Leopoldo Alberto Múnera Ruiz - Mingar la paz - Enseñanzas de Yurumanguí para pensar la construcción de paz en los territorios del Pacífico Sur colombiano

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Mingar la paz: Enseñanzas de Yurumanguí para pensar la construcción de paz en los territorios del Pacífico Sur colombiano: краткое содержание, описание и аннотация

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"Este libro ofrece un diálogo entre los resultados de investigación del proyecto «Mingar la paz: enseñanzas de Yurumanguí para pensar la reparación territorial y la construcción de paz en el Pacífico Sur colombiano» y otras experiencias de investigación y trabajo colaborativo con comunidades negras de esta región, en torno a la vivencia del territorio como sustrato de la construcción de paz. Sin duda, su aporte más significativo es que presenta una reflexión sobre la realidad del conflicto armado en la región Pacífica por medio de la indagación en las sedimentaciones históricas que rodean a los sentidos del territorio, la territorialidad y el lugar, los cuales, en cuanto espacios de vivencias y experiencias concretas, permiten mingar la memoria colectiva de las comunidades negras. De esta manera, plantea algunas claves para una reparación histórica y territorial de estas comunidades, una necesidad urgente en el camino de la restauración de la dignidad negra."

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Vale la pena resaltar que, en el Real de Minas de Yurumanguí, las relaciones interpersonales se daban especialmente por el trabajo que se desempeñaba. Por un lado, estaban los que se dedicaban a la extracción del oro y, por otro, los que hacían los oficios que suplían las necesidades básicas de mantenimiento de la mina, como eran los herreros, los curanderos, los canoeros, los curas, los frailes y las parteras. Así lo escribe, en una carta fechada el 25 de mayo de 1744, don Joseph Manuel Rodríguez a don Pedro Agustín de Valencia, en la que le cuenta sobre el viaje al Naya: “Voy con diestros herreros, curanderos, y canoeros” (Fondo Arroyo, Yurumanguí tomo II, signatura 63A-65R).

Las herramientas más utilizadas encontradas en el inventario del censo eran barras, barretones, almocafres, machetes, calabozos y hachas. A continuación, vemos en detalle las herramientas existentes en el Real de Minas de Yurumanguí:

[…] barras 46, barretones 30, hachas 31, machetes 19, calabozos 24, almocafres 20, acero 4 arrobas y media, hierro 2 quintales, 2 lancetas castellanas, un cepo grande, 3 collares de hierro, esposas 4, una cadena, 2 pares de grillos, un grillete de mano un freno o mordaza, 3 pares de pailas 2 pequeñas y una de azbotija 3, Jeringas 5, tres buenas con la que tiene el mayordomo del río y 2 viejas 5. Una jeringa de estaño, Una basecilla de cobre, una olleta de cobre. (Fondo Arroyo, Yurumanguí tomo II, signatura 62, folios 116R-119A)

Es interesante ver que, dentro de la categoría de herramientas, se encuentran, además de las utilizadas para extraer el mineral o los materiales como el hierro y el acero, elementos de castigo y represión, como lo son las lancetas castellanas, el cepo, los collares, las esposas, las cadenas, los grillos y grilletes, y la mordaza. Estos elementos de castigo dan pistas sobre cómo eran las relaciones jerárquicas entre las personas en ese lugar, además, se comprende que estas herramientas pertenecían a dos espacios distintos, dada la notoria diferencia de su naturaleza.

Otro lugar que tenía la mina era la “fragua” o “frabula”. Según el Diccionario de autoridades, este espacio obtiene su nombre por estar siempre ardiendo; es el taller de herraje que, según el inventario de la mina de Yurumanguí, tenía (RAE, 1729):

[…] fuellestas, 3 pares de tenazas, 2 martillos y 1 macho, 1 martillo de peña. Una clavera. Unas entemallas. Unas tenasillas de mano, un chanflan, un tobillo, Un repartidor, 2 taladeras 6 cinceles, 4 limas, una escofina, una bigornia, un punzón, un pan de estaño y un alquibris, un cucharon de cobre, 4 asuelas 2 llanas y 2 grinbias. Un compás, una garopa un tornillo, 3 esoplos, 2 gurbias, un taladro, un limatón. (Fondo Arroyo, Yurumanguí tomo II, signatura 62, folios 116R-119A)

La salud espiritual en el Real de Minas de Yurumanguí

Los dueños de los esclavos estaban en la obligación de vigilar las costumbres de los negros y de educarlos en la doctrina cristiana. Desde 1540 la Corona española había ordenado a los obispos y gobernadores que enviaran a los negros a las parroquias para enseñarles la doctrina en una hora del día convenida entre el amo y el clérigo; sin embargo, la mayoría de las veces estas obligaciones no se cumplían, ya que los mineros preferían que los negros trabajaran más tiempo sacando oro; por este motivo, pedían que los visitara un cura doctrinero en la mina cada cierto tiempo para así cumplir con las órdenes de la corona sobre la evangelización y, de esta forma, mantenerlos en la fe. Por dicha necesidad, en los Reales de Minas se construyó una capilla, que no era más que un pequeño rancho techado con paja y adornado con el santo de devoción del minero, unas cuantas imágenes de lienzo, un cáliz, una vinajera de plata, un misal, un palio y unas campanas (Jiménez, 2004, p. 79). Entre los “ornamentos” encontrados en el inventario del Real de Minas de Yurumanguí figuran los siguientes:

Uno de persiana, nuevo de 2 haces con todo lo correspondiente. Un misal, vinajeras, y salvilla de plata con una cucharita de cáliz y este nuevo, con su patena y copa dorada, 2 campanas, una campanilla grande, una caja grande de guardar ornamentos, una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, otra dicha en el oratorio de la playa, 2 frontales. Perteneciente a los nuestros 2 casullas [sic], lo correspondiente a ellas 2 estandartes con sus cruces de plata, un incensario de lo mismo. (Fondo Arroyo, Yurumanguí tomo II, signatura 62, folios 116R-119A)

La mayoría de objetos de uso litúrgico estaban hechos de metales preciosos, generalmente oro y plata. La suntuosidad de la ornamentación religiosa da cuenta de la importancia de la evangelización dentro de la estructura de gobierno y organización en las cuadrillas, donde lo religioso se sustentaba en una serie de relaciones simbólicas, como los rituales y la ornamentación de la capilla. El dueño de la mina era la persona que establecía la calidad y el tipo de ornamentación religiosa para la ranchería; es así como el santo de la devoción de don Pedro Agustín de Valencia, la Virgen de Nuestra Señora de la Concepción, fue llevada a la mina en dos representaciones estatuarias. La más grande fue ubicada en la choza dedicada a la capilla y la pequeña en el oratorio de la playa. En la actualidad, todavía existen en el lugar, hoy denominado Juntas, la campana de la capilla, las estatuas de la virgen de Nuestra Señora de la Concepción, el cáliz, las vinajeras y algunos candelabros que siguen siendo utilizados en los rituales religiosos.

La Virgen de Nuestra Señora de la Concepción tiene un profundo significado para la religión católica. Desde el siglo XIV existen en España referencias de cofradías creadas en honor a Nuestra Señora de la Concepción. En el siglo XVI se revitalizó este fervor y advocación con hermandades consagradas a las labores caritativas y a la asistencia social. Los franciscanos fueron muy fieles a la creencia en la Inmaculada Concepción y contribuyeron a su arraigo y extensión por todo el mundo. Los franciscanos del Colegio de Misiones de Cali fueron los que llevaron a cabo esta labor durante la segunda mitad del siglo XVIII en Yurumanguí.

En la vida cotidiana, la salud espiritual desempeñaba un papel muy importante dentro del sistema de creencias implantadas por la evangelización católica, de tal forma que indios, negros y blancos se apoyaban espiritualmente en estas creencias para afrontar las duras condiciones de vida en el Real de Minas, como, por ejemplo, las arduas jornadas de trabajo, el clima malsano y la escasez de alimentos en determinadas épocas del año. Razón por la cual recurrían a la devoción de los santos, entre ellos, san Antonio de Padua, san Francisco de Asís, el Señor de Buga, san Francisco Javier y santa Rita (Jiménez, 2004, p. 79). Como los clérigos hacían poca presencia en el Real de Minas, los esclavos terminaban por aceptar la religión católica como una práctica sincrética. Así, pues, en la documentación encontrada en el fondo Arroyo, se mencionan dichos santos.

Al parecer los sitios destinados a los rituales católicos eran de gran importancia en los enclaves mineros. Los historiadores Pablo Rodríguez y Jaime Borja expresan que, en algunos casos, los amos exigían a los esclavos ir a dichos sitios a rezar el rosario antes de que empezaran a trabajar y antes de que se fueran a dormir (Borja Gómez y Rodríguez Africano, 1996, pp. 59-78). En Yurumanguí y La Soledad, el administrador, Joseph Manuel Rodríguez, expresa su sentimiento de orgullo con estas palabras: “Me consuelo que vuestra merced y Dios me hayan dado vida para perfeccionar los entables habiendo acabado mi capilla tan aseada que no la hay en todo el Chocó” (Fondo Arroyo, signatura 51, folio 105A, Yurumanguí, 28 de abril de 1749).

Oficios en el Real de Minas de Yurumanguí

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