Margarita Ibáñez Tarín - Los profesores de Segunda Enseñanza en la Guerra Civil

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Los profesores de Segunda Enseñanza en la Guerra Civil: краткое содержание, описание и аннотация

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La batalla ideológica que se libró en los institutos de Segunda Enseñanza durante la Guerra Civil ya se venía gestando en Europa desde la Primera Guerra Mundial. Algunos profesores se identificaban en los años treinta del siglo XX con las nuevas tendencias del nacionalismo antiliberal reaccionario y del fascismo que se estaban abriendo paso en el continente. Frente a ellos, un sector importante del profesorado se reconocía en los valores ideológicos de las distintas opciones de izquierdas y, además, una amplia masa de docentes ambiguos permanecía en la denominada «zona gris». La pugna ideológica que se vivió en ese tiempo entre el personal docente de la Segunda Enseñanza se saldó con la separación del servicio de un buen número de profesionales. Primero fue la República la que cesó de forma forzosa a los considerados desafectos a la causa republicana y después fue el franquismo el que llevó a cabo una limpieza política de gran alcance en el seno de la administración educativa. Ambas cribas ideológicas presentan muchas diferencias, no solo en cuanto a agentes y objetivos, sino también en cuanto al contexto histórico y a la naturaleza de la represión política y cultural que desencadenaron.

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Durante la guerra, la mayor parte de estos nuevos institutos de Madrid permanecieron cerrados y fueron reutilizados como cuarteles militares, a excepción del Instituto San Isidro, el Lagasca, el Pérez Galdós, el Lope de Vega y el Instituto para Obreros; este último funcionó desde su creación en 1937 hasta el final de la contienda. Por lo que la mayor parte de sus catedráticos, entre los que se encontraban Antonio Machado, José Ramón González-Regueral, Manuel Núñez de Arenas, Joaquín Álvarez Pastor, Antonio Rodríguez-Moñino y Bienvenido Martín García, se trasladó a Valencia. También lo hicieron otros muchos profesores a los que la sublevación los había sorprendido en Madrid, donde habían acudido para formar parte de los tribunales de oposiciones o para examinarse.

De los 50 profesores que obtuvieron plaza en los institutos de la retaguardia valenciana, 15 de ellos pasaron por las aulas del Instituto Luis Vives y otros 10 por las del Instituto Obrero. Se trataba en su mayoría de catedráticos llegados de Madrid, que ejercían en los centros de más solera de la capital, como el San Isidro o el Cardenal Cisneros, o bien provenían de los nuevos centros que había creado la República. El viejo Instituto General y Técnico de Valencia, situado en el edificio del antiguo Colegio de San Pablo que fundaron los jesuitas en 1562, fue el centro educativo que los acogió durante su estancia. «Un caserón enorme y vetusto. Tenía algo de cuartel destartalado o de antiguo convento acondicionado para la enseñanza. […] Al entrar al instituto se respiraban de golpe nubes de polvo y un espeso olor a orines sazonados, como si el caserón orinase desde siglos». 35De esta manera lo describe el profesor Juan Renau, antiguo alumno del Luis Vives, como en su día también lo fueron los hermanos Gaos o Max Aub. El instituto había sido creado en 1851 con la función de incorporar a las clases medias a la Enseñanza Secundaria y formar a las nuevas élites burguesas para que fueran el soporte del Estado democrático, pero con la Restauración el proyecto educativo progresista de Vicente Boix, su más célebre director durante el Sexenio democrático, se frustró y la Enseñanza Media pasó a manos de la Iglesia y mantuvo su carácter elitista y confesional. 36

El Instituto Luis Vives de Valencia gozaba de gran prestigio desde el siglo XIX a nivel de toda España. Solo el Instituto San Isidro de Madrid lo superaba. Es fácil imaginar que muchos de los catedráticos recién llegados a Valencia eligieran el Luis Vives por el bienestar y el estatus que llevaba consigo la condición de estar adscrito a un establecimiento oficial de Enseñanza Media como el de Valencia, además de la cercanía que presentaba con los ministerios ubicados en la ciudad en esas fechas. 37La Valencia que encontraron estos profesores a su llegada a finales de 1936 y principios del 1937 era un hervidero de gentes. Así la describe Constancia de la Mora:

La población normal de Valencia se había triplicado; funcionarios públicos que acompañaron al gobierno desde Madrid y sus familiares; militares de todas clases; periodistas extranjeros; infinidad de «turistas de guerra»; el personal de las Embajadas que se trasladaron con el gobierno y, por supuesto, millares de refugiados de otras partes de España. 38

Algunos autores hablan de 242.000 refugiados, lo que representa un incremento sustancial del alumnado de Segunda Enseñanza y justifica también, entre otros factores, el incremento en la demanda de docentes foráneos. Otro de estos factores, tal como ya hemos mencionado, fue la impo sibilidad legal de que las órdenes religiosas siguieran impartiendo clases. Antes de la Ley de Congregaciones Religiosas de 1933, que prohibió la enseñanza en los colegios religiosos, muchos alumnos estudiaban en sus aulas, pero obligatoriamente debían examinarse en el Luis Vives frente a un tribunal, si querían obtener el título de Bachiller Superior y pasar a la Universidad. Juan Renau, alumno de los maristas, cuenta su experiencia con el catedrático de Filosofía del Luis Vives Joaquín Álvarez Pastor:

Tenía fama horrenda de tragacuras y de mala leche. Menguado de estatura, los hombros apenas sobresalían de la mesa, como dispuesto a saltar sobre la víctima. […] Después de preguntarme en qué colegio estudiaba plantó un dedo insignificante en un renglón: «El origen del hombre. Teorías sobre este punto». Me embalé de carrerilla con el creacionismo, Adán y Eva, etc. Me dejó hablar […] y dijo arrastrando las palabras: ¿Está usted muy seguro de todo lo que ha dicho?… Quiero decir si no sabe otra teoría sobre dicha cuestión. Le hablé sin darles mucha importancia de Darwin y del evolucionismo. Se ve que ha estudiado mucho… Tal vez sin comprender una sola línea, pero está bien. 39

Álvarez Pastor, director del instituto en 1931, un hombre muy implicado políticamente con los valores de democracia y laicismo de la Segunda República, y cuyo compromiso ideológico pagó con el exilio después de la guerra, no era representativo del conjunto del profesorado del Instituto Luis Vives en esos años. En el claustro había muchos profesores de ideología conservadora, militantes de partidos derechistas y católicos a ultranza, que, durante la guerra, tras ser sometidos a la depuración republicana, se vieron obligados a abandonar sus cátedras. El Gobierno republicano procedió a cubrir esas vacantes echando mano del gran número de profesores llegados de Madrid tras la evacuación de la capital en noviembre de 1936. Uno de los profesores que llegó al Instituto Luis Vives en 1937 fue el sacerdote Moisés Sánchez Barrado, proveniente del Instituto Francisco de Quevedo de la capital. Ejercía dando clases de Latín desde que en 1904 sufrió una fuerte crisis en su vocación sacerdotal, momento en que contactó con Miguel de Unamuno en Salamanca. Se conserva casi completa la correspondencia entre ambos, que nos habla de la gran tormenta interior que padecía Barrado, lo que conmovió a Unamuno, que le dispensó su amistad y su protección y le buscó colocación en la enseñanza pública. Moisés Sánchez Barrado le sirvió de fuente de inspiración para componer el personaje de San Manuel Bueno, mártir . 40Después de la guerra con la depuración franquista fue sancionado con traslado forzoso fuera de la provincia e imposibilidad de solicitar vacantes durante cinco años. 41

El Instituto Obrero, inaugurado en 1937, cubrió sus plazas con profesores evacuados llegados principalmente de Madrid, militantes de partidos del Frente Popular, muy convencidos del proyecto ideológico republicano y dispuestos a promover un modelo de educación beligerante contra el fascismo. El ministro Jesús Hernández, en el discurso de inauguración del Instituto Obrero, pronunció estas palabras que sintetizan el nuevo modelo de «escuela en guerra» que desde el Ministerio se proponían promover: «La enseñanza ha dejado de ser un privilegio de clase, ha dejado de ser coto cerrado de una casta de señoritos que podían disponer de medios económicos para formar a sus hijos, negando este beneficio a la inmensa mayoría de los hijos del pueblo». 42

3. GUERRA ESCOLAR, CESES DE PROFESORES Y NUEVA POLÍTICA EDUCATIVA EN EL MINISTERIO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA

La depuración republicana, poco conocida, pero con un alcance considerable a causa de la guerra, no afectó solo a los docentes. Todos los funcionarios del Estado, personal subalterno, funcionarios municipales y todos los trabajadores vinculados o adscritos a organismos oficiales (personal de los ministerios, ayuntamientos, jueces y policía municipal) fueron depurados. El Gobierno del Frente Popular dispuso el cese de todos los que hubieran tenido participación en el movimiento subversivo o fueran notoriamente enemigos del régimen. 43A un primer Decreto del 22 de julio de 1936, legislando al respecto, siguió otro del Gobierno de Largo Caballero, del 27 de septiembre de 1936, por el que suspendía de todos sus derechos a los funcionarios de todos los ministerios y demás centros dependientes del Estado, 44a excepción de los que trabajaban en instituciones y cuerpos armados. Los que quisieran reintegrarse debían rellenar un cuestionario que incluía preguntas sobre su afiliación política y sindical anterior al 18 de julio, y además tenían que aportar pruebas de su lealtad a la República, de manera que los certificados emitidos por los partidos del Frente Popular y los carnés sindicales se convirtieron en un bien muy preciado en esa época.

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