El estilo temporal elegido por el ministro de Relaciones Exteriores, Dominique de Villepin, se deja describir sin demasiadas dificultades: (i) él se propone regresar de la captación a la mira prospectiva; en efecto, parece razonable pensar que el fracaso ha sorprendido a los dirigentes reunidos, si no habría que admitir que estos últimos deseaban solamente hacer ver a pleno día la amplitud de los desacuerdos alcanzados; (ii) ese fracaso se convierte para el tiempo demarcativo en un pivote temporal cómodo, que divide un antes y un después de Bruselas; (iii) para el tiempo fórico, el texto citado deja entender que un cambio de tempo , aquí una desaceleración, es deseable y que, según una fórmula famosa, es urgente «dar tiempo al tiempo», es decir, alargar el tiempo, puesto que esa posibilidad tan valiosa forma parte de nuestras más raras prerrogativas semánticas. Así, el tratamiento analítico, razonado, de la temporalidad evita al sujeto (a los sujetos) la aceptación del no-sentido: el «tiempo» de la Constitución europea aún no ha llegado; nada, pues, está perdido.
En tercer lugar, así como Saussure terminó por moderar el corte entre la sincronía y la diacronía, de la misma manera Hjelmslev (1972) propone ajustar entre la sintaxis y la morfología una reciprocidad que él considera esclarecedora:
Lo sintagmático y lo paradigmático se condicionan constantemente. […] Es forzoso introducir consideraciones manifiestamente «sintácticas» en «morfología» —incluyendo en ella, por ejemplo, las categorías de la preposición y de la conjunción, cuya única razón de ser es sintagmática— y colocar en la «sintaxis» la definición de casi todas las formas que se pretende haber reconocido en «morfología». (p. 189)
Es claro que el último punto, a saber, el retorno en gracia de la diacronía, y la reciprocidad de la morfología y de la sintaxis van en el mismo sentido y encuentran una problemática recurrente: la relación que existe entre la calidad y la cantidad. Esta dialéctica corresponde a la definición de las unidades y a su tratamiento por la microsintaxis.
2. INFLEXIONES MICROSINTÁCTICAS
El estructuralismo de los años sesenta privilegió una posibilidad estructural en detrimento de otras igualmente posibles: la oposición [s 1vs. s 2], sobre la base de la estabilidad del intervalo [s 1⇔ s 2], de suerte que si [s 1] y [s 2] son conmutables uno con otro, el valor del intervalo que acerca el uno al otro no lo es. Nuestra hipótesis directriz, a saber, la dependencia de la extensidad respecto de la intensidad, conduce a la rehabilitación del concepto de medida : «Es preciso reconocer, asimismo, que la captación de una “cosa” o de un acontecimiento empírico incluye también un acto de estimación » (Cassirer, 1998, t. 2, p. 53) 9. Desde este punto de vista, la distinción promovida por Saussure entre el acontecimiento y el estado puede ser recalificada, identificando —desde el punto de vista discursivo— el acontecimiento-evento con la precipitación de una desmesura .
2.1 La sintaxis intensiva
En el análisis valencial esbozado en nuestro ensayo «Précis de grammaire tensive» (Zilberberg, 2002)* se proponen tres hipótesis «razonables». (i) Las magnitudes son momentos singulares de un continuum orientado «analizable»; ese continuum es progresivo o regresivo: en el primer caso, para [s 1≈ 1] y para [s 4≈ 0], su aspectualización encadena un repunte : [s 4→ s 3], luego un redoblamiento : [s 2→ s 1]; en el segundo caso, una atenuación : [s 1→ s 2], luego una aminoración : [s 3→ s 4]. (ii) La «buena estructura», la que «hace juego» y, por lo mismo, la que autoriza a los sujetos su juego, no es binaria, sino cuaternaria; a partir de la secuencia [s 1— s 2— s 3— s 4], planteamos que dos intervalos se adelantan a los otros: el intervalo amplio [s 1⇔ s 4] y el intervalo restringido [s 2⇔ s 3]. Como ya lo hemos indicado, se da un intercambio incesante entre la calificación de las cantidades. (iii) La definición de una unidad comprende ahora dos aspectos: singular, con el que se opone a la unidad que tiene enfrente respecto al intervalo del cual depende, pero esas dos unidades, por el hecho de pertenecer al mismo intervalo, se oponen juntas a las otras dos unidades que dependen del otro intervalo.
Así las magnitudes forman parte importante de una red* y, por lo tanto, la identidad de una magnitud se convierte en la suma virtual, móvil, de las relaciones posibles. Los ejemplos, como bien se sabe, vienen en socorro del razonamiento. El espacio directivo tiene por oposición de base [abierto vs. cerrado] 10, pero esta pareja no es más que una parte de la red que añade a cada término de la pareja de base un correlato modal: lo /cerrado/ es lo que se puede abrir, lo /hermético/ es lo que es imposible de abrir en las mismas condiciones; lo /abierto/ es lo que se puede cerrar, lo /demasiado abierto/ [ le / béant /] es lo que no se puede cerrar sin un esfuerzo superior. Si adoptamos como término ab quo lo /abierto/, se alcanza, después de poner en marcha la atenuación, luego la aminoración, lo /hermético/; inversamente, si adoptamos como término ab quo lo /hermético/, se alcanza por repunte y después por redoblamiento lo /demasiado abierto/ [ le / béant /]. Sea la declinación siguiente:
Si adoptamos [s 1→ s 4] como dirección prevalente [del discurso] y apuntamos, por ejemplo, a s 2, esta magnitud es para [s 1] diminutiva, para [s 3] superativa, para [s 4] suprema. Pero, en la medida en que conviene [reservar] forzosamente a la «sintaxis» la definición de casi todas las formas que se pretende haber reconocido en «morfología», los «medianos» /abierto/ y /cerrado/ deben ser considerados como operadores, es decir, como infinitivos, de las otras tres magnitudes. Conservando [s 2] como pivote, alineamos en este orden la serie: [s 2→ s 1] = abrir lo demasiado abierto ; [s 2→ s 3] = abrir lo cerrado ; [s 2→ s 4] = abrir lo hermético . Este reparto es ante todo el de la tonicidad, siempre que el sintagma abrir lo cerrado sea, referido a los otros dos, átono e implicativo , a partir de una catálisis elemental: ¿qué hacer en presencia de algo /cerrado/ más que —tarde o temprano— abrirlo? Los dos sintagmas tónicos, abrir lo demasiado abierto y abrir lo hermético , se inscriben por relatividad como concesivos , pero por razones distintas: abrir lo demasiado abierto como resultado recursivo del redoblamiento, y por este motivo lo calificaremos de hiperbólico ; por lo que concierne al sintagma abrir lo hermético , lo calificaremos de concesivo fundándonos en la catálisis siguiente: « aunque sea hermético, ¡yo lo abro!». Autentificada, la concesión, en los términos en que nosotros la abordamos, establece la performancia como hazaña . Sea el sistema siguiente, que tiene el mérito, insigne a nuestro entender, de establecer —o de recobrar— una continuidad ventajosa entre la lengua preocupada por la frase, y la retórica, interesada en el discurso.
Aduciremos dos argumentos más. (i) Los sintagmas concesivo-hiperbólicos y concesivo-superlativos son, en razón de su posición en el seno del sistema y del ardor de sus valencias intensivas, «vigilados» por el sincretismo. (ii) La concesión discursiva ajusta las dinámicas respectivas del programa y del contraprograma según dos posibilidades simétricas e inversas una de la otra: la concesión es benéfica cuando el programa propuesto como deseable prevalece sobre el contraprograma que se le opone y lo resiste; la concesión es desastrosa cuando el contraprograma enojoso se impone en detrimento del programa puesto en marcha por el sujeto.
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