No deja de sorprender que se proponga el pensar como un revulsivo al totalitarismo. ¿Qué tipo de poder puede ser el que produzca el pensamiento que resulte capaz de contraponerse, incluso capaz de evitar un fenómeno como el totalitario? Precisamente este problema de la capacidad de pensar como una forma de movernos libremente en el mundo , es decir, como una forma de acción capaz de configurar un espacio de espectadores, es el núcleo de las complejas relaciones entre filosofía y política para Arendt. Se trata de un problema que encierra enormes dificultades que no podrán abordarse en todos sus múltiples matices. A pesar de ello, sí es posible delimitar los problemas en torno a dos preguntas clave: ¿qué es la política?, ¿qué es la filosofía? Se necesita precisar el significado de lo político y de lo filosófico al que nos estamos refiriendo.
Hannah Arendt tuvo la enorme capacidad de plantear política y filosóficamente una serie de problemas cruciales del siglo XX desde fuera de la filosofía académica. Ella hablaba de ejercicios de pensamiento para la actividad del filosofar porque su afán no estaba en hacer doctrina ni en teorizar, sino en comprender . Ese afán de comprensión fue el acicate para intentar desentrañar las terribles verdades que su experiencia vivida le aportaba. Fue precisamente ese lúcido sentido de la actividad de la comprensión de su propia experiencia el que le deparó una nueva forma de entender lo filosófico, pero también lo político. Filosofía y política, pues, se van redefiniendo en su pensamiento de manera tal que logra plasmar una de las claves del pensar del siglo XX: cómo seguir pensando cuando se ha constatado que la cultura de la modernidad, la ciencia y la técnica incluidas, puede representar el fin de la humanidad.
Este libro no pretende ser una exposición exhaustiva de la obra de Hannah Arendt. Lo que pretende es exponer una lectura de ella que dé cuenta de cómo la experiencia del totalitarismo y la del filosofar llevaron a Arendt a una propuesta: que la constatación de las terribles verdades que acechan a los hombres no tiene que hacernos renunciar a la posibilidad de una cultura crítica desde la ciudadanía y la responsabilidad. Que eso pueda ser así no significa que se minusvalore el condicionante papel del proceso imparable de la necesidad de laborar y de producir. Lo que quiere decir es que, a pesar de ello, la acción de los hombres y su vivir juntos pueden conformarse desde el pensar, un pensamiento amplio capaz de ponerse en el lugar del otro.
Uno de los aspectos centrales del libro es la relevancia, para la lectura que hago de Arendt, de sus diálogos con algunos pensadores contemporáneos como son: M. Heidegger, K. Marx, W. Benjamin y Kant. El hecho de que no fuera una académica al uso hace particularmente interesantes esos diálogos, en los que se pone de relieve la reconstrucción de algunos conceptos clave de la tradición. En efecto, la idea de que la tradición estaba rota representaba la carencia de conceptos con los que poder comprender las nuevas experiencias.
Cuando Hannah Arendt (Könisgberg, 1906 - Nueva York, 1975) recibió el Premio Lessing (1960), destacó las posibilidades del pensamiento como una forma de acción. Que al pensar se pueda descubrir otra forma de moverse libremente en el mundo es una de las afirmaciones que condensan su pensamiento.
Uno de mis propósitos es clarificar, a través de sus obras, cómo investiga, no sin dificultades, sobre las posibilidades del pensamiento como una forma de acción. Los tiempos de oscuridad ( dark times ) en los que el siglo XX se ve envuelto necesitaban de nuevos conceptos para poder ser comprendidos. El pensar sin barandillas ( thinking without banister ) conlleva, más que abandonar la metafísica, desmantelarla, lo que consistirá en mostrar sus paradojas.
La hipótesis interpretativa sobre su obra que voy a defender es que mediante una fenomenología de lo político intenta el giro que representará poner en el punto alto de la jerarquía la acción y no la contemplación. Además, que esa fenomenología de lo político también significará entender el pensar como una actividad que, al liberar el juicio, hace posible un espacio de aparición , el de los espectadores que reflexionan y juzgan, distinto del espacio de aparición de la acción. El pensamiento crítico forma parte de esa fenomenología de lo político.
Defiendo que eso es posible porque, como argumentaré, la pluralidad es condición de la acción, pero es también lo originario de la identidad oculta del yo pienso. Por ello, es condición del pensamiento crítico y hace posible armonizar filosofía y política.
Voy a mostrar que el problema va a ser doble. Por una parte, necesita nuevos conceptos de acción , de libertad y de identidad para introducir un nuevo concepto de lo político desde una ontología del aparecer y, por otra, se plantea el problema de cómo puede el pensamiento ser político, entrar en el mundo de las apariencias. Solo si se puede describir el pensamiento como un fenómeno (es decir, que lo invisible sea visible) podrá surgir el juicio y dar sentido a la acción.
Mi propósito ha sido analizar los nuevos significados que introduce en los conceptos de acción y pensamiento para poder explicar cómo en su obra se da una nueva forma de filosofar que es una crítica del pensamiento occidental, con el que entra a su vez en diálogo. Desde ahí, ella intenta comprender las terribles experiencias de su siglo y, a su vez, muestra las paradojas de la existencia. Es esa tensión entre un pensamiento crítico que busca dar sentido a la existencia y la constatación de su sin sentido la que me interesa destacar como un filosofar ineludible en nuestra actualidad. Si la actualidad se constituye en tema de reflexión filosófica ni qué decir tiene que nuestro hoy como diferencia en la historia merece también el calificativo de tiempos de oscuridad .
Lo que se defiende en el libro es que Arendt es una teórica de la política , como ella quería, es una filósofa de la política , como en general se la interpreta, pero fundamentalmente es una pensadora fenomenóloga que, como tal, hace filosofía crítica , mediante la cual va presentando las distintas resignificaciones de las categorías de la tradición de la filosofía occidental: libertad, pensamiento, acción, identidad, voluntad, poder, mundo, etc.
Es la tensión entre filosofía y política uno de los hilos conductores de su pensamiento que ella entiende como una tensión característica del pensamiento occidental. Se concretó en dos de sus experiencias fundamentales: la fascinación por el filosofar de Heidegger y la experiencia del totalitarismo. Pero su comprensión de las terribles experiencias que vivió constituye una reflexión singular, única, que se nutrió del diálogo constante con la filosofía occidental: de Sócrates, Platón y Aristóteles a san Agustín; desde Montesquieu, Hobbes y Locke hasta Kant; desde Marx hasta Benjamin, y desde Heidegger y Jaspers hasta Merleau-Ponty.
Será el diálogo con Heidegger y Marx el que voy a destacar en la primera parte. En la tercera, será el diálogo con W. Benjamin y Kant. Sobre todo, me interesa mostrar cómo se da en ella la tensión entre las bases heideggerianas de su fenomenología y el contrapunto kantiano necesario para la elaboración del juicio. Sin olvidar el modelo socrático de diálogo y la concepción fragmentaria de la historia de Benjamin.
Primera parte: hacia una fenomenología de lo político: diálogos con Heidegger y Marx
En La condición humana , Heidegger es un referente polémico silenciado del que recoge su deconstrucción de los conceptos aristotélicos de poiesis y praxis , techné , frónesis y sophia . Arendt describe la actividad que llama work (trabajo) introduciendo el significado tanto de poiesis (producción) como de techné . Mientras que el significado de la praxis y su saber , frónesis , se introduce en el concepto de action (acción).
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