A medida que surgía la perspectiva del desarrollo, la psicopatología también se entendió en términos de impedimentos e interrupciones del movimiento de avance y adaptación del proceso de desarrollo progresivo. Las concepciones de la acción terapéutica psicoanalítica se amplían de manera similar para ir más allá de la interpretación del conflicto o la recuperación de recuerdos o fantasías reprimidas, para abarcar las posibilidades multimodales y complejas del desarrollo progresivo removilizado. El crecimiento y el desarrollo, ya sea en la infancia o en la psicoterapia, no son simples cuestiones de proporcionar apoyo o «experiencias emocionales correctivas», aunque algunos han criticado los tratamientos orientados al desarrollo de esta manera. (Véanse los capítulos 6, 7 y 8 para más información al respecto).
LAS RELACIONES SON FUNDAMENTALES
Las relaciones son fundamentales para el proceso de desarrollo. La mayoría de los modelos orientados al desarrollo parten del supuesto de que las relaciones son las motivaciones principales, más que los impulsos. Las relaciones son las unidades primarias dentro de las cuales el desarrollo tiene lugar, comenzando con las familias y extendiéndose a las escuelas, grupos sociales, lugares de trabajo, etc. En términos más amplios, el desarrollo puede entenderse como la organización y reorganización de las relaciones dentro de los elementos neurobiológicos, psicológicos, sociales, económicos y culturales y entre ellos, en diferentes niveles y dimensiones de los sistemas de vida. (Esto se examina más adelante en el capítulo y más ampliamente en el capítulo 19).
COMPLEJIDAD E INTEGRACIÓN: TEORÍA DE LOS SISTEMAS DINÁMICOS NO LINEALES
El desarrollo, por lo tanto, es una cuestión de transformación e integración, tanto a lo largo del tiempo como de las diferentes capacidades y entornos que se modifican mutuamente a medida que surgen en un momento dado del desarrollo. Surgen nuevos modos, de tal manera que hay un equilibrio dinámico continuo entre la novedad y la repetición. Todo esto ocurre a medida que se presentan nuevas circunstancias, recursos y habilidades de diversas fuentes. En conjunto, esta acentuación marca un desarrollo más completo de la mente psicoanalítica, que nos sitúa en una concepción fluida y multidireccional del tiempo.
Como he dicho, esa transformación integradora es un principio clave del proceso de desarrollo. Desde la perspectiva abierta y amplia del desarrollo, hay múltiples factores que intervienen en toda vida: la genética, la fisiología, las familias, la historia personal, las influencias institucionales, culturales y político-económicas de todo tipo, etc. Están tan entrelazados que no tiene sentido referirse a ellos como factores individuales, ya que sus interrelaciones cambian con el tiempo en redes complejas. Los procesos de desarrollo adoptan formas casi infinitas que involucran innumerables y muy variados elementos, desde los cambios en el ARN (ácido ribonucleico) hasta la neuroanatomía y la neuroquímica, pasando por desarrollos motores como caminar o correr, hasta el desarrollo cognitivo o del lenguaje, a través de la asistencia a la escuela, las elecciones vocacionales, los matrimonios, la inmigración, el origen étnico, los cambios políticos y económicos, etc. Todos ellos mantienen una relación cambiante, y los elementos específicos y sus relaciones se desplazan con el tiempo, transformándose e integrándose una vez más. Por ejemplo, aunque hay genes que predisponen a los niños a la esquizofrenia, no todos los que tienen esos genes se vuelven esquizofrénicos. La aparición de la enfermedad depende de muchos factores, la mayoría de los cuales todavía no están bien descritos o no se comprenden adecuadamente. Lo mismo ocurre con la mayoría de los factores genéticos.
Los enfoques contemporáneos del desarrollo, incluido el desarrollo del psicoanálisis, se han basado cada vez más en la teoría de los sistemas dinámicos no lineales, que subrayan las formas en las que los sistemas se organizan y reorganizan, integrando y transformando sus diversos componentes y capacidades, cambiando con el tiempo en respuesta a su propio desarrollo y a las nuevas condiciones ambientales. La naturaleza y los efectos de factores específicos no pueden separarse entre sí. Dado que los infantes son tan interdependientes de sus entornos de apoyo, estos modelos han sido especialmente importantes en la teoría e investigación del desarrollo infantil. (En el capítulo 19, planteo que estas teorías de sistemas pueden proporcionar un metamarco inclusivo y cercano a la experiencia para el psicoanálisis).
El contacto directo con los niños lleva nuestra atención más allá de la consulta, nos lleva a los muchos lugares y disciplinas relevantes para su desarrollo. El psicoanálisis orientado al desarrollo ha tendido puentes entre muchos de los campos que más se ocupan de los infantes y los niños: la investigación sobre el desarrollo, la educación y la neurociencia cognitiva y afectiva, la psiquiatría infantil y adulta, las intervenciones en la infancia, la pediatría, etc., junto con psicoterapias infantiles psicoanalíticas. El psicoanálisis evolutivo ha sido una cuña por la que el conocimiento no analítico ha entrado en los discursos analíticos. El psicoanálisis evolutivo contemporáneo se presta a una sensibilidad híbrida; en este sentido, puede ser más exacto llamar a esta perspectiva «psicodinámica» en lugar de la más estrecha «psicoanalítica». En la medida en que se esfuerza por reunir los hallazgos de diferentes campos, el psicoanálisis del desarrollo sigue el método «traslativo» que es cada vez más común para vincular la investigación básica en ciencias de la vida con la práctica clínica en medicina y otros campos relacionados con la salud.
TEORÍA DEL DESARROLLO Y TRABAJO CLÍNICO
Este espíritu abierto e inclusivo puede aplicarse al trabajo clínico diario cumpliendo con algunos de los aspectos más inspiradores del psicoanálisis y de la infancia. Aunque no podemos ver lo que les pasó a los pacientes adultos cuando eran niños, podemos aprender sobre los niños y sus familias y trasladar lo que aprendemos. Los enfoques de desarrollo suscitan interés en muy diversos fenómenos: acontecimientos de la infancia, fantasías inconscientes, relaciones pasadas y presentes, instituciones, emociones, configuraciones cerebrales, etc. Todos ellos ofrecen imágenes y narraciones que nos ayudan en cada caso, en nuestros análisis clínicos y en la construcción de la teoría. A menudo me encuentro creando una especie de imagen híbrida de un paciente adulto como un niño o incluso un bebé, cuyo cuerpo se asemeja al cuerpo adulto contemporáneo, pero más pequeño en tamaño y con algunos rasgos de niño, en algún lugar físico que bien puede incluir a los padres u otras personas clave del pasado o un hogar de la infancia, a veces incluyendo alguna interacción de la que he oído hablar, todo tal como me lo imagino. En ocasiones, incluso me imagino un gráfico de IRMf que muestra una parte del cerebro intensamente coloreada que representa el flujo sanguíneo correspondiente a la actividad afectiva; esto es más común para mí en momentos de intensidad emocional con pacientes postraumáticos. Todo esto interactúa con mi propia experiencia emocional y corporal, a veces contextualizada por conceptos abstractos como la represión, la repetición, las relaciones de objetos internos, etc.
A pesar de su gran valor, todo esto implica una especie de aproximación, una selección imaginativa de un conjunto de imágenes disponibles. Y su gran variedad apunta a la ambigüedad y lo incompleto de nuestras descripciones, formulaciones e intervenciones. Tenemos muchas imágenes y métodos posibles a mano, y a veces se contradicen o anulan entre sí, aunque parezcan útiles e incluso convincentes simultáneamente. A medida que el desarrollo del psicoanálisis mental se ubica en esta necesaria ambigüedad, apunta hacia una visión del psicoanálisis con múltiples perspectivas y lenguajes en transacción dinámica. Esto es tanto una cuestión de contenido como de método, ya que el desarrollo humano implica procesos cambiantes y complejos que están en movimiento y son muy sólidos al mismo tiempo. Para mí, esto está en el centro de cualquier perspectiva analítica verdadera, como se manifiesta, por ejemplo, en la siempre esquiva búsqueda de la presencia del pasado en el presente (mirando retrospectivamente hacia atrás) y, de hecho, del futuro en el presente (mirando prospectivamente). En el mejor de los casos, la perspectiva de desarrollo conduce a asumir la complejidad, la incertidumbre, la controversia en servicio de la amplitud y la profundidad, un esfuerzo de integración con el entendimiento de que siempre habrá cuestiones que permanezcan sin resolver.
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