Eric Frattini - El Laberinto de Agua
Здесь есть возможность читать онлайн «Eric Frattini - El Laberinto de Agua» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Laberinto de Agua
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Laberinto de Agua: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Laberinto de Agua»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Laberinto de Agua — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Laberinto de Agua», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Afdera luchó por zafarse de la mano que la aprisionaba contra el suelo. Le dio una certera patada en los testículos, mientras un segundo hombre, mucho más fuerte, la golpeaba en la cara. Mascullando maldiciones en árabe se acercó a Afdera y la abofeteó fuertemente en la mejilla. Afdera sintió un intenso dolor en la cara.
La joven había sido entrenada para luchar y continuó intentando zafarse de los dos árabes, que trataban de violarla. Uno de ellos había conseguido agarrarle fuertemente las manos, mientras el segundo, aún bajo los efectos de la patada en la entrepierna, intentaba bajarle los pantalones y romperle la ropa interior.
Afdera consiguió liberar una mano y volvió a golpear al atacante en la garganta, provocándole un ahogamiento momentáneo, lo que le enfureció. Tras reponerse, el hombre blandió el puño cerrado y le descargó un fuerte golpe.
Sintiendo la sangre que brotaba por su boca y su nariz y con un fuerte dolor de cabeza provocado por el golpe, Afdera abandonó la lucha mientras observaba cómo uno de los árabes se disponía a penetrarla. Antes de perder el conocimiento tuvo tiempo de ver cómo dos hombres vestidos de negro saltaban sobre sus atacantes. Uno de ellos colocó una especie de alambre alrededor del cuello del árabe que la había golpeado en la cara, estrangulándolo, mientras el segundo agarraba desde atrás al árabe que la sujetaba por las manos y le clavaba algo en la nuca. A continuación, Afdera quedó inconsciente.
El padre Lauretta y el padre Reyes se ocuparon de enterrar en un lugar apartado los cadáveres de aquellos infelices. Los dos árabes murieron sin saber por qué, pero los sacerdotes habían recibido la orden estricta de proteger a Afdera Brooks hasta que el Círculo Octogonus tuviese el evangelio de Judas en su poder.
Los gritos de varios niños jugando hicieron que Afdera abriese los ojos. Sentía un terrible dolor en la cabeza y en el labio y se palpó el rostro entumecido. Mientras intentaba fijar la vista, vio al fondo de la habitación el rostro sonriente de Binnaz, la esposa de Abdel Gabriel.
– No intentes levantarte, niña -le dijo la mujer.
– Debo hacerlo. Necesito lavarme y beber agua -respondió al tiempo que se sujetaba la cabeza para que le doliese menos al incorporarse en el camastro-. ¿Qué me ha pasado?
– Alguien te atacó anoche, cuando caminabas hacia el hotel. Lo más curioso es que mi hija mayor te descubrió herida y sangrando a las puertas de nuestra casa. Debiste de llegar arrastrándote.
– ¿Y los hombres que me ayudaron?
– ¿A qué hombres te refieres?
– Lo único que recuerdo es que dos hombres intentaron violarme, y cuando estaba a punto de desmayarme, vi cómo otros dos hombres vestidos de negro atacaban a esos hijos de puta.
– Cuando salimos mi esposo y yo a socorrerte, no había nadie junto a ti, tan sólo mi hija mayor.
– Estoy segura de que esos hombres existen y me salvaron la vida. Esos hijos de perra pensaban violarme y seguramente hasta me hubieran matado -aseguró Afdera intentando beber agua de un cuenco de barro.
La escena fue interrumpida por Abdel Gabriel Sayed, que acababa de entrar en la habitación.
– ¡Oh, cómo te han dejado esos malditos! Nunca me habría perdonado si te hubiese pasado algo. Estoy seguro de que tu abuela habría vuelto del paraíso para darme una paliza por no haber sabido protegerte.
– No ha sido culpa suya -dijo Afdera para intentar consolar a Abdel, que sollozaba junto a ella.
– He ido esta misma mañana a la comisaría de policía y aseguran que nadie ha denunciado o encontrado ningún cadáver en las calles de la ciudad. Puede que el golpe en la cara te hiciese ver cosas que no ocurrieron.
– Puede ser… puede ser…, Abdel.
– Esta misma tarde te llevaré yo mismo en coche a El Cairo y no quiero ninguna excusa. No voy a permitir que te niegues. Llegarás sana y salva a El Cairo y te dejaré en manos de nuestro amigo Rezek Badani. Él sabrá cómo protegerte. Dios sabe que se lo debo a tu abuela.
– No. Quiero ir a la cueva de Gebel Qarara y nada ni nadie van a impedírmelo. O me lleva usted o me voy sola. Le necesito. Tiene que ayudarme a encontrar la cueva y a seguir el rastro del libro hasta su origen. Ésa fue la última petición que me hizo mi abuela antes de morir.
– Está bien, pero lo hago por ser nieta de quién eres. Estoy seguro de que, en este momento, tu abuela debe estar maldiciéndome desde allí arriba por ponerte en peligro y no llevarte sana y salva a El Cairo, pero así sea. Iremos a Gebel Qarara.
– Si no tuviese el cuerpo dolorido y su mujer no estuviese presente, me levantaría y le besaría -dijo Afdera. Abdel Gabriel Sayed se puso colorado ante las risas de su esposa.
– Descansa. Esta misma tarde, a última hora, partiremos para la cueva.
En un locutorio cercano, un hombre levantaba el auricular y marcaba el número de la Secretaría de Estado Vaticana.
– Buenas noches. Palacio Apostólico de la Santa Sede, ¿dígame? -respondió la voz al otro lado de la línea.
– Deseo hablar con su eminencia el cardenal secretario de Estado August Lienart. Es urgente -dijo el padre Reyes.
– Le paso con la Secretaría de Estado.
Unos tonos más tarde, otra voz contestaba la llamada. Era el diplomático de guardia en la Secretaría de Estado.
– Deseo hablar con su eminencia el cardenal secretario de Estado August Lienart. Es urgente -repitió el padre Reyes.
– ¿Puedo ayudarle? -preguntó el diplomático.
– No, no puede. Póngame con el cardenal Lienart. Llamo desde Egipto y es urgente que hable con él.
El diplomático de guardia, posiblemente un joven religioso con escasa experiencia, empezó a ponerse nervioso.
– Enseguida le pongo con su eminencia el secretario de Estado.
Unos minutos después, el padre Reyes oyó la inconfundible voz del cardenal Lienart.
– Fructum pro fructo -pronunció el hermano del Octogonus.
– Silentium pro silentio -respondió Lienart-. ¿Qué ocurre?
– Gran maestre, ayer por la noche tuvimos un altercado.
– ¿Qué clase de altercado?
– La joven a la que ordenó que protegiésemos fue atacada por dos árabes infieles. Estaban a punto de matarla, así que, siguiendo sus órdenes, el hermano Lauretta y yo hemos actuado y acabado con la vida de ambos atacantes.
– El hombre que no percibe el drama de su propio fin no está en la normalidad, sino en la patología, y por eso su muerte no debe ser tan dramática. Esos herejes que han pasado a mejor vida tal vez en el más allá entiendan que su muerte ha sido sencillamente un acto de Dios, querido hermano Reyes.
– Sí, gran maestre.
– El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, sino el que teniendo que ser injusto, no quiere serlo. ¿Es que tiene dudas de su misión hacia Dios, hacia el Sumo Pontífice y hacia sus hermanos del Círculo?
– No, gran maestre, pero…
– Pero nada, hermano -le interrumpió el poderoso cardenal para cortar las dudas de Reyes-. Acuérdese de conservar en los acontecimientos y momentos graves la mente serena. El padre Lauretta es inexperto y necesitará de su serenidad para poder seguir llevando a cabo la misión encomendada por el Círculo en nombre de la fe. Ahora, vaya a descansar y olvide a esos herejes. Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción. La justicia no es dar a todos lo mismo, sino dar a cada uno lo que se merece. No lo olvide nunca, hermano Reyes.
– Bien, eminencia, así lo haré.
– Si cree que puede afectarle un síntoma de debilidad, ordenaré a los hermanos Cornelius y Pontius que se hagan cargo de su misión. Están ahora en El Cairo esperando mis órdenes.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Laberinto de Agua»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Laberinto de Agua» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Laberinto de Agua» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.