Ignacio Pisón - Carreteras secundarias

Здесь есть возможность читать онлайн «Ignacio Pisón - Carreteras secundarias» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Carreteras secundarias: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Carreteras secundarias»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un adolescente y su padre viajan por la España de 1974. El coche, un Citroën Tiburón, es lo único que poseen. Su vida es una continua mudanza, pero todos los apartamentos por los que pasan tienen al menos una cosa en común: el estar situados en urbanizaciones costeras, desoladas e inhóspitas en los meses de temporada baja. Bien pronto, sin embargo, tendrán que alejarse del mar y eso impondrá a sus vidas un radical cambio de rumbo. «Antes», comentará el propio Felipe «no´sabíamos hacia dónde íbamos pero al menos sabíamos por dónde.».A veces conmovedora y a veces amarga Carreteras secundarias es también una novela de humor cuyas páginas destilan un sobrio lirismo, en la que Ignacio Martínez de Pisón se ratifica coo uno de los mejores narradores de su generación.

Carreteras secundarias — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Carreteras secundarias», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Me pasé el resto de la tarde jugando con mis primos al parchís. Mi abuela aparecía de vez en cuando por la cocina y nos rellenaba los vasos de gaseosa. La mitad de las veces derramaba la gaseosa sobre la mesa porque tenía Parkinson v apenas si podía sujetar la botella. Mi padre y los tíos estallan encerrados en el cuarto de estar, y cada cierto tiempo la tía Rosita salía a vaciar los ceniceros en el cubo de la basura. Una de esas veces salió también el tío José, y yo desde la cocina oí cómo cerraban la puerta del cuarto de estar y abrían la del dormitorio: en aquella casa no había muchas puertas más.

– ¿Tú qué crees? -preguntó el tío José en un susurro.

– No sé…-titubeó la tía Rosita.

En ese momento me tocaba jugar a mí y sostuve el culete en el aire para poder oír la continuación.

– No sé, pero si me hubiera tocado la lotería creo que no le habría escogido a él como administrador.

– Se trata de una especie de aval. Una garantía para atraer nuevas inversiones. El mes que viene nos lo devolverá todo. Él dice que el negocio no puede fallar. Y que nos compensará con acciones… No te pienses que le vamos a dar nuestros ahorros así como así.

Se tomaron unos segundos para reflexionar. Yo arrojé el dado: un tres. Moví una de mis fichas. Ellos volvieron a hablar en voz baja.

– ¿Qué es lo peor que podría ocurrir?

– Si las cosas le salen mal, renunciará a la parte de la herencia que le corresponde al chico.

– ¿Herencia? -la tía Rosita casi se rió.

– Mujer, digo yo que por este piso nos darían algo…!

Entonces ella soltó un bufido que yo no supe interpretar y volvieron sigilosamente al cuarto de estar. Ahora ya sabía a qué venía el parloteo de mi padre durante el viaje, todas aquellas gilipolleces suyas de que el mundo entero es riqueza y de que para ganar dinero lo que hace falta es dinero. Dejé el cubilete sobre la mesa. Estaba cansado de tanto parchís, no me apetecía seguir jugando.

He hablado del olor de los pobres y ahora me tengo que preguntar cómo huelen los ricos. ¿A qué olería, por ejemplo, la familia de mi padre? ¿A qué olería mi abuela de Vitoria, que era la dueña de la mitad de los hoteles de la ciudad y de todos sus cines? ¿A qué olería el hermano de mi padre, ingeniero de profesión, casado con la hija de un gobernador civil? Esos sí que eran ricos, muy ricos según mi padre, que estaba reñido con ellos y siempre los criticaba, pero al mismo tiempo parecía orgulloso de que fueran ricos, tan ricos. Tarde o temprano tendré que hablar de todo esto, pero de momento me limitaré a decir que aquella tarde acabé muy disgustado. ¿Por qué tenía que pedir dinero a la familia de mi madre? ¿Por qué no se lo pedía a su propia familia, si de verdad era tan rica? Supongo que sería por lo de siempre, su famosa dignidad. Mi padre jamás se habría rebajado a pedir nada a su madre o su hermano. Eso le habría parecido humillante. Con mi familia de Tarrasa era diferente. A ellos no les estaba pidiendo. A ellos les estaba haciendo un favor: les estaba invitando a entrar en un mundo superior, el de los negocios, que siempre les había estado vedado. Lo importante para mi padre era poder mantener la cabeza bien alta incluso cuando hacía una cosa como ésa, pedir dinero. Es ridículo, ¿no os parece?

Recuerdo que nos metimos en el coche para marcharnos y que todos salieron a despedirnos desde el balcón. Mi padre sonreía y agitaba la cabeza y les decía adiós con una mano, pero lo hacía todo mientras con la otra mano buscaba la llave y ponía el contacto y maniobraba el volante. Había conseguido mantener la cabeza alta y ahora, de repente, tenía prisa por escapar de ahí.

– Bueno, bueno -suspiró cuando ya estábamos en la carretera.

Aquél fue un suspiro de alivio, y a mí me pareció que no ha de ser muy diferente del suspiro del atracador de bancos que ha conseguido por fin burlar a la policía. ¿Cuál sería ese misterioso negocio que ahora se traía entre manos? Yo no lo sabía y en el fondo tampoco me interesaba demasiado. A mi padre hacía tiempo que había renunciado a comprenderle.

Una semana antes todo hablan sido lamentos por la cuenta del teléfono.

– Pero ¿tú lo has visto? -me preguntaba, sosteniendo el recibo entre dos dedos con un gesto de asco o desolación, como si en vez de un papel aquello fuera un ratón muerto y mi padre lo estuviera agarrando por la punta de la cola-. ¡Con este dinero una familia podría vivir meses! ¡O incluso más! ¡Un año entero!

Claro que entonces estaba todavía muy fresco lo de Estrella. Lo pasó mal aquellos días. Se pasaba horas y horas en su habitación, metido en la cama, escuchando la radio, como si estuviera enfermo, y yo creo que sólo salía de casa para llevarme al colegio y para recogerme. Hablaba poco, y cuando hablaba era para quejarse. Para quejarse de cualquier cosa: del mal tiempo, del dolor de cabeza, de un ruido extraño que había empezado a hacer el motor del coche. Una tarde, de vuelta del colegio, nos desviamos hasta un taller algo alejado para que le hicieran una revisión y, mientras esperábamos, mi padre comentó:

– Por esta carretera tuve que pasar con Cecilia.

Cecilia era mi madre, me resultaba raro oírle mencionar su nombre. Yo le miré con atención y él agregó:

– Seguro que sí. Ella estaba ya esperándote. De cuatro meses estaría. Íbamos a pasar el fin de semana en la playa y…

Esperé a que concluyera la frase pero él sacudió la cabeza y dijo nada más:

– Cecilia.

Apareció el mecánico con una pieza grasienta entre los dedos y mi padre le preguntó cuánto costaría la reparación. Dinero, dinero, le ponía de muy mal genio tener que hablar de dinero, y de hecho no pasó mucho rato antes de que volviera a quejarse: paga esto, paga lo otro, siempre paga, paga… Luego ocurrió que, cuando llegamos a casa, nos esperaba una notificación de Telefónica amenazando con cortar el servicio si no pagábamos en el plazo de muy poco» días, y mi padre me miró con esa expresión suya de solemnidad que reservaba para las cosas graves.

– Qué te parece…-dijo-. Esto es todo lo que he sacado de mi etapa como agente. Una deuda descomunal.

Yo le di la razón, y lo hice sinceramente porque lo que había querido decir era: «Esto es todo lo que he sacado de mi relación con Estrella.» Todas sus quejas de entonces, incluida la del ruidito del motor, encubrían en realidad una queja contra la mujer que acababa de abandonarle, y a lo mejor por eso aquella misma tarde se había acordado de mi madre y del tiempo en que fue feliz a su lado.

– Pues ¿sabes lo que pienso hacer? -anunció señalando el teléfono-. Voy a llamar a Dinamarca, a un número cualquiera de Dinamarca. O no, más lejos: a China, a Singapur, a Filipinas, ¿no es Filipinas lo que está en las antípodas? Voy a llamar y a dejar el teléfono descolgado. Voy a poner las conferencias más caras de la historia…¡Si me cortan la línea, por lo menos quiero darles un motivo!

Bueno, ésa era la clase de amenazas que mi padre solía proferir cuando se enfadaba, y lo normal era que acabara diciendo que tenía más razón que un santo o algo así.

– ¡Y no me digas que no! ¡Pero si tengo más razón que un santo!

El caso es que aquella tarde estábamos arruinados y que apenas una semana después volvíamos de Tarrasa con una bonita cantidad de dinero metida en una carpeta dentro de la guantera. Esa es una de las cosas que hacen que de golpe le cambie el humor a la gente como mi padre, no sé si a todo el mundo, y durante aquel viaje tuve que aguantar que pusiera una de sus cintas de música de películas y que acompañara las canciones con un tonto canturreo. Yo traté de dormir pero era imposible.

– El año que viene -me decía entre canción y canción-,el año que viene viviremos en una gran ciudad, ya iba siendo hora. ¿Dónde te apetece? ¿Valencia? ¿Madrid? ¿Barcelona? Un buen colegio es lo que tú necesitas, y eso sólo «se encuentra en ciudades así. Tendremos una casa. Una casa como Dios manda. Y un perro, ¿no era eso lo que tú querías? El año que viene tendremos un perro. ¡Ah, mi canción favorita! ¡Estoy sintiendo tu perfume embriagador!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Carreteras secundarias»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Carreteras secundarias» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Renē Gijo - Baltkrēpis
Renē Gijo
Alberto Ignacio Vargas Pérez - En busca del cuerpo personal
Alberto Ignacio Vargas Pérez
Ignacio Walker Prieto - Cambio sin ruptura
Ignacio Walker Prieto
Ignacio Olaviaga Wulff - Hace mucho
Ignacio Olaviaga Wulff
José Ignacio Cruz Orozco - Prietas las filas
José Ignacio Cruz Orozco
Juan Ignacio Correa Amunátegui - Cohesión social y Convención Constituyente 2021
Juan Ignacio Correa Amunátegui
Ernesto Ignacio Cáceres - Sin héroes ni medallas
Ernesto Ignacio Cáceres
Ignacio Di Bártolo - La palabra del médico
Ignacio Di Bártolo
Juan Ignacio Colil Abricot - Un abismo sin música ni luz
Juan Ignacio Colil Abricot
Ignacio Serrano del Pozo - Después del 31 de mayo
Ignacio Serrano del Pozo
Отзывы о книге «Carreteras secundarias»

Обсуждение, отзывы о книге «Carreteras secundarias» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x