Otros profesores más jóvenes, solteros y sin cargas familiares, que por las circunstancias ya mencionadas estaban allí, no aguardaron a que les dieran destino y pasaron a la acción de manera entusiasta en favor de la República. El profesor de Francés del instituto de Santa Cruz de Tenerife, Constantino Aznar de Acevedo, y el de Dibujo de Medina de Rioseco, Ignacio Blanco Niño, se incorporaron como voluntarios al batallón de la FETE-UGT. Desde mediados de octubre de 1936, con el nombre de batallón «Félix Bárzana» del Quinto Regimiento, este grupo integraba a más de un millar de maestros y profesores. 15Con ellos combatió Ignacio Blanco Niño y fue herido en el frente de Madrid, en el Barrio Usera. Trasladado después a un hospital de Valencia para su recuperación, se incorporó al instituto de Xàtiva en septiembre de 1937. 16
Antonio Rodríguez-Moñino, catedrático de Lengua y Literatura del instituto Velázquez de Madrid –antes de trasladarse al Luis Vives de Valencia durante la guerra–, también estaba en la capital esos días y colaboró activamente con la República. Después de que el 29 de julio fuera nombrado auxiliar de la recién creada Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, dependiente de la Dirección General de Bellas Artes, se dedicó a poner a salvo bibliotecas particulares y públicas. En la zona leal a la República fueron incautadas muchas colecciones bibliográficas en los primeros meses de la guerra por partidos políticos y organizaciones sindicales, sobre todo las de aquellas personas que habían huido a la zona sublevada. La sección Bibliotecas de Cultura Popular –una organización afín al Partido Comunista que se encargaba de coordinar las actividades culturales de los partidos del Frente Popular y de las centrales sindicales–, de la que formó parte Antonio Rodríguez-Moñino, decomisó bastantes bibliotecas particulares. 17Un ejemplo es la del editor y librero valenciano Miguel Juan, un significado derechista que huyó de su domicilio en los primeros días de la guerra y cuya librería de la calle Pascual i Genís de Valencia fue saqueada y su biblioteca particular incautada. No sabemos con certeza si la confiscación fue obra de Cultura Popular o de otra de las organizaciones sindicales y políticas que llevaban a cabo estas labores en los primeros días de la contienda. Paradójicamente, la biblioteca acabó compartiendo espacio con la de Max Aub y otras embargadas por los franquistas en los depósitos de la Universidad de Valencia. 18Las incautaciones de bibliotecas en palacios de la nobleza y en edificios eclesiásticos tenían el doble objetivo de servir de salvaguarda del patrimonio y sobre todo de contribuir a su difusión: «De ahora en adelante, en la España leal tendrán a su disposición todos los trabajadores dignos, además del conocido, muchísimo material que ignoraban o que nunca pudieron consultar». 19Son palabras que Antonio Rodríguez-Moñino escribió en el fragor de la batalla del verano de 1936.
2. INCREMENTO DE LA RED PÚBLICA DE INSTITUTOS Y LLEGADA MASIVA DE PROFESORADO REPUBLICANO A VALENCIA
Gonzalo Suárez, Antonio Rodríguez-Moñino, María Rosario Montoya, Adela Gil Crespo y otros profesores se establecieron en Valencia. En noviembre, acompañando al Gobierno de la República, se desplazaron a la capital del Turia muchos de los docentes que, procedentes de otras provincias, habían quedado atrapados en Madrid y bastantes catedráticos que ocupaban plazas en la capital. En el caso de los de la Universidad Central, según ha estudiado Carolina Rodríguez: «la llegada masiva se inició a partir de noviembre de 1936, al mismo tiempo que se trasladaban el gobierno y las Cortes y se constituía en Valencia la Casa de la Cultura, llegando a su máxima expresión en el inicio del curso 1937-38». Los últimos
llegaron conminados por la orden de 28 de agosto de 1937 que disponía que todos los catedráticos, auxiliares y encargados de curso de todas las universidades, que se encontraban en zona republicana o en el extranjero, debían presentarse en la secretaría general de la Universidad de Valencia antes del quince del mes de septiembre de 1937 quedando a disposición de los decanos de las facultades respectivas con la idea de que en octubre de ese año se reanudaran las actividades universitarias. 20
Coinciden las fechas de llegada del profesorado universitario y las del de instituto, lo que nos hace pensar que llegarían juntos después de que la Junta de Defensa Nacional decidió evacuar en noviembre de 1936 a los hombres de ciencia, artistas, escritores, compositores y poetas.
En Valencia, muchos intelectuales evacuados de Madrid encontraron alojamiento en el hotel Palas –renombrado esos días como «la casa dels sabuts»–, en la calle de la Paz. Antonio Machado, catedrático de Francés del Instituto Cervantes de Madrid, fue nombrado presidente del patronato de la Casa de la Cultura, que se instaló en el citado hotel. Sus compañeros de Segunda Enseñanza participaron junto con los demás en las actividades que allí se desarrollaban: conferencias, inventario de libros procedentes de las incautaciones de la Junta de Protección del Tesoro Artístico, lecturas en la biblioteca del centro, etc. Las autoridades republicanas pretendieron en todo momento crear una ilusión de «cierta normalidad en el desarrollo de la cotidianeidad docente e investigadora», pese a las adversas circunstancias que se estaban viviendo. 21
Los profesores de instituto recién llegados a la ciudad estaban obligados a pasar por la nueva sede del Ministerio de Instrucción Pública, instalada en esos días de la guerra en la antigua Universidad de Valencia, en la calle de la Nave, 22para que les fuera adjudicada plaza. Julio César Sánchez Gómez, catedrático del instituto de Torrelavega, cuenta que al comenzar el curso escolar en la zona republicana
el ministro de Instrucción Pública nos ordenó que pasásemos a Valencia los profesores de los centros del Norte que nos hallábamos en Madrid, para ver la forma de organizar el viaje a nuestros respectivos institutos, asunto difícil por haber quedado todo el Norte de España desconectado del centro. Fracasó en su empeño y entonces dispuso que la sección de Institutos nos destinase interinamente donde hiciera falta. Dicha sección tardó hasta el 16 de abril de 1937 en mandarme a Lérida. 23
El día 21 de enero de 1937 tuvo lugar un acto masivo de adjudicación de plazas en la calle de la Nave de Valencia. La mayoría de las plazas asignadas fueron para cursillistas del 33, pero también muchas fueron para los catedráticos que acababan de llegar a la ciudad acompañando al Gobierno. Entre ellos había personas de gran prestigio intelectual, como Samuel Gili Gaya, Manuel Núñez de Arenas o Enrique Rioja Lo Bianco, que se incorporaron al recién creado Instituto Obrero; otros catedráticos como Rafael de Penagos, Antonio Rodríguez-Moñino y Gonzalo Suárez Gómez 24trabajaron en el Instituto Luis Vives. En todos los casos se trataba de personas que se identificaban ideológicamente con la República, la mayoría eran afiliados a FETE-UGT y militantes de partidos del Frente Popular. Muchos de ellos eran catedráticos de larga y brillante trayectoria profesional que habían tenido cargos políticos de responsabilidad en el Ministerio de Instrucción Pública. En los expedientes de la mayor parte de los que consiguieron vacante ese día consta como fecha de toma de posesión en sus respectivos destinos el 1 de febrero de 1937.
Del total de los 242 profesores que ejercieron la docencia durante la guerra en los institutos de la retaguardia valenciana, hemos contabilizado 50 que se incorporaron nuevos, procedentes de otras provincias, en ese tiempo de guerra. De ellos, 41 lo hicieron en institutos de Valencia, 3 fueron destinados a Castellón y 6 a Alicante. De todas formas, creemos que pudieron ser muchos más los que llegaron al País Valenciano entre finales de 1936 y principios de 1937, pese a que no constan las fechas de nombramiento y toma de posesión en sus expedientes. Los 50 profesores que presentamos en el anexo 1 constituyen un buen ejemplo del perfil-tipo del profesorado leal a la República que se desplazó a Levante durante la contienda. Había 37 profesores afiliados al sindicato FETE-UGT y militantes en partidos del Frente Popular. De ellos 20 eran cursillistas del 33 que ejercían como profesores encargados en los institutos y que, en 1938, durante la contienda, fueron homologados como catedráticos. Todos perdieron sus derechos después de la guerra y solo consiguieron ser readmitidos en la enseñanza mucho más tarde, en virtud de dos concursos especiales celebrados en 1946 y 1950. Del grupo de profesores llegados a Valencia, 27 eran catedráticos de larga y brillante trayectoria profesional, con muchas publicaciones científicas y literarias, y en algunos casos, además, con car gos políticos de responsabilidad en el Ministerio. Al final de la guerra, 16 de ellos se exiliaron y el resto, en la mayoría de los casos, tuvo que hacer frente a la máxima sanción en la depuración franquista: la separación de la enseñanza y la baja en el escalafón, así como soportar el exilio interior.
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