Y es que en la segunda mitad del Trecento , la producción de libros de lujo, en los que parece interesar más la decoración y el ornato que el texto, iba adquiriendo dimensiones considerables y ganaba, a la postre, cada vez más adeptos. 27 Ahora bien, si del registro literario se aspira a conocer la realidad tangible, convendría dar respuesta a un conjunto de interrogantes relativos a: (1) los ambientes sociales en los cuales el libro se transformaba, paulatinamente, en un objeto de lujo, dominado por la suntuosidad, por el exceso, por la abundancia, etc.; (2) quiénes fueron las personas que los encargaron, actuando como mecenas de estas obras de arte en las que se conjuga un texto con una decoración, más o menos rica, etc.; (3) y, finalmente, cuáles fueron los lugares y los ambientes en los que se produjeron dichos libros.
LIBROS DE LUJO: TRADICIONES MANUSCRITAS
El análisis material de los manuscritos conservados del periodo permitirá recuperar los ambientes en los que se experimentó esta producción de lujo. El punto de partida del recorrido se sitúa, en esta ocasión, en la segunda mitad del siglo XIV, aunque sus consecuencias se proyectan hasta finales de la Edad Media.
Libros litúrgicos
Del conjunto de la producción del libro manuscrito consideraré tres ambientes en los que el lujo alcanzó, paulatinamente, cada vez más importancia. Con toda seguridad el espacio en el que el lujo estuvo presente de forma más llamativa fue el de los libros litúrgicos, 28 destacando especialmente los encargados por los miembros de la jerarquía eclesiástica: pontífices, cardenales, arzobispos y obispos; y el clero en general, regular o secular –tanto a nivel personal como institucional–. Entre los manuscritos litúrgicos por ellos comisionados pueden mencionarse los siguientes: misales (servirá co mo ejemplo el conocido como «misal rico del cardenal Cisneros» copiado entre 1503 y 1518, 29 [fig. 4.2] breviarios (por ejemplo el del papa Martín V, copiado entre 1360-1370 ca. ), 30 pontificales (como el romano de Giovanni Barozzi, copiado en Bergamo entre 1450 y 1462), 31 antifonarios (como el del papa León X, copiado entre 1513 y 1521), 32 leccionarios (como el del papa Julio II, copiado entre los años 1550 y 1555), 33 y libros de coro (como el minado en Nápoles por Cristoforo Majorana el año 1491). 34 Aunque destinado a un laico, podría recordarse también el breviario-misal de Fernando el Católico, copiado entre los años 1510-1512. 35
Interesa, sobremanera, recuperar los contextos de uso de los libros litúrgicos pertenecientes a las jerarquías eclesiásticas. En este dominio los libros fueron ampliamente utilizados por sus propietarios en ocasiones especiales. Algunos de estos manuscritos se escribieron para momentos de excepción, como por ejemplo el texto del Pontifical romano empleado en la coronación del emperador Carlos V, transcrito, ex professo , el año 1530. 36
Ahora bien, en esta circunstancia el lujo inherente a estos manuscritos permite una doble interpretación. Ciertamente auto-celebra, como sucede en los otros contextos de la producción manuscrita, a quién es el mecenas o también la persona destinataria última del libro. Cabe, no obstante, una segunda interpretación ligada estrechamente a la explicación teológica de la belleza terrenal que se interpreta, de forma anagógica, como remedo de la belleza suprema que encontraría su expresión más perfecta en la misma divinidad. Esta doble dimensión de lo bello es la que permite comprender algunos manuscritos litúrgicos excepcionales como los señalados con anterioridad. 37
Entre los miembros de la aristocracia europea y de la burguesía urbana destacan, por la exhuberancia de sus decoraciones, los libros de Horas, considerados como los breviarios de los laicos. 38 El número, cuantitativamente importante, de los manuscritos catalogados como libros de Horas conservados en la actualidad pone al descubierto la importancia que adquirieron en Europa durante el otoño de la Edad Media. Las colecciones de los conservados tanto en la Biblioteca Apostólica Vaticana 39 como los de la Biblioteca Nacional de Francia, 40 así como los de otras bibliotecas, constituyen una prueba más que suficiente de cuanto se afirma. Servirán a guisa de ejemplo los de: (1) el libro de Horas de Juana de Evreux, copiado entre 1325 y 1328; 41 (2) el libro negro de oraciones de Galeazzo Maria Sforza, 1466-1476; 42 [fig. 4.3] y (3) un libro de horas negro según la liturgia de Roma, Brujas ca. 1475, de la Pierpont Morgan Library. 43
Los mecenas, durante la época de la cultura manuscrita, intervinieron de forma decisiva en la configuración definitiva de los mismos; decidieron sus decoraciones, incorporaron o excluyeron determinados textos, e incluso integraron sus respectivos retratos. Con cierta frecuencia sus propietarios/ as no leyeron los textos en ellos transcritos. 44 Una sugerente interpretación a la que invitan algunos de los retratos incluidos en los Libros de Horas y en los que el propietario orante en el reclinatorio se le representa acompañado de un libro abierto; el orante no dirige su mirada al libro abierto, con o sin texto escrito, en ocasiones sólo evidenciado mediante líneas horizontales o por caprichosos trazos de escritura. Se trata, por otra parte, de una imagen que mantuvo viva la iconografía de la Anunciación, en la que la Virgen María escucha la salutación angélica: «Ave gratia plena: Dominus tecum: benedicta tu in mulieribus» (Lc 1, 28) acompañada de un libro abierto en el reclinatorio que en ocasiones incluye el texto de la profecía de Isaías, concretamente 7, 14-15 ( Ecce virgo concipiet, et pariet filium. Et vocabitur nomen eius Emmanuel. Butyrum et mel comedet, ut sciat reprobare malum, et eligere bonum ). 45 Cabe la posibilidad de que sus propietarios los utilizasen como el complemento de la escena de la devoción privada. Posiblemente, el propietario sólo se interesaba por su presencia física, independientemente de su lectura; al mismo tiempo, era contemplado también por aquellos que perteneciendo a una misma clase social frecuentaban los mismos espacios de devoción y participaban de idénticas gestualidades.
El retablo mayor de la cartuja de Miraflores, en Burgos, realizado por Gil de Siloe (1496-1499), incorpora en la parte inferior, en los laterales derecho e izquierdo, las figuras orantes de Juan II de Castilla y de su esposa, Isabel de Portugal, padres de la reina Isabel la Católica, acompañados de sus respectivos escudos heráldicos; en ambos casos sobre los dos reclinatorios reposan sendos libros abiertos que acompañan la actitud devota del orante. Adosado al muro del Evangelio, del mismo modo el sepulcro del infante Alfonso, hijo de Juan II e Isabel de Portugal, incorpora un reclinatorio sobre el que descansa un libro abierto. Ninguno de los tres personajes mencionados dirige su mirada hacia el libro interesándose por su contenido. 46
Y, tal vez, así se comprende la acerada crítica escrita por Jaume Roig, médico valenciano, de aquella mujer que aún poseyendo un libro de horas ricamente decorado no le servía para leer en el mismo la colección de textos litúrgicos transcritos. Dice así:
A totes horesses belles Hores,ystoriadeshe ben pintades,d’or tancadós,molts giradóssovint obria.Cert, no sabiaconéxer lletres.Arreu los metres.fingint legia;los hulls vogiadeçà i dellà . 47
COMPILACIONES Y TEXTOS JURÍDICOS
Del mismo modo que sucedía en el ámbito de los manuscritos litúrgicos, a partir de los años centrales del siglo XIV, el poder político (real, señorial, urbano, etc.) se sirvió de manuscritos relativamente lujosos en los que recogía las colecciones de textos legales y jurídicos que a ellos les interesaban. En modo alguno, a pesar del lujo de algunas de estas tradiciones manuscritas, sus productos alcanzaron el nivel de excelencia que consiguieron los libros litúrgicos a los que se ha aludido. Algunos ejemplos servirán para advertir la voluntad de definir un producto de lujo que se desea excepcional. En este contexto, limitaré el recorrido a compilaciones jurídicas del ámbito de la Corona de Aragón, destacando: (a) las Leges Palatinae regni Maioricarum ; 48 [fig. 4.4]; (b) las Ordinacions de la casa i cort de Pedro el Ceremonioso; de entre todos los manuscritos de esta rica tradición textual, 49 pueden recordarse el manuscrito Phillips , 50 o los conservados en la Biblioteca nacional de Francia, Espagnol 8, copiado en 1461, 51 y el Espagnol 99, transcrito entre 1370 y 1380; 52 (c) el manuscrito de los Furs de València , 53 copiado por Bonanat Ça Pera, y (d) el Llibre del Consolat de Mar , 54 decorado por Leonardo Crespí.
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