EL ORNAMENTO DE LA MASA
Siegfried Kracauer
Traducción de Vicente Jarque
Edición crítica de Enric Mira
Siegfried Kracauer: realidad y utopía del ornamento de la masa
Enric Mira
1. UN INTELECTUAL AL MARGEN DE LAS CONVENCIONES DEL CONOCIMIENTO
Siegfried Kracauer nació en Frankfurt en 1889, en el seno de una familia judía. Formado en el pensamiento de corte liberal, estudia arquitectura y desde 1911 hasta 1920 ejerce como arquitecto de manera intermitente. Tras la Primera Guerra Mundial, ya instaurada la República de Weimar, ingresa en 1921 como redactor en el Frankfurter Zeitung , emblema de la prensa judía progresista, muy influyente en los medios financieros y uno de los diarios más prestigiosos en la cultura alemana de la época. Si en lo político y económico el periódico tenía una orientación liberal-democrática, en lo cultural, en cambio, mostraba un sesgo izquierdista con el que Kracauer comulgaba. 1En 1924 fue nom-brado editor de la sección cultural del periódico. Unos años después, en 1927, las deudas económicas de la empresa condujeron a la venta de acciones al magnate Carl Bosch, miembro de la corporación IG-Farben dedicada a la industria química. A partir de este momento el Frankfurter Zeitung fue paulatinamente corrigiendo su posición liberal en favor de una actitud de «realismo político» acomodado a las circunstancias del país, marcadas por la crisis económica y la gestación de un nacionalismo germánico de corte conservador y antisemita. Como consecuencia de los cambios que tuvieron lugar en la redacción del periódico, Kracauer es apartado de la sede central en Frankfurt y trasladado a Berlín en 1930. En su nuevo destino, que el escritor asumió como una oportunidad para sus intereses intelectuales, se hizo cargo del suplemento cultural local. A partir de este momento, su reconocida posición izquierdista y su compromiso democrático frente al auge del nazismo vinieron a desentonar, cada vez con más fuerza, con la nueva línea editorial del periódico hasta que en 1933, tras sufrir el rechazo y la censura de varios de sus artículos, fue despedido. El 28 de febrero de ese mismo año, al día siguiente de la quema del Reichstag, él y su esposa abandonan Berlín hacia el exilio, primero en París y después en Estados Unidos donde el pensador alemán falleció en la ciudad de Nueva York en 1966. 2
Tan errante como su vida fue su trayectoria intelectual. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, la actitud inicial de Kracauer fue belicista y patriótica pero a medida que el conflicto revelaba su rostro más cruel y traumático evolucionó hacia una posición pacifista, compartida por muchos intelectuales del momento. Después de la derrota militar y el hundimiento del imperio del káiser Guillermo II, en el ambiente de fuerte agitación social y revolucionaria que sacudía a Alemania, el joven pensador se sintió atraído por el utopismo libertario de Gustav Landauer 3y por la figura revolucionaria de Lenin. Al igual que buena parte de la intelligentsia alemana, veía en la revolución bolchevique una luz de esperanza para la regeneración ética y espiritual de Occidente que trascendía su carácter de acontecimiento político (Traverso, 1998: 39 y ss). Este momento de prevalencia del sentido espiritual de la experiencia sobre el político fue coincidente con el inicio de su actividad en el Frankfurter Zeitung y se corresponde con su aproximación al pensamiento judío de la Freie Jüdische Lehrhaus de Frankfurt. 4Así es cómo fue derivando hacia un estado de indecisión entre lo religioso y lo secular, entre el mesianismo judaico y la utopía revolucionaria, en una especie de desgarro intelectual que nunca supo resolver ni mediante una síntesis teórica ni a través de una respuesta unificadora de tipo práctico. Como expuso en 1922 en el artículo «Los que esperan», frente a la actitud del escéptico radical que ni puede ni quiere creer y a la de los «hombres-cortocircuitos» que se entregan precipitadamente a la fe religiosa, él mismo se veía en «un vacilante estar abierto» que daba curso a una higiénica dosis de escepticismo intelectual a la vez que a una disposición para «instalarse en el mundo de la realidad» y «llegar a probar ámbitos que antes le eran inaccesibles» (Kracauer, 2006: 150-154). Estuvo marcado por la influencia de Max Weber –quien representaba la figura de aquel escéptico– y su visión de un mundo racionalizado y desencantado que engendra relaciones sociales reificadas e inhumanas; sin embargo, su interés fue girando hacia el marxismo por encontrar en él una aliviadora conjunción de las dimensiones científica –el análisis riguroso de lo social–, práctica –emancipadora– y espiritual. 5Si bien es cierto que su compromiso con el marxismo, prendido de una permanente sensibilidad religiosa, nunca desembocó en militancia política, a pesar de su inequívoca –y a la postre cara– posición izquierdista mantenida como redactor del Frankfurter Zeitung (Traverso, 1998: 85). Sin estar formalmente adscrito al Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt estuvo estrechamente vinculado a su grupo de filósofos, pero sus análisis de la realidad social no fueron del todo coincidentes con los patrones materialistas de la Teoría Crítica. Walter Benjamin (2008: 93-101), otro pensador igualmente inclasificable y polémico con sus colegas frankfurtianos, describió a su amigo como un tipo «descontento», un «aguafiestas» intelectual, celosamente individualista, difícil de encajar en las convenciones del conocimiento al uso.
Aunque trabajó para un prestigioso periódico Kracauer no fue un verdadero periodista, tampoco fue un filósofo ni un sociólogo profesional pero desarrolló todas sus investigaciones con una penetrante reflexión teórica, 6ejerció como historiador, 7como crítico y teórico del cine 8y escribió dos novelas de carácter autobiográfico. 9El conjunto de su obra la conforma una producción tan heterogénea como asistemática, y su itinerario intelectual fue el de un «nómada» (Traverso, 1998) que deambuló sin territorio propio, ni geográfico ni espiritual, en tierra de nadie, en una especie de vacío que él mismo definió como «extraterritorialidad» 10.
Las manifestaciones artístico-culturales de la Europa del momento así como el incipiente fenómeno de la cultura de masas surgido en las ciudades de la República de Weimar, proporcionaron a Kracauer el grueso del material sobre el que redactó sus artículos para el Frankfurter Zeitung . Las producciones cinematográficas, artísticas y literarias de las vanguardias pero sobre todo los cafés musicales, las tiller girls , los cines de barrio, los vestíbulos de los hoteles, las novelas de detectives, la publicidad o la fotografía componían el mosaico de sus intereses temáticos. Kracauer estaba convencido de que el «contenido básico» de una época se ocultaba tras esas «manifestaciones superficiales e insignificantes» y por eso fue pionero en su observación, análisis e interpretación. El planteamiento de esta micrología de lo social es expuesto en el breve excurso metodológico con el que comienza «El ornamento de la masa», trazando un vínculo epistemológico nítido entre lo superficial –como fenómeno observable y vivido– y lo esencial –como algo oculto e inconsciente– por el que cada término vendría a aclarar dialécticamente al otro. 11De acuerdo con la lectura de Gertrud Koch, el nivel superficial sería como el sueño que la sociedad sueña de sí misma y que posibilita, a través del inconsciente, el camino más directo que ésta puede tomar para entenderse a sí mima (Koch, 2000: 29).
La figura de George Simmel –de quien fue discípulo– aparece como inspiradora de esta hermenéutica de lo social, de él aprendió una actitud intelectual vitalista y descreída de las conceptualizaciones abstractas que alejan al hombre del carácter tangible del mundo y la vida. No sorprende que Adorno lo retratara como un «curioso realista» que pensaba con ojo «desesperadamente asombrado» y «súbitamente iluminador», y que viese en sus textos esbozos fisonómicos animados por un nervio antiidealista que penetraba en las manifestaciones de la realidad social y cultural desarmando su significado convencional (Adorno, 2003: 376). 12Breves e intensos ensayos de fenomenología social, los análisis de Kracauer constituyen auténticos fragmentos de experiencia vital en los que, como el «trapero» que vio en él Benjamin (2008: 100), recoge los desechos de la sociedad urbana e industrial para destilar la esencia misma de la modernidad (Frisby, 1992: 201-333).
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