John Norman - Los nómadas de Gor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Norman - Los nómadas de Gor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los nómadas de Gor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los nómadas de Gor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El terráqueo Tarl Cabot, ahora guerrero de la Contratierra, se aleja de los Montes Sardos llevando la misión de recuperar un misterioso objeto, fundamental para los destinos de los reyes sacerdotes. Los nómadas de Gor, los salvajes y peligrosos pueblos de las Carretas, conservan ese objeto.
Tarl Cabot, solo, intentará rescatarlo.

Los nómadas de Gor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los nómadas de Gor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En el interior del palacio de Phanius Turmus, sobre su trono, se hallaba sentado Kamchak. La púrpura del Ubar cubría descuidadamente uno de sus hombros, por encima del cuero tuchuk. Ya no estaba rígidamente sentado como antes, ni su humor era tan terrible, ni estaba abstraído, sino que atendía a los detalles de sus asuntos con alegría y ánimo. De vez en cuando hacía una pausa para lanzarle a su kaiila, que estaba atada detrás del trono, algún pedazo de carne. Una cantidad bastante grande de bienes y riquezas se amontonaba a su alrededor, y entre todo ello, también como parte del botín, se arrodillaban algunas de las bellezas de Turia, vestidas sólo con el Sirik. A la derecha del Ubar de los tuchuks, sin cadenas, vestida como una Kajira cubierta, estaba arrodillada Aphris de Turia.

En la estancia también se encontraban sus comandantes, y algunos líderes de los centenares, muchos de ellos con sus mujeres. A mi lado, no vestida como una Kajira sino cubierta con los breves cueros de una chica de los carros, aunque con el collar, estaba Elizabeth Cardwell. Vestida de forma parecida y también con el collar vi, algo escondida tras Harold de los tuchuks, a la orgullosa Hereena, quizás la única chica de los Pueblos del Carro que hoy no era libre en Turia. Solamente ella seguía siendo una esclava, y así sería hasta que a Harold le pareciese. “Me gusta cómo le queda este collar en el cuello”. Nos había dicho en una ocasión en su carro, antes de ordenarle que nos preparase comida a Kamchak y Aphris, y a mí y Elizabeth, o Vella, como la llamaba a veces. Por lo que pude deducir en aquella ocasión, transcurriría bastante tiempo antes de que Hereena dejase de ser una esclava.

Uno tras otro, los hombres de importancia de Turia se arrastraban ante el trono de Kamchak, vestidos con el Kes y encadenados. Kamchak les decía:

—Tus riquezas y tus mujeres son mías. ¿Quién es el amo de Turia?

—Kamchak de los tuchuks —respondían.

Acto seguido, eran apartados de delante del trono.

Para algunos, la pregunta era diferente:

—¿Ha caído Turia?

A lo cual tenían que responder inclinando la cabeza y diciendo:

—Sí, ha caído.

Finalmente, llevaron ante al trono a Phanius Turmus y a Kamras. Ambos se arrodillaron.

Kamchak señaló con un gesto las riquezas que se amontonaban a su alrededor y dijo:

—¿De quién es toda la riqueza de Turia?

—De Kamchak de los tuchuks —respondieron.

Entonces, Kamchak cogió afectuosamente por los cabellos a Aphris y preguntó:

—¿De quién son las mujeres de Turia?

—¡Amo! —dijo Aphris.

—De Kamchak de los tuchuks —respondieron los dos hombres.

—¿Quién es el Ubar de Turia? —preguntó Kamchak entre risas.

—Kamchak de los tuchuks —volvieron a responder.

—¡Que traigan la Piedra del Hogar de la ciudad! —ordenó Kamchak.

La piedra, que era de forma oval, muy antigua, y tallada con la letra inicial de la ciudad, fue traída ante Kamchak, quien la tomó, levantándola por encima de su cabeza y contemplando las miradas atemorizadas de los dos hombres encadenados ante él.

Pero no hizo que la Piedra estallara en mil pedazos lanzándola contra el suelo. Se levantó de su trono y la colocó sobre las manos encadenadas de Phanius Turmus, al tiempo que decía:

—Turia vive, Ubar.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Phanius Turmus, que levantó la Piedra del Hogar de su ciudad hasta su corazón.

—Mañana por la mañana —gritó Kamchak— volveremos a nuestros carros.

—¿Vas a dispensar a Turia de la destrucción, amo? —preguntó Aphris, que conocía muy bien el odio que Kamchak sentía por la ciudad.

—Sí. Turia vivirá.

Aphris le miró sin comprender.

Yo mismo estaba sorprendido, pero nada dije. Creía que Kamchak destruiría la Piedra, para así destruir el corazón de la ciudad y dejarla en ruinas en el recuerdo de los hombres. Fue sólo entonces, en esa audiencia en el palacio de Phanius Turmus, cuando me di cuenta de que permitiría a la ciudad seguir disfrutando de su libertad, y conservar su espíritu. Me había figurado que los turianos podrían retornar quizás a su ciudad, y que las murallas se mantendrían en pie; lo que hasta entonces no había pensado era que Kamchak les permitiría conservar su Piedra del Hogar.

Me parecía un comportamiento muy extraño para un conquistador, y todavía más para un tuchuk.

¿Qué había detrás de esa decisión? ¿Se trataba solamente de lo que dijera Kamchak sobre la necesidad de un enemigo para los Pueblos del Carro? ¿No se escondería tras esta excusa otra razón más compleja?

De pronto, se oyó un alboroto proveniente de la puerta. Tres hombres, seguidos por otros, irrumpieron en aquella sala.

El primero era Conrad de los kassars, y le acompañaban Hakimba de los kataii y un tercer hombre, al que yo no conocía, pero que era un paravaci. Entre los que iban detrás, pude distinguir a Albrecht de los kassars, y también, para mi sorpresa, vi a Tenchika, vestida con los breves cueros y sin collar. Llevaba un bulto envuelto con tela en su mano derecha.

Conrad, Hakimba y el paravaci corrieron hacia el trono de Kamchak, pero ninguno de ellos, como corresponde al Ubar de cada pueblo, se arrodilló ante él.

—Ya se han tomado los presagios —habló Conrad en primer lugar.

—Los han interpretado convenientemente —dijo Hakimba.

—¡Por primera vez en más de cien años —siguió el paravaci—, hay un Ubar San, un Ubar Único, un Amo de los Carros!

Kamchak se levantó y se despojó inmediatamente de la tela púrpura del Ubar turiano, para quedar ataviado con el cuero negro de los tuchuks.

Como un solo hombre, los tres Ubares levantaron sus brazos hacia él.

—¡Kamchak! —gritaron—. ¡Ubar San!

Kamchak alzó los brazos y la estancia quedó en silencio.

—Cada uno de vosotros —dijo—, kassars, kataii y paravaci, tenéis vuestros propios carros y vuestros propios boskos. Continuad así, pero en tiempo de guerra, cuando surjan aquellos que quieran dividirnos, aquellos que quieran combatirnos y amenacen a nuestros carros, a nuestros boskos, a nuestras mujeres, a nuestras llanuras y nuestra tierra, peleemos juntos. Será la única manera de que nadie más pretenda levantarse contra los Pueblos del Carro. Podemos vivir solos, pero cada uno de nosotros pertenece a los carros y lo que nos divide será siempre menos que lo que nos une. Cada uno de nosotros sabe que es malo matar a los boskos y que es bueno ser orgulloso, y que el ser libre y fuerte es algo deseable. Por eso debemos permanecer juntos, y así seremos fuertes y libres. ¡Prometámoslo!

Los tres hombres se colocaron junto a Kamchak y unieron sus manos.

—¡Lo prometemos! —dijeron—. ¡Lo prometemos!

Luego retrocedieron y saludaron:

—¡Salve, Kamchak! ¡Salve, Ubar San!

—¡Salve, Kamchak! —rugieron todos los presentes—. ¡Salve, Kamchak! ¡Ubar San!

Era ya entrada la tarde cuando, terminados todos los asuntos, la sala empezó a vaciarse. Sólo permanecieron algunos comandantes y líderes de centenares. Allí estaban Kamchak y Aphris y allí estábamos Harold y yo, así como Hereena y Elizabeth.

Hasta poco antes nos habían acompañado Albrecht y Tenchika, así como Dina de Turia con sus dos guardianes tuchuks, que habían estado velando por ella durante la caída de la ciudad.

Tenchika se había aproximado a Dina de Turia.

—¿Cómo es que ya no llevas collar? —le había preguntado Dina.

—Soy libre —fue la tímida respuesta de Tenchika.

—¿Volverás a Turia?

—No —sonrió Tenchika—. Me quedaré con Albrecht..., con los carros.

Albrecht estaba hablando entonces en otra parte de la sala con Conrad, el Ubar de los kassars.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los nómadas de Gor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los nómadas de Gor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los nómadas de Gor»

Обсуждение, отзывы о книге «Los nómadas de Gor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x