Elemento fundamental de la justificación de la expulsión es la idea de que los moriscos eran enemigos políticos del rey de España y servidores de príncipes musulmanes. Todos recuerdan las muchas rebeliones provocadas por los moriscos, sus alianzas con el turco, los piratas y príncipes del Norte de África, con el monarca francés, y con príncipes herejes en Europa. Esto explicaría, por ejemplo, por qué se había comenzado por los moriscos de Valencia, «por ser el más peligroso, más gente junta, mayor numero, más cerca de la marina, más rebeldes, y congregados en aljamas, lugares y poblaciones, de que se seguía el mayor peligro de movimiento y rebelión, como a la postre lo mostraron». 45
Pero la Expulsión también fue discutida en otros géneros, aunque aquí sin la intensidad y profundidad de los discutidos con anterioridad. En la mayoría de los casos, las referencias a la expulsión son sucintas y en general están más bien orientadas hacia la congratulación a Felipe III y a Lerma por la Expulsión, y no tanto a la discusión de los motivos de la Expulsión, o a un estudio de las características de los moriscos que habrían propiciado la Expulsión.
Esto está especialmente significado por un género, la literatura de cordel, dirigida al mercado más popular. La mejor estudiosa de este género, María Cruz García de Enterría, destaca que los pliegos de cordel cuando se refieren a los moriscos, lo hacen desde la perspectiva «más anti-morisca», combinada con alabanzas al monarca por haber tomado tal decisión. Antes de la Expulsión pocos de estos impresos se refieren al tema de los moriscos, pero a partir de 1610 aparecen muchos en los que se declaran los crímenes de los moriscos, sus tendencias a la rebelión y conspiración, y por ello de la necesidad de la Expulsión. Pero fundamentalmente la idea en estos textos es cantar las glorias de Felipe III, y la mejora que España va a sufrir por esta medida. Uno de los textos reproducidos por García de Enterría, quien nos recuerda que su número se incrementó en 1610-1611, insiste en esta glorificación de la realeza española en general y de Felipe III en particular:
El invicto Rey Felipo/ nieto del gran Carlos Quinto,/ cuyas hazañas famosas/ durarán eternos siglos./ Hijo del padre más sabio/ más reto y más christiano/ que ha governado este reyno/ desde el Rey que es más antiguo [...]/ Para conseguir el caso/ tan justo y bien recibido/ de toda la Christiandad./ pues es tan christiano arbitrio [...] El Rey los echa de España/ por traydores enemigos./ Al principio muchos de ellos/ estavan en regozijo/ pensando que por dinero/ perdonarán sus delitos./ Mas el Católico Rey/ que tiene el caso sabido/ por ningún interés quiere/ sufrir ofensas de Christo. 46
Pero dentro del género literario, en el periodo anterior a 1618, es quizás en la obra de Miguel de Cervantes donde los moriscos y su expulsión tienen una mayor presencia. Después de 1609, Cervantes se refirió al tema al menos en tres ocasiones, y el análisis de sus escritos puede indicar las contradicciones en las que se movía la sociedad de ese momento. La primera obra en la que Cervantes se refiere a los moriscos, es en una de sus Novelas ejemplares, «El coloquio de los perros», publicada en 1613. En ella Cervantes reproduce la visión más negativa de la que denomina «morisca canalla». Los moriscos son aquí presentados como tacaños, ladrones, malos cristianos (o no cristianos) e individuos que no paran de procrear, tanto que pronto serán más que los cristianos. El narrador espera y desea que se estén tomando medidas para pararlos, y así cree que «celadores prudentísimos tienen nuestra república que, considerando que España cría y tiene en su seno tantas víboras como moriscos, ayudados de Dios hallarán a tanto daño cierta, presta y segura salida» sin duda una referencia a la Expulsión. 47
La segunda obra, es La segunda parte de Don Quijote de la Mancha, donde cuenta la tierna historia del morisco Ricote y su familia. La historia, bien conocida, ha dado argumentos a muchos estudiosos para apoyar la idea de que Cervantes fue crítico de la Expulsión y muchos incluso ven a Cervantes aquí representando la visión popular en su tiempo, una dominada por el escepticismo sobre los motivos de la Expulsión. Debatiremos toda nuestra vida sobre este tema, pero lo que interesa aquí y ahora es que en la obra de Cervantes es el mismo Ricote, un morisco, quien justifica la Expulsión: el rey se vio movido, afirma Ricote, a «poner en efecto tan gallarda resolución, no porque todos fuésemos culpados, que algunos había cristianos firmes y verdaderos, pero eran tan pocos, que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa. Finalmente, con justa razón fuimos castigados con la pena de destierro, blanda y suave al parecer de algunos, pero al nuestro la más terrible que se nos podía dar». 48
Si la historia de los moriscos de Castilla, representada por Ricote y su familia, suscita la pena de Sancho, la historia de los moriscos valencianos que se cuenta en la última obra de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Segismunda, publicada en 1616, está más cerca de la ideología justificadora de la Expulsión. Es en esta obra, por ejemplo, donde Cervantes hace hablar a un sabio morisco, quien asegura que sus antepasados, especialmente su abuelo, eran expertos en profecía, y que ya le había dicho hace años que en tiempos de la dinastía de los Austrias habría un monarca que arrojaría del seno de España a «la serpiente que le está royendo las entrañas». Esta obra es fundamental, sin embargo, porque asume la imagen de los moriscos, de la gran mayoría de ellos, como falsos cristianos, conspiradores, aliados de piratas y turcos, que odian profundamente a los cristianos de los que viven totalmente separados y a los que están dispuestos a traicionar, asesinar o capturar y vender como esclavos. Y de nuevo el sabio morisco, uno de los pocos cristianos de su comunidad, vuelve a pedir la definitiva solución al peligro morisco, una que en la fecha de publicación estaba supuestamente finalizada:
¡Ea, mancebo generoso! ¡Ea, rey invencible! ¡Atropella, rompe, desbarata todo género de inconvenientes y déjanos a España tersa, limpia y desembarazada desta mi mala casta, que tanto la asombra y menoscaba! ¡Ea, consejero tan prudente como ilustre, nuevo Atlante del peso de esta Monarquía, ayuda y facilita con tus consejos a esta necesaria trasmigración; llénense estos mares de tus galeras cargadas del inútil peso de la generación agarena; vayan arrojadas a las contrarias riberas las zarzas, las malezas y las otras yerbas que estorban el crecimiento de la fertilidad y abundancia cristiana! 49
La expulsión de los moriscos como una gran victoria militar, pero también como la victoria de una España católica, fue el objetivo central de una serie de representaciones pictóricas durante el reinado de Felipe III. Esta era la intención detrás de los cuadros que Felipe III encargó a varios pintores valencianos en 1612. 50Si uno observa detenidamente los cuadros, son claramente imágenes de celebración de la capacidad militar de la monarquía, de su capacidad estratégica para movilizar a tantas fuerzas, para atender a la expulsión o al control de las rebeliones. Y así se podrían relacionar con otras muchas pinturas celebrando la capacidad naval y militar de la monarquía Hispana.
MÁS ALLÁ DE LA EXPULSIÓN
Muchos de los que se refieren a cómo los españoles valoraron el tema de la expulsión, aseguran que a partir de 1619 el tono cambió, y la mayoría de los autores pasaron de ser apologistas a ser críticos de la decisión real. Ya García de Enterría en su estudio sobre la literatura de cordel expresaba su creencia de que entre 1619 y 1674 aparecen textos indicando que hay un cierto arrepentimiento de defender la Expulsión sobre la base de que los moriscos no eran verdaderos cristianos. La opinión prevalente ahora sería asegurar que una mayoría de estos sí eran católicos y no debían haber sido expulsados. 51Con palabras más claras lo han expresado otros, especialmente el historiador que más seriamente ha estudiado este tema, Miguel Ángel de Bunes, quien ha escrito que en el reinado de Felipe IV «la mentalidad de historiadores, literatos y clases populares cambia radicalmente en cuanto a la consideracion del problema morisco. La resolución de 1609 empieza a pesar como una gran losa sobre la conciencia de los españoles e incluso se considera injusta e innecesaria la deportacion de cerca de 400.000 habitantes de la Peninsula». 52
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