Carmen Gaite - Los parentescos
Здесь есть возможность читать онлайн «Carmen Gaite - Los parentescos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los parentescos
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los parentescos: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los parentescos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Los parentescos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los parentescos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Voy pensando en la letra L, la veo dibujada. Un trazo recto de arriba abajo y otro más corto haciendo ángulo. La conozco de que Lola llevaba un broche plateado en la solapa y un día me dijo: «Mira, ésta es mi letra.» Más adelante, perdió algún rato en explicarme cómo se pronuncia. Me metía un dedo en la boca, abría la suya tipo espejo y me apretaba la lengua contra el paladar de arriba. «Lo que está detrás de los dientes, ¿ves?, déjala un rato así quieta, muy bien. Y ahora la separas de golpe y saldrá una ele.» Pero yo lo hacía mal y sólo sonaba un ruido como de chicle que se despega. «Bueno», decía Lola, «da igual, ya aprenderás por ti mismo. En cambio la pintas muy bien, claro que es de las más fáciles.»
Lola está en el cine. Me late fuerte el corazón. Cuando vuelva del cine, tengo que contarle que he dicho su nombre, que he aprendido a hablar.
De repente Bruno, el hombre alto, se ha parado. Y Elsa y yo también. A su mandato. En ese momento, debajo de los zapatos negros de punta redondeada surge otra vez la flor rara de aquella sospecha. ¿Y si fueran éstos los vecinos de arriba? Se me pasó por la cabeza desde que salieron a saludar, se quitaron los capuchones y vi que Máximo los conocía. Luego la verdad es que no tuve hueco para perseguir esa pregunta. Nada más asomar, se la tragaron los repliegues del escenario, la dejé atrás y acabó ardiendo con las chispas de mi ingreso en la fonética. «Bienvenido a la otra orilla», me dijo él cuando me alzó en brazos. Sabe mucho, seguro que se refería al río que separa el no hablar del hablar. ¿Y ahora qué? ¿Por qué nos hemos parado?
– Baltasar, has venido muy pensativo -dice su voz desde lo alto-. ¿Te pasa algo?
Noto una bola apretándome el estómago. ¿Me habré vuelto mudo otra vez? Ahora suena la voz de Elsa.
– Déjalo, hombre. Le gusta mirar más que hablar, ¿verdad?
Y me suelta la mano. Seguimos parados. Levanto la cabeza y reconozco el portal de casa. O sea, que ellos sabían que vivo aquí.
– También me gusta hablar -digo.
Un alma se me está metiendo por la espalda. Está gastándose la tarde, y la plaza me parece enorme, como el rato que va de ahora a cuando vi pasar a la señora del palo mirando disimuladamente hacia nuestro balcón. Echo una ojeada alrededor. No la veo, ni a nadie conocido. ¿Será otra plaza? Se oyen campanadas, gritos de niños, pasos, palabras que no entiendo de turistas buscando sitio en la terraza de un café. No se fijan en nuestro grupo quieto, aunque algunos nos rozan y hasta nos empujan, tal vez seamos invisibles. Ni idea de lo que puede faltar para que se haga de noche. Sonrío a mis amigos los titiriteros. Al hablar se me ha quitado la bola del estómago. Bruno pone la mano sobre mi cabeza y me alborota el pelo.
– Bueno -dice-, pues si te gusta hablar, dinos una palabra bonita de despedida.
Cierro los ojos. Adiós no. Adiós es muy triste.
– Mariposa -digo-. Pero no es mariposa.
– ¿Libélula?
– Sí.
– ¿Es que no sabes decir libélula?
Bruno se ha agachado y sonríe como si lo entendiera todo. Me da un beso.
– Claro, demasiadas eles. Eres muy listo, tú, Baltasar. Ojalá volvamos a vernos. Adiós.
Ha sonado la palabra que menos querría oír. Desde la cuna ya la entendía. Y, clavada en un beso, hace sangre en el beso. No me muevo ni digo nada.
Elsa pregunta:
– ¿Te quedas jugando por aquí? ¿O te subes a casa?
– ¿A qué casa?
– ¿A cuál va a ser? A la tuya. Vives aquí, ¿verdad?
– Sí.
– ¿Entonces?
– En casa no hay nadie. No quiero. Me quiero ir con vosotros.
«Es el niño más bueno del mundo. Nunca llora ni protesta por nada, tan dócil, tan mono», decía mamá. Y mi padre una vez le llevó la contraria, un poco inquieto. Estaban en su cuarto y tenían la puerta entreabierta. Supe que hablaban de mí. «Que no llore ni diga una palabra no indica que se conforme con todo lo que ve, no te fíes; a mí me mira de una manera que a veces, te lo juro, me da casi miedo.»
Me acuerdo de eso, y aquí mismo, delante del portal de casa, me doy cuenta de que ya soy mayor. Antes me dejaba llevar por la marea o nadaba a la defensiva. Ahora mando. Acabo de aprender a hablar, y ya he dicho «No quiero».
Elsa y Bruno se miran como consultándose. Un poco sí parece que les extraña.
– ¿Y te divierte estar con dos viejos? -pregunta
ella.
– Dais saltos y os reís, no sois viejos.
– Pero no te creas que vamos de paseo ni a hacer otra función. Vamos a una casa que no sé si te gustará, a recoger trastos, no podremos hacerte caso. Y además…
– ¿Además qué, Elsa? -interrumpe él-. ¿Te molesta que suba un rato el chico? Ya has visto que no da guerra ninguna, que se entretiene solo. Y algo de merienda tendremos.
– No, si no me molesta… Lo digo porque luego… Bueno, ya sabes.
Se han apartado un poco y cuchichean. Ahora que él está de espaldas, me fijo en que lleva una mochila grande que le hace como joroba. Se vuelve hacia mí y sonríe.
– A ti te gusta venir con nosotros, ¿no?
– Sí.
– ¿Aunque te hagamos poco caso?
– Me da igual.
– Pues no se hable más. Sólo te pongo una condición. ¿Sabes lo que es una condición?
– Sí, por los cuentos -digo.
Y cruzo los dedos para pedir que no sea difícil. Bruno palpa los bultos que se marcan en la mochila a su espalda.
– Ella va aquí dentro, ¿sabes? Te va a oír, aunque esté dormida. Intenta llamarla: ¡Libélula!
– Li-be-la -digo.
– Bueno, te has comido una ele. No sé si le importará. Tiene tres.
– Pero dos alas.
– Eso es verdad. Vamos a preguntárselo. Seguro que te da permiso. Ella manda mucho en casa, ¿sabes?
Vuelve la cara por encima del hombro y Elsa se ríe como una niña.
– ¡Libélula! ¿Quieres que venga con nosotros Baltasar?
Hay un silencio. Y enseguida una voz aguda, diferente:
– ¡Que venga, que venga! Tenemos merienda.
– Pues vamos, chico, ya lo has oído -dice Bruno-. Te has ganado la merienda.
Ha arrancado a andar y yo sigo mirando alucinado las montañitas de la mochila. Seguro que también van ahí dentro la princesa y el ogro.
– ¿Te gusta la tarta de queso? -me pregunta Elsa.
– No sé. Fuencis no la hace.
Bruno ha vuelto la cabeza.
– ¡En marcha! Un, dos, un, dos. ¡Seguidme, soldados!
– A nuestra casa no se entra por la plaza, ¿sabes? -me dice Elsa, bajito-. Te suelto pero no te pierdas. Hay que rodear por la calle de atrás.
Y enseguida, más alto:
– ¡Te seguimos, capitán!
Vamos en fila india. Yo el último. Un, dos. Un, dos. Un poquito de cuesta, y luego torcer a la derecha. Lo sabía. Era exactamente por donde yo me había imaginado la entrada al palomar de los vecinos de arriba.
Sentí un roce en el hombro.
– Se ha quedado dormido, Bruno. ¿Qué hacemos? ¿Te has dado cuenta de la hora que es?
– No te apures, mujer. Acuéstate ya si quieres, que yo me ocupo.
– Es que ha sido un día de mucho trote. Me duele la espalda.
– Tranquila, reina. Lo acompaño y enseguida vuelvo. Buenas noches.
Unos pasos que se van. Abrí los ojos despacito, los párpados eran un telón de seda. Extrañeza ninguna. Paz. El ogro, la princesa y la libélula me rodeaban desmayados sobre la alfombra. Un sabor dulce en la boca. El plato donde me trajeron la tarta de queso estaba vacío a mi lado. Me había quedado dormido con la cabeza apoyada en el asiento de un sillón y en el techo se veían estrellas al otro lado de un cristal en rampa. Me acordaba de todo. La última vez que miré ese cristal, todavía no era de noche, y yo venía de una excursión sin guía por un territorio lleno de sorpresas. Ni Elsa ni Bruno me habían hecho apenas caso, como me prometieron, pero tampoco me prohibieron nada, así que la casa me la aprendí de memoria. Resultó ser un espacio raro, de los pequeños que parecen muy grandes. Desigual, con salientes, entrantes y medias paredes. Desde ningún sitio se veía todo. Tenía un escalón en la mitad y también rincones tapados con cortinas o biombos. Pero sólo una puerta visible: la del cuarto de baño. Luego de repente encontré otra en la esquina de acá, donde se acababa la casa. Una puerta disimulada. Y eso ya fue un absoluto pire. Nadie notó que la había descubierto y di por acabada la excursión; ya no me cabía más paisaje dentro y me temblaban un poco las piernas. Me senté en la alfombra a hacer como que jugaba con las marionetas y a comerme la tarta, pero tenía las pilas de la cabeza a tope y no podía dejar de mirar de reojo aquella esquina. Al principio no parecía puerta. Tenía clavado un tapiz que hacía juego con el de casa, sólo que en vez de la bailarina era un enano jorobado con gorro en punta y cascabeles en los pies el que hacía piruetas. Pero los señores bebiendo eran los mismos, sus botas, sus sombreros, todo igual. Estaba mal cerrada y me había atrevido a asomarme por la ranura. Claro: la escalera que llevaba al pasillo de abajo. Aunque estaba oscuro la vi.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los parentescos»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los parentescos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los parentescos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.