Eric Frattini - El Laberinto de Agua
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- Название:El Laberinto de Agua
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Dos edificios blancos conformaban el complejo hospitalario. Alvarado esperó hasta las siete de la tarde para poder atravesar el control de seguridad. A esa hora no se fijaban demasiado en quién entraba y salía del edificio debido al cambio de guardia del personal sanitario.
Alvarado entró junto a tres mujeres. Por su conversación intuyó que eran enfermeras. Al verle entrar, una de ellas saludó al asesino del Octogonus.
– Buenas tardes, doctor.
– Buenas tardes -respondió Alvarado mientras atravesaba el control de seguridad riendo junto a la mujeres, como si las conociese.
El asesino del Octogonus se introdujo en uno de los baños y colgó en la puerta el cartel de «fuera de servicio». Abrió el maletín, se puso la bata blanca y extrajo el frasco de cristal con el veneno. A continuación cogió una jeringa y le colocó una aguja hipodérmica que clavó en el tapón de goma hasta atravesarlo. Alvarado comenzó a tirar del émbolo hasta que el veneno de la serpiente quedó en el interior de la jeringuilla. Ya sólo le quedaba localizar la planta en la que se encontraba la habitación de Claire Wu.
Salió nuevamente al pasillo y se dirigió hacia el centro de información de la clínica. Era la hora de la cena y la sala permanecía completamente vacía, por lo que aprovechó para entrar en los registros.
Estaba seguro de que, por motivos de seguridad, la esposa del millonario habría ingresado bajo nombre falso, pero ignoraba cuál. Miró cada ficha por la fecha de ingreso, pero ese dato podía haber sido falsificado también. Las fichas de ingresos especiales se encontraban en un archivador cerrado con llave en la tercera planta del edificio, en la zona de administración. Con tranquilidad, salió de la zona de información y cogió un ascensor hasta la tercera planta. Para llegar a su destino, sólo tenía que seguir los carteles indicadores.
Al final de un pasillo, Alvarado encontró una puerta cuya placa rezaba: «Administración general». Intentó abrirla, pero estaba cerrada. De repente, una voz a su espalda le indicó que era ya muy tarde y que el personal se había ido. Era una de las limpiadoras.
– Necesito urgentemente la información de un paciente que debo intervenir a primera hora de la mañana y su ficha está en un archivador de administración.
– ¿Ha probado a hablar con seguridad? Suelen tener las llaves de todos los departamentos.
Alvarado observó el manojo de llaves que la mujer llevaba colgada en la cintura.
– ¿No tendría usted la llave de esta puerta? Si el director se entera de que he perdido la copia del informe médico de mi paciente, puedo tener problemas.
La mujer dudó unos segundos, pero la bata blanca imponía respeto, así que la limpiadora miró tras de sí para comprobar que no había nadie en el pasillo, agarró el manojo de llaves y buscó la que coincidía con la cerradura.
Cuando la puerta se abrió, Alvarado dio las gracias a la mujer y entró en el despacho.
– Prefiero que usted permanezca fuera para vigilar. Si nos descubren, prefiero asumir yo la culpa y que no la despidan a usted -dijo el asesino, bloqueando la puerta con el pie para evitar que la mujer entrase con él.
– De acuerdo, le esperaré aquí fuera, doctor, para cerrar la puerta otra vez -susurró la mujer.
El padre Alvarado encontró el fichero que buscaba. Con un abrecartas consiguió forzar la cerradura y abrirlo. Varias carpetas rojas se alineaban unas tras otras sin nombre alguno. Debía mirar cada una de ellas para localizar a Claire Wu.
Al abrir la octava carpeta, el expediente médico estaba encabezado por un nombre: «Señora X». Estaba seguro de que aquél era el expediente de la esposa del millonario.
Continuó leyendo para asegurarse: «La paciente tiene heridas de corte abierto en las mejillas, frente y senos. También muestra heridas leves en las nalgas. La paciente fue sometida a una brutal paliza y sufre severos desgarros en vagina y ano provocados por la introducción de un objeto».
Estaba claro que aquél había sido un trabajo del hermano Pontius, demasiado aficionado a la tortura. El informe estaba firmado por el doctor Elsberg, cirujano plástico. Los siguientes papeles eran informes médicos de las intervenciones a las que habían sometido a Claire Wu y las dosis de medicamentos que le habían administrado. En una nota aparte aparecía 313-A. Era el número de la habitación de la paciente y la zona del hospital en donde se encontraba.
Volvió a cerrar cuidadosamente la carpeta, la colocó en su sitio y salió del despacho rumbo a la zona de ascensores después de asegurarse de que la limpiadora había cerrado la puerta.
Al llegar a la tercera planta, caminó hasta el pasillo «A». Al doblar una esquina, vio a un hombre que estaba sentado frente a la puerta de una de las habitaciones. Era la 313. Delmer Wu era precavido y había contratado un guardia armado para proteger a su esposa. Aquello molestó a Alvarado. Para acceder a la habitación tendría que liquidar al guardaespaldas, pero su experiencia en el Círculo Octogonus le había enseñado a improvisar.
El asesino observó una puerta que daba acceso a un pequeño almacén con artículos de limpieza. Entró en él sin encender la luz y arrojó en el suelo un frasco con la suficiente fuerza para que el sonido llamase la atención del guardaespaldas. Alvarado permaneció en silencio detrás de un armario metálico esperando oír al guardia entrar en el almacén, como así ocurrió.
El hombre llevaba en la mano derecha una porra extensible, pero no llegó a ver cómo el padre Alvarado le rodeaba el cuello con un grueso alambre y lo apretaba con tal fuerza que llegó a estrangularlo en cuestión de segundos.
El asesino del Octogonus levantó el cuerpo muerto del guardia y lo sentó en la silla del pasillo, colocándole una revista abierta sobre el rostro para que pareciera dormido. Alvarado miró a ambos lados para comprobar que no había nadie a la vista. Abrió silenciosamente la puerta de la habitación y apareció ante él una cama en la que yacía una mujer con vendas colocadas en el rostro, conectada a un gotero. El intruso cerró la puerta tras de sí y sacó de su bolsillo la jeringuilla con el veneno en su interior.
Extrajo el protector de plástico de la aguja y pinchó el tubo del cuentagotas. A continuación, apretó la parte trasera de la jeringuilla permitiendo que el veneno de la serpiente penetrase en el riego de suero que circulaba por el tubo y que desembocaba en el brazo de Claire Wu. El potente veneno comenzaría pronto a surtir efecto.
Una vez realizada la operación, Alvarado abandonó las instalaciones hospitalarias por la zona de carga y descarga. Cuando se. encontraba ya en el exterior, se quitó la bata y la arrojó en un contenedor de residuos. Se aseguró de que se llevaba en el maletín la jeringuilla con el resto de veneno. No convenía que ningún laboratorio descubriera el antídoto para salvar la vida de Claire Wu antes de que su marido entregase el libro hereje de Judas al cardenal Lienart.
Durante los días siguientes, la policía de Viena investigó el asesinato del guardaespaldas en la clínica Heinz, así como el misterioso empeoramiento de Claire Wu. La esposa del millonario era ahora tan sólo un patético recuerdo de lo que había sido. Su cuerpo sufría dolores intensos acompañados de inflamaciones y edemas en varias zonas, ocasionando gangrenas que se extendían desde el brazo derecho, en donde había estado conectado el gotero.
Los doctores que la atendían no podían dar una explicación coherente al empeoramiento de Claire y así se lo hicieron saber a Delmer Wu.
– No podemos entenderlo -dijo el doctor Elsberg-. El sistema inmunológico de su esposa está siendo atacado por las enzimas citolíticas que produce el cuerpo humano para defenderse del veneno. Estas mismas enzimas están originando vasodilatación, un aumento de la permeabilidad capilar con formación de edemas, que en el caso de su esposa dificulta la circulación sanguínea con necrosis celular y gangrena. Si no localizamos pronto el veneno que se le ha introducido en el cuerpo, será complicado encontrar el antídoto correspondiente.
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