sea: de la neurosis, psicosis, el silencio, el retiro (19), la posibilidad de algún ¡no! para sustentar nuestro ser, ante la pretensión de adecuación absoluta a un plan objetivante, o al deseo mortífero del Otro.
¿Qué generan estas elecciones?
En marzo de 1974, Lacan pregunta sobre la expulsión (“forclusión”) de la función paterna, “¿No es el signo de una degeneración catastrófica?”. (20) La lección del Edipo hacía pasar por la voz de la madre un “decir no” lógico, el no de la función del padre, sustentado en el amor, de donde surgían las prohibiciones. Degradado el padre, el hijo queda al desamparo del soberano bien materno, ley de hierro que nombra petrificando al ser hablante, ley que lo designa desde afuera.
¿Será que situarse en una identidad restituye un orden? Ser trans , bi -… un orden que aplasta el enigma de una subjetividad, por fuera de la ley del corazón, generando una existencia angustiada como decía Ansermet? Angustia que es la presencia en el cuerpo de lo imposible de soportar… de regular, de localizar, “Una satisfacción, Otra”, (21) un exceso, a lo que es forzado dar una respuesta
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