Carmen Gaite - Los parentescos

Здесь есть возможность читать онлайн «Carmen Gaite - Los parentescos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los parentescos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los parentescos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Baltasar, un niño que atravesará varias edades a lo largo de la novela, trata de hacerse un hueco, su propio hueco en la casa familiar, allí donde conviven su madre, sus tres medio hermanos, su padre cuando aparece, la criada Fuencisla que busca con desesperación una vida propia y, en el piso de arriba adonde se llega a través de una puerta disimulada por un tapiz, los abuelos de sus hermanos. Baltasar, Baltita, guardará silencio hasta los cuatro años.

Los parentescos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los parentescos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Me comí la tarta, diciendo todo el rato: «Fu, fu, fu, fu, mucha calma, el secreto está en el alma.» Pero cerraba los ojos y veía estrellitas de esas que duelen, como cuando te has caído y de tanto susto todavía no sabes si te has hecho sangre o no. Ya no me acuerdo de más. Me quedé grogui.

– Lo siento, Baltasar, hijo. Pero es muy tarde y tienes que irte. Se van a asustar en tu casa.

Ahora estaba encendida una lamparita sobre un banco de carpintero que había a la izquierda. Me puse de pie.

– ¿Puedo venir más veces?

– Claro, siempre que quieras.

Entonces fue cuando vi el retrato de Máximo encima del banco de carpintero. Era bastante grande, con marco. Pero Máximo estaba disfrazado de un poco mayor, con bigote y peinado de otra manera. Llevaba un jersey negro de cuello alto. No podía dejar de mirarlo.

– Es mi hijo Gabriel -dijo Bruno-. ¿Te ha gustado la historia de la libélula?

– Sí.

– Pues él la ha escrito. Escribe todas las historias para nuestro espectáculo y nos las manda. Es el alma. Sin él no haríamos nada. También dibuja los figurines.

– ¿Y dónde está?

– En Italia. Antes vivía aquí con nosotros y nos ayudaba en todo, pero ya lleva fuera algunos años. Se cansó.

– ¿Y no viene?

– No. Vamos nosotros. Anda, ponte el jersey, que se ha hecho muy tarde. Yo te acompaño.

– No hace falta. Sé ir solo.

– ¿A estas horas? Ni hablar. No te dejo salir solo. Luego te pierdes ¿y qué?

Se quedó pasmado al verme cruzar la habitación decidido, sin volver la cabeza.

– ¡Espera! ¿Adonde vas por ahí?

– Al tapiz. Quiero bajar por el tapiz. Lola baja por el tapiz.

Me levantó en brazos y me apretó fuerte contra él. Creo que temblaba un poco.

– ¡Dios mío, Baltasar! ¡Qué susto se va a llevar tu madre!

Yo me agarré a su cuello. Olía a tabaco de pipa aquel escondite. Subí un poco los labios y le pregunté al oído:

– ¿Eres algo mío?

– Tu amigo mayor -dijo serio-. Es importante tener un amigo mayor, ¿sabes? Yo ahora ya no tengo ninguno porque se murieron.

Me escurrí de sus brazos y le pedí con un gesto que diera la luz. La llave estaba a la derecha del tapiz y era abultada, con una lágrima de oro, como la nuestra: yo no llegaba. Alargó el brazo y se iluminó el tramo de escalera. La puerta chirriaba al abrirse.

– ¿No tienes miedo de bajar solo?

– No.

– Pues mira, son veinticuatro escalones, ¿sabes contar?

Le enseñé dos veces las manos abiertas y luego la derecha, escondiendo el pulgar.

– Diez. Diez. Y cuatro.

– Eso mismo. Si al llegar al último escalón, empujas y no cede, le das hacia la derecha a un pasador que hay. Corre muy suave y creo que alcanzarás. ¿Entendido?

– Sí, es fácil.

– En caso de apuro me llamas. Me quedo aquí esperando. Hasta pronto, Baltasar. Eres muy valiente.

Le dije adiós y bajé corriendo. Todo recto. No había curvas ni tuve que pedirle ayuda porque alcancé al pasador. Y ya nada, terreno conocido.

Estaba encendida la luz del pasillo. Respiré hondo al salir del tapiz y luego torcí hacia el reino de Fuencisla, que es de donde venían los ruidos.

Estaban en la cocina y hablaban bastante alto. Las únicas voces que no oí fueron las de papá y Máximo.

Pedro hablaba muy enfadado y parecía estar riñendo a mamá. Ya otras veces la había reñido, porque, según él, me educaban mal:

– La culpa la tienes tú, ¡sí!, ¡tú!…, y no digamos él, que no le hacéis ni maldito caso al niño. Ya era hora de que le contarais las cosas como son, que yo creo que no habla del lío que tiene. ¿A qué hora habéis llegado de Madrid?

– ¡No me hables así! No me acuerdo.

Fuencisla lloriqueaba.

– Yo voy a salir a buscar al niño -dijo Lola-. No le puede haber pasado nada. Igual está con Máximo.

Pero el brazo de Pedro la detuvo, como una barrera, cuando iba a ponerse de pie.

– ¡Tú quieta! El que tiene que salir a buscarlo es su padre. ¿Dónde está, por cierto?

A mamá se le notaba la voz de esa niña que es algunas veces.

– Hoy duerme en la otra casa -contestó con apuro.

– ¿Ah, sí? Pues dame el teléfono, y si no, lo busco yo en la guía y se acabaron las contemplaciones. Te guste o no, hay que avisarlo. Baltita es su hijo. Y se ha perdido.

Fuencisla fue la primera que me vio parado allí en la puerta de la cocina. Había llegado pisando despacio. Pegó un grito.

– ¿De dónde sales, criatura? ¿Se puede saber?

Todos me estaban mirando mudos. Habían soltado demasiados secretos.

– Del tapiz -dije muy clarito sin moverme-. Me han dado de merendar los de arriba.

No sé si se asustaron más de lo que había dicho o de que hablara. Pero la verdad es que se quedaron de piedra. Me había convertido en un héroe inquietante.

A la semana siguiente, empecé a ir al colegio.

VIII. FLASHBACK EN UN BAR

En las películas ya te has acostumbrado a verlos. Otra cosa es que abusen del invento y a ratos te armes un poco de lío. Pero vamos a ver, ¿esto le pasa seguido a lo de cuando guiaba el coche o es que lo va recordando? Tardas en aclararte y notas que tu vecino de butaca también pone cara rara y se pierde. Nosotros lo que vemos es una panorámica de montaña o de mar inmediatamente después de un tío pensativo al volante y de una curva que deja al descubierto el nuevo escenario. Exterior día. Y de pronto en ese paisaje sin figuras -todo lo más alguna gaviota o una vaca pastando- vemos moverse de espaldas al mismo actor que conducía. Se ha metido en el argumento y va bajando por las rocas de un acantilado o trepando hacia una cima. ¿Pero seguro que es el mismo? En el plano anterior lo principal era el gesto de agobio o de despiste, así que no hay datos para dar por seguro que ahora vaya vestido igual o tenga menos arrugas. Puede haberse bajado de verdad a tomar el aire, o puede que también para él ese paseante que aparece sea un fantasma surgido de su propia olla a presión. Avanza a paso ágil, como quien conoce los quiebros del terreno. Si vuelve la cabeza o la cámara lo enfoca de perfil, acabamos por entender que el tiempo aún no ha hecho mella en su cuello ni en sus ojeras. Eso lo logran con maquillajes especiales o contratan para esas tomas a un actor más joven que se parezca al otro. Echarle años a un joven -que también se hace mucho- es más fácil de conseguir pero más difícil de creer. Leonardo di Caprio, por ejemplo, con barba blanca no mola; siempre lo verías como haciendo de rey en una función de colegio.

En fin, este truco del flashback puede aburrir, pero extrañar no extraña. Está tomado de la vida. Claro que ya de la misma vida hablamos algunas veces como si fuera cine; le podemos decir a alguien que te da la paliza con sacar a flote peces muertos: «Para ya, tío, deja de rebobinarte la película.»

Meter veinte flashbacks en hora y media de pantalla, ¿quién va a negar que es una pasada total?, acabarías con tortícolis como en los partidos de tenis de tanto seguir la pelota a ver si se queda en un campo o rebota al otro. Pero a lo largo de un día de los de verdad saltan, como poco, media docena de flashbacks, ¿qué no?, y hasta una docena, aunque no se puede calcular porque no los apuntas. Arrebujados además, que ahí está el follón, en saber cuándo pasó esto y cuándo lo otro y por qué se cruzan una casa, un viaje y una letra de canción que en la vida no llevaban ese orden.

Y pienso yo: Si me pasa esto a mí, que acabo de cumplir dieciocho años ayer, ¿qué será a un viejo? Mi padre no es que sea viejo del todo, pero joven tampoco, y hoy lo pensaba mirándolo a ratos a él y a ratos a una pared de madera con espejos y botellas, imaginando también la escena desde fuera. Interior de un bar elegante. Chico alto de dieciocho años hablando con un señor con traje de seda italiana, que podrá parecerle a quien lo mire entre cincuenta y sesenta, no sé, hoy no tiene buen día, se le nota el estrés, ¿de qué se estará acordando mientras me da consejos acerca de mi futuro? Igual se abre la puerta y entra catorce años más joven, o sea con cuarenta y pico, tal como era cuando yo empecé a ir al colegio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los parentescos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los parentescos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los parentescos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los parentescos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x