Para mejor comprender la estrecha relación existente entre el primero de los prelados españoles –el converso Arias Dávila– que se posicionó abiertamente contra la nueva Inquisición, los orígenes de la imprenta en España y la preocupación que un sector muy relevante de la teología española sintió por la naturaleza jurídico-espiritual del pecado, la confesión y el sacramento de la penitencia, es pertinente traer ahora a colación el estudio que Fermín Reyes dedicó el año 2004 a los avatares de la edición del Modus Confitendi del obispo dominico portugués Andrés de Escobar (Segovia, 1473). 22 Que la edición de este clásico fuera idea de Arias o sugerencia de Osma es, tal vez, mucho menos relevante que la coherencia que se advierte en el programa editorial desplegado por el obispo de Segovia, programa en el que el mr. Pedro de Osma, residente en aquella ciudad durante los años 1472 y 1473, tuvo un indudable protagonismo. Dos años después, en 2006, José Labajos editaría los comentarios que Osma y el maestro Fernando de Roa –uno de los principales valedores del primero en su proceso– dedicaron a la Política de Aristóteles, 23 contribuyendo de este modo a ilustrar el proceso de formación del pensamiento osmiano. 24 Un año después, en 2007, Isabella Iannuzzi publicaba un extenso artículo sobre el proceso y la condena de Osma, 25 abriendo de este modo un ciclo que, en cierto sentido, ha venido a cerrar el prof. Labajos con la edición simultánea del proceso contra Osma y de los escritos académicos dispersos del célebre teólogo salmanticense, el año 2010. 26
Dejando de lado la naturaleza y la raigambre teológicas de herejía osmiana sobre la confesión, es decir, obviando cuestiones tan importantes cómo si habría que considerarlo únicamente como un discípulo más o menos radicalizado de El Tostado , si, por el contrario, habría que notarlo entre los intérpretes de la confesión cercanos a la espiritualidad conversa –pese a no ser el mismo Osma uno de ellos– si, más bien, seguidor de las doctrinas heréticas de Pedro Valdo y voz perdida de los wiclefitas y husitas en España y –de alguna manera, como ya apuntó D. Marcelino– entre los primeros protestantes españoles; repito, dejando de lado todos estos aspectos, considero que los dos procesos contra Pedro de Osma constituyen un magnífico observatorio desde donde contemplar no sólo el origen de la propia Inquisición española, sino también la suficiencia y –aun más– la eficacia de las instituciones académicas y censorias existentes para atajar de raíz los efectos multiplicadores de la imprenta en materia de heterodoxia religiosa, dominio este que un siglo después casi monopolizará el Consejo de la Suprema.
Paso a referirme, en primer término, a aquellas facetas del doble proceso contra el maestro Pedro de Osma que me parecen más significativas, para ocuparme de ellos, en segundo lugar, con algún pormenor. Primero: los dos procesos inquisitoriales contra Pedro de Osma, instados respectivamente por las diócesis de Zaragoza en 1478 y Toledo en 1479, tuvieron lugar en el preciso instante en que los Reyes Católicos obtenían del papa Sixto V la bula Exigit sincerae devotionis affectus (1-XI-1478), origen de la Inquisición moderna. 27 Fueron, por tanto, dos macroprocesos incoados por la vieja Inquisición episcopal –ordinaria, en el caso de Zaragoza; extraordinaria, en el caso de Toledo/Alcalá– de cuya oportunidad y eficacia represiva, como veremos, no se puede dudar.
Segundo: aunque formalmente instados contra los escritos sobre la confesión de Osma –asunto este que comprende, al menos, tres grandes textos: el Quodlibetum De Confessione, el Tractatus De Confessione y el Tratado enviado a la Sra. Duquesa de Alba – lo cierto es que el núcleo de la acusación giraba en torno al tratado de la confesión, circunstancia que convierte el doble proceso contra Pedro Martínez de Osma en la primera –y, por cierto, muy temprana– operación de control y destrucción sistemática de un libro impreso en España, hasta tal punto que hasta el día de hoy no ha sido posible localizar ningún ejemplar del Tractatus De Confessione en biblioteca alguna. 28
Tercero: aunque la personalidad intelectual de Pedro de Osma continúa siendo objeto de cierta controversia, las recientes aportaciones de Nieto, Labajos y Iannuzzi han sugerido que los dos macroprocesos contra Osma podrían ser considerados como el primer ataque en toda regla contra el humanismo bíblico y, por tanto, han situado –más allá de lo planteado con Menéndez Pelayo en su día– las acusaciones lanzadas contra Osma en el extremo de una cadena que, iniciándose con su caso, se extendería hasta la requisa ordenada por Deza contra la segunda Quinquagena de Nebrija 29 e, incluso, hasta la propia Conferencia de Valladolid, donde se discutió –en circunstancias formalmente parecidas a las del proceso contra Osma– la ortodoxia de la obra de Erasmo. 30
Cuarto y último: del carácter extraordinario de los procesos contra Osma no se puede dudar. En la causa zaragozana, presidida por el vicario general y doctor en decretos Miguel Ferrer, intervinieron un total de 25 teólogos, canónigos, religiosos y juristas. En la causa toledana –aunque mejor sería decir alcalaína– presidida por el arzobispo Alfonso Carrillo, entre invitados y comparecientes, participaron un total de 74 profesores de Universidad, abades y priores, lectores y presentados de teología, así como juristas. 31 Y algunos de ellos –como Pedro Arbués 32 y Juan de Epila en el procedimiento zaragozano, o Diego de Deza, 33 Pedro Díaz de Costana y Alfonso de San Cebrián en Alcalá– iban a representar muy pronto un papel más que relevante en la organización y despliegue de la Inquisición fernandina.
Acerca de la personalidad intelectual y académica de Pedro Martínez de Osma (c. 1425-1480), tanto José Labajos, 34 cuanto José Constantino Nieto, 35 Isabella Iannuzzi 36 y Ana Cebeira, 37 han insistido en situar al catedrático salmantino entre los pioneros de la renovación humanista en tierras castellanas, junto a Alonso de Cartagena y el propio Antonio de Nebrija, 38 uno de sus más célebres discípulos. Otros autores –como Marcel Bataillon, 39 Melquíades Andrés, 40 Ottavio di Camillo, 41 Luis Gil, 42 Francisco Rico, 43 José Luis Abellán, 44 Domingo Ynduráin 45 o Ángel Gómez Moreno– 46 se han mostrado mucho más cautos, por no decir renuentes, a la hora de caracterizar a Osma como humanista. De lo que no cabe ninguna duda es de que Osma fue un filósofo aristotélico –catedrático de Filosofía moral entre 1458 y 1463– y un teólogo tomista –catedrático de Prima de Teología entre 1463 y 1479– de gran ingenio y de no escasa originalidad e, incluso, modernidad. Discípulo de El Tostado , Alonso Fernández de Madrigal, 47 Pedro de Osma se cuenta, en efecto, entre los miembros renovadores del claustro de Salamanca –entonces dominado por corrientes nominalistas-verbosistas–, así como entre los introductores del pensamiento de Santo Tomás de Aquino en aquel Estudio. El tomismo –como se sabe– poseía un nervio semántico que, aunque no puede ser comparado con la filología arqueológica que ya entonces practicaba el humanismo italiano, situaba a esta corriente en un plano muy distinto al de la barbarie nominalista denunciada por todos los gramáticos modernos. No es posible afirmar, por tanto, que la preocupación erudita –que lo es también filológica– latente en los comentarios de Osma a la Ética , la Política y la Metafísica de Aristóteles, poseyese una impronta humanista: en primer lugar, porque esta inclinación epistemológica se halla –como he dicho– en el centro mismo del tomismo y, en segundo término, porque no ha sido probado convincentemente que Osma se valiese para sus notas de ninguna de las ediciones humanistas de la obra del Estagirita –p.e. la traducción de la Metafísica preparada por el cardenal Bessarion–, dejando de lado el hecho de que muchos humanistas italianos, atascados ante problemas teológicos de cierta enjundia, optaban finalmente por seguir los criterios del Aquinatense en materia hermenéutica.
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