La Agrupación Cultural Jenny Barra, entidad que después de fundarse creó la iniciativa llamada «Rompiendo el silencio. Por la verdad en el Cerro Chena», y que tuvo un importante rol durante el desarrollo de las investigaciones judiciales iniciadas en 1999.
La radio Canelo, que, en las postrimerías del milenio anterior, permitió la realización de programas informativos que despertaron el interés de los habitantes de la comuna de San Bernardo, a la vez que facilitó un espacio para la denuncia y el testimonio.
La jueza Cecilia Flores, quien pese a las dificultades llevó adelante la investigación que permitió, entre otras muchas cosas, dar con el primer lugar de detención de quienes estuvieron presos en Cerro Chena y encontrar los restos del segundo sitio de detención, lugar desde el que muchos de los detenidos salieron a su encuentro con la muerte.
El drama de los detenidos, los fusilados y los desaparecidos del Cerro Chena dejó de ser algo de lo que solo se hablaba entre algunos, rompió las cadenas que el sistema le había impuesto y fue una prueba más contra la sangrienta dictadura que asoló al país.
He de llamar aquí como si aquí estuvieran.
Hermanos: sabed que nuestra lucha
continuará en la tierra.
Continuará en la fábrica, en el campo,
en la calle, en la salitrera.
En el cráter del cobre verde y rojo,
en el carbón y su terrible cueva.
Estará nuestra lucha en todas partes,
y en nuestro corazón,
estas banderas que presenciaron vuestra muerte,
que se empaparon en la sangre vuestra,
se multiplicarán como las hojas
de la infinita primavera.
Aunque los pasos toquen mil años este sitio,
no borrarán la sangre de los que aquí cayeron.
Y no se extinguirá la hora en que caísteis,
aunque miles de voces crucen este silencio.
La lluvia empapará las piedras de la plaza,
pero no apagará vuestros nombres de fuego.
Pablo Neruda
Canto General. La Arena Traicionada III
Foto 2:Vista panorámica de la histórica Maestranza de San Bernardo. Fuente : < http://maestranzacentral.blogspot.com/>.
Y tuvieron que pasar 28 años
El 10 de septiembre de 1973, en San Bernardo, casi a la medianoche, avanzaba lentamente de norte a sur por la calle José Joaquín Pérez, un jeep del Ejército. Los soldados lucían un brazalete claro en uno de sus brazos.
A las 6 de la mañana del 11, desperté sobresaltado con los gritos de una compañera. Los marinos estaban sublevados en Valparaíso según lo que decía la radio y al parecer había un Golpe de Estado.
Eran las 11 de la mañana del día fatídico cuando los primeros cohetes disparados por los aviones de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) hicieron blanco en el palacio presidencial La Moneda. Recorrió el mundo la imagen de la bandera chilena cayendo lentamente envuelta en llamas.
28 años después, en octubre del 2001, en el marco de las investigaciones realizadas por la magistrada designada por la Corte Suprema para investigar la desaparición de la militante del MIR Jenny Barra Rosales, fui citado en calidad de testigo para prestar declaración sobre lo sucedido en Cerro Chena.
Soy uno de los sobrevivientes de ese campo de prisioneros y en calidad de tal subí nuevamente a un jeep del Ejército y fui llevado a algunos lugares del cerro.
Recordé hechos que marcaron profundamente mi vida. Vinieron a mi memoria duros pero hermosos momentos vividos junto a compañeros de prisión de quienes nada sabía antes de esa fecha, con la excepción de los viejos ferroviarios.
Pese al tiempo transcurrido, encontré impregnado en la hierba seca y en el aire el cariño de los trabajadores ferroviarios de la Maestranza Central de San Bernardo, quienes me cuidaron como a un hijo durante los días que compartimos cautiverio.
Se cumplía así, tras veintiocho años, el compromiso asumido: «alguien tendrá que de dar testimonio de lo sucedido y relatarlo, tal como se transmitieron las luchas obreras de principios del siglo XX». «La causa de los trabajadores no morirá con nosotros, otros vendrán a continuarla» dijimos entonces con convicción.
Volvieron de golpe a mi memoria las conversaciones con el flaco 4Viera, fusilado en la juventud de sus casi 20 años. Se paseaban por los caminos del Cerro Chena, las vivencias de los campesinos de Paine, que fueron sacados una tarde de principios de octubre desde «la casa del techo rojo» y de quienes no volví a saber, hasta que se hizo público el caso de los cuerpos encontrados en la Cuesta Chada. 5Recordé los análisis políticos que solíamos hacer con Dote y Bracea, mis compañeros de aislamiento durante un par de días, en un cuarto pequeño, rodeados de fardos de alambre de púas.
Durante muchos años y pese a la gravedad de los hechos vividos, poco o nada se mencionó del cerro Chena y los hechos que allí se vivieron. Aparece citado en documentos o se menciona en algunas querellas que por desaparición o fusilamiento se han presentado ante los tribunales. Sin embargo, hasta ahora no se había ahondado en lo sucedido en las instalaciones militares que todavía allí existen.
No fue sino hasta que se conocieron los resultados de la Mesa de Diálogo, 6así como las investigaciones que inició la magistrada Cecilia Flores, cuando Cerro Chena se instaló en la opinión pública. En las conclusiones de la Mesa de Diálogo se menciona que varios detenidos estuvieron en Cerro Chena y de allí fueron sacados para ser arrojados al mar desde helicópteros.
La juez del Primer Juzgado de Letras de San Bernardo, Cecilia Flores, es una mujer valiente y decidida, dueña de una enorme fuerza interior, que reivindica la vilipendiada justicia. Está decidida a esclarecer los hechos; dar con el paradero de Jenny Barra Rosales y los demás casos de desaparecidos que investiga. De paso, su investigación será la prueba más concluyente y definitiva en cuanto a establecer que en ese lugar se mantuvo detenida, se torturó y se ajustició sumariamente a una cantidad indeterminada de personas.
La magistrada Cecilia Flores supervisa personalmente cada una de las diligencias que ordena. Tiene un trato deferente y respetuoso hacia los testigos, quienes después de tantos años reviven lo ocurrido. Sus palabras afectuosas han traído la calma cuando las lágrimas luchaban por salir. Y es que no fue fácil recorrer lugares donde la línea divisoria entre la vida y la muerte fue más tenue que nunca. Todavía resuenan y duelen las palabras y las certezas de los detenidos respecto del futuro que les esperaba. Con su trabajo, la juez Flores y sus colaboradores van dejando claro para las generaciones futuras que en la comuna de San Bernardo existió un lugar de detención, clandestino en sus inicios, donde se violaron con total impunidad los derechos humanos.
Fueron dolorosas horas durante las que repasamos los hechos, algunos de los cuales dan origen a este testimonio escrito. Se trata de hechos reales de los que tienen que hacerse cargo tanto quienes los negaron como aquellos que los promovieron, y con posterioridad los justificaron y aún hoy los justifican.
El 26 de diciembre del 2001, pasado el mediodía, llegué nuevamente a las instalaciones del Primer Juzgado de Letras. Los testimonios entregados, junto a los antecedentes recopilados durante la investigación, habían llevado a declarar ante la magistrada a dos de los muchos que aplicaron tormentos a los prisioneros en Cerro Chena. El paso de los años no borró la maldad de sus rostros, ni alteró el timbre de la voz. Negaron haber tocado alguna vez a un detenido, aunque reconocieron haber estado en el lugar. Estuvimos ellos y yo, yo y ellos, al lado, separados solo por algunos centímetros. Los seres omnipotentes de ayer no se atrevieron a mirar de frente. Eran ellos, no había duda alguna.
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