La dependencia de las definiciones disponibles en los diccionarios corrientes está lejos de ser evidente. Como ejemplo, para lo /inminente/, el Micro-Robert propone: «lo que va a producirse en muy breve tiempo», definición que juega a la vez con la actualización, con la identificación de una dirección y con la reabsorción de una magnitud. Pero, para restituir a esos rasgos su característica sistémica, conviene restablecer en cada eje las zonas aspectuales que controla:
Lo que hay que definir, aunque la fórmula es probablemente generalizable, es la complejidad de lo /inminente/. En una primera aproximación, lo /inminente/ compone, de una parte, la aminoración del aún no : «en muy poco tiempo», y, de otra parte, el redoblamiento de la abreviación para la secuencia: «lo que va a producirse». Esta abreviación arrastra al sujeto hasta el punto crítico donde el «ya», que el Micro-Robert define como «desde ahora», cede el lugar —si nos atrevemos a decirlo— al «ahora». Los lexemas, pero tal vez sobre todo los adverbios, por su «transparencia», regulan la amplitud diferencial de las operaciones tensivas que se efectúan.
El término complejo del tipo: «¡mitad equilibrio y mitad ya el alivio!», define una alternancia entre dos regímenes fóricos que la clarividencia personal de Claudel designa como prosódicos . Cada uno de esos regímenes solo se beneficia de un predominio momentáneo: si es dominante, el «equilibrio» inhibe el «alivio» por el tiempo que el punto de ruptura tarde en llegar, mientras que el progreso del «alivio» aminora secretamente el «equilibrio». Saussure (1974) es ciertamente el «hombre» de la diferencia, pero es igualmente el de la complejidad : «La lengua es, por decirlo así, un álgebra que solo dispone de términos complejos» (p. 205). Desde nuestro punto de vista, esa complejidad es la que proviene del espacio tensivo, la cual se transmite jerárquicamente a las magnitudes que ese espacio acoge. El espacio tensivo es ante todo fórico y, en consecuencia, las magnitudes «son» vectores orientados y mesurados, mociones y, por analogía, más participios de presente que señalan una valencia de evento que participios de pasado que señalan una valencia de estado . Sea:
2.2 Reciprocidad del sistema y del proceso
La minuciosidad del texto de Claudel permite penetrar por una de las vías de la asunción del sentido en discurso, a saber, el procedimiento explicitado hace posible pasar del sistema , en cuanto lugar de espaciamientos, al proceso , en cuanto lugar de enfrentamientos. Retomaremos, por ser cómodo, el caso de la temporalidad fórica, puesto que «habla» a todos y cada uno de nosotros. El término ab quo es la alternancia, cuya « sede », para Saussure, «está en el cerebro». En la medida en que, según Hjelmslev (1972), «por esa función entre lo paradigmático y lo sintagmático se explica su condicionamiento recíproco» (p. 189), nosotros estamos en capacidad de transformar la alternancia paradigmática del tipo [largo vs. breve] en coexistencia sintagmática del tipo [largo ⇔ breve], dando al signo [⇔] la función de representar simplemente la resolución de la virtualidad propia de las oposiciones paradigmáticas. La coexistencia sintagmática y la desigualdad valencial de los términos-medida, que necesariamente toman cuerpo, aparecen ahora como las condiciones de posibilidad de la actividad sintagmática que designamos como una efectuación sintáctica . En efecto, en razón de esa contigüidad, el trabajo de la diferencia puede intervenir haciendo valer, según la doxa actual, la superioridad de lo /breve/ sobre lo /largo/; y, según una doxa cada vez más pasadista [amante del pasado], la superioridad de lo /largo/ sobre lo /breve/. En el primer caso, la operación discursiva puesta en marcha será la abreviación ; en el segundo, el alargamiento . La coexistencia sintagmática es el término medio entre la alternancia paradigmática y la efectuación sintáctica, entre la morfología y la sintaxis. En el cuadro siguiente, el signo [⇔] representa la contigüidad sintagmática; la letra [ r ] entre corchetes, la rección eficiente como principio de una dirección semántica identificable; los caracteres en negrita indican el término regente; los caracteres corrientes, el término regido.
Esta problemática está presente, con variantes terminológicas notables y por preocupaciones distintas, en la mayor parte de las teorías orientadas al discurso. La preocupación recurrente de Hjelmslev de abolir la antigua división entre morfología y sintaxis 13estaba ya explícita en Saussure (1974): «Pero esa distinción [entre morfología y sintaxis] es ilusoria. […] Lingüísticamente, la morfología no tiene objeto real y autónomo; no puede constituir una disciplina distinta de la sintaxis» (p. 224). Por su parte, Jakobson retoma la distinción saussuriana entre relaciones in absentia , relativas al código, y relaciones in praesentia , relativas al mensaje. Sin embargo, cierto desequilibrio subsiste en desventaja de las segundas: las relaciones in absentia son dirigidas por un principio llamado de equivalencia , mientras que las relaciones in praesentia se contentan con la simple contigüidad. Reconciliando la lingüística saussuriana y la retórica «restringida» (Genette), Jakobson (1985) procede a una condensación respecto de la lingüística y a una inducción respecto a la retórica:
El desarrollo de un discurso puede hacerse a lo largo de dos líneas semánticas diferentes: un tema ( topic ) lleva a otro tema, sea por similaridad, sea por contigüidad. Lo mejor sería sin duda hablar de proceso metafórico en el primer caso, y de proceso metonímico en el segundo, ya que encuentran la expresión más condensada, uno en la metáfora, otro en la metonimia. (p. 61)
Si, en este pasaje, Jakobson (1985) otorga a ese principio la mayor extensión, en otros pasajes reserva esa característica para el metalenguaje, y, sobre todo, como se sabe, para el lenguaje poético (p. 220). Sin embargo, la indecisión desaparece cuando uno observa el uso analítico que Lévi-Strauss, tanto por sí solo como en colaboración con Jakobson, ha hecho de esa dualidad creadora, sin retroceder ante la postulación de un determinismo retórico: «[…] verificando así esa ley del pensamiento mítico según la cual la transformación de una metáfora termina en una metonimia» (Lévi-Strauss, 1984, p. 158).
La hipótesis de Jakobson ha sido tomada como un descubrimiento y como una novedad, aunque equivocadamente. En «Teoría general de la magia», que data de 1902, Mauss, contemporáneo de Saussure, identificaba ya la tríada categorial que se convertiría en la carta magna del estructuralismo:
Es posible desprender, de entre el follaje de las expresiones variables, tres leyes dominantes. Se las puede designar a todas ellas como leyes de simpatía, si es que se comprende bajo la palabra simpatía , la antipatía. Estas son las leyes: de contigüidad, de similaridad, de contraste; las cosas en contacto están o permanecen unidas, lo semejante produce lo semejante, lo contrario actúa sobre lo contrario. (Mauss, 1971) 14
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