Carmen Gaite - Los parentescos

Здесь есть возможность читать онлайн «Carmen Gaite - Los parentescos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los parentescos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los parentescos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Baltasar, un niño que atravesará varias edades a lo largo de la novela, trata de hacerse un hueco, su propio hueco en la casa familiar, allí donde conviven su madre, sus tres medio hermanos, su padre cuando aparece, la criada Fuencisla que busca con desesperación una vida propia y, en el piso de arriba adonde se llega a través de una puerta disimulada por un tapiz, los abuelos de sus hermanos. Baltasar, Baltita, guardará silencio hasta los cuatro años.

Los parentescos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los parentescos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Algunas veces la vio, pocas, no pasarían de tres. Otras no encontraba ni siquiera la puerta.

– Le extrañaría mucho.

– Sí. Lo que más le extrañaba es que estuviera cosiendo sin hilo, porque el tiempo no se ve. Y eso da miedo. Pero lo que ya le metió miedo en serio fue lo que ella le dijo la segunda vez que la encontró. En ese momento empezó el maleficio. ¡Ay, Dios mío! Nunca se sabe de dónde salen las amenazas. Vive uno pensando que está a salvo, que todo va a acabar bien. Pero no te fíes.

Suspiraba como si se hubiera metido a pensar en otra cosa. Y aquellas pausas se aguantaban mal. Yo decidía contar despacito hasta cien, pero nunca pasaba de veinte.

– ¿Qué le dijo para meterle tanto miedo? ¿Puso cara de bruja?

– No, no. Ni mucho menos. Tenía una voz muy dulce y una cara serena, rodeada de un pelo como rayos de luna. Le dijo: «No siempre que vengas aquí me encontrarás. Estaré por la casa convertida en otra, no te asustes, tengo el deber de avisarte. Cuando ella quiere, me llama desde abajo y desaparecemos yo y esta habitación. Y ella, que es otra pero también un poco yo, querrá tenerte cosido a sus pies como una sombra, no te dejará crecer bien. Ése es el maleficio. Serás guapo, listo y bueno, pero no tendrás libertad. Sólo cuando ella esté durmiendo, te desatarás un rato. Y conocerás al mismo tiempo el aire y su nostalgia.» Ésas fueron sus palabras.

– ¿Y no le pinchó con una aguja o algo?

– Eso no se sabe de fijo. Unos dicen que sí y otros dicen que no.

– ¿Y la otra, la mala?

– ¿La mala? A ésa la veían todos. Era la dueña de la casa. La que mandaba sin que nadie se atreviera a rechistar. Muy estirada. Comía siempre con el chico en una mesa larga, cada uno sentado en una punta, candelabros y vajilla de plata, siempre a las mismas horas. Y servía la mesa un criado con guantes blancos. El niño la miraba de reojo, y casi no podía masticar de miedo cuando empezó a darse cuenta de que se parecía a la que cosía tiempo, a veces muchísimo. En la frente, en los ojos, en la estatura. Depende de cómo le diera la luz. Guapa, porque siempre lo fue, pero una belleza diferente. La otra, que no existía ni tenía nombre, era más de verdad, no sé cómo explicarlo.

– Da igual, déjalo, Fuencis.

Nos mirábamos serios, y de pronto el juego bordeaba el abismo. Me asustaba mirarlo. El agujero negro de los parentescos podía convertirse en un nido de víboras. Mejor cambiar de rollo y ponerse a estudiar.

Le decía a Fuencisla que tenía pendientes muchos deberes del colegio, que ya seguiríamos otro día. Y a ella no parecía importarle, más bien creo que era un alivio salir de aquella selva. Pero yo le notaba en los ojos que inmediatamente se metía en otra, en la de su pasión por el carnicero viudo. Había empezado a adelgazar, estaba probando unas lentillas en sustitución de las gafas gordas de carey, leía novelas románticas y suspiraba más que nunca.

– Adiós, Fuencisla.

– Adiós, hijo. Que se te dé bien el estudio. Desde que te vi en la cuna dije que eras muy listo. A mí también me habría gustado estudiar.

– Estás a tiempo.

– No creo. Además, es otro el tren que ahora quiero que no se me escape. No se puede atender a muchas cosas juntas

La dejaba allí mirando a la ventana, escuchando el arrullo de las palomas en el patio. Y al salir de la cocina, me parecía oír por el pasillo el toc-toc de la señora del palo. No era la primera vez. Se había colado en la casa zurriburri desde la famosa noche de los títeres. Y yo sabía que la única manera de espantarla era no dejarme impresionar, rechazar su contagio y su influencia. Al fin y al cabo jugaba en campo contrario. Me paraba a tomar fuerzas.

– Sales perdiendo, te lo aviso -le decía en voz alta-. Si te quieres quedar, allá tú, pero no creo que lo aguantes. En esta casa se rompen cosas, no se limpia mucho, no tenemos horarios, y pasamos totalmente de vajilla de plata. Además a papá, si venías a eso, de aquí no lo arrancas. Se marcha y siempre vuelve. Por algo será. Diga lo que diga, le gusta nuestra familia, somos su familia. Así que haz lo que te dé la gana. Peor para ti.

Luego me ponía a canturrear «The sounds of silence», seguía andando y el rumor del bastón de la duquesa sobre las baldosas desaparecía como por encanto.

Otro toro para el arrastre. Eran faenas solitarias que le solía brindar a Max-flash.

X. DE DRAGONES Y EJERCICIOS ESCOLARES

Entre los cuatro años y los siete, que es cuando cambió nuestra vida porque nos mudamos a Madrid, los libros fueron como una ventana que se abre para que entre un aire menos contaminado. En el colegio hice progresos a toda velocidad y me cambiaron de clase. Las cartillas de párvulos no las podía resistir y en vez de copiar con letra inglesa: «¿Se asea así ese oso? Sí, ese oso se asea así», inventaba otras frases con ese igual de absurdas o más, pero sacadas de mi cabeza. Por ejemplo: «Sigue el sendero secreto. Si sales de Siberia, no te sientes al sol.»

A la directora del colegio la tenía alucinada y telefoneó a casa varias veces para preguntar que de dónde sacaban que yo llevaba retraso escolar. Y más cosas que a mamá la hacían reír. Yo no sabía que se conocieran tanto y no me gustó. Se llamaba Paquita Mora, fumaba mucho y llevaba el pelo corto.

– Los chicos dicen que me han cambiado de clase porque tú eres amiga de la señorita Paquita. Y a mí me da rabia -le dije a mamá.

– No les hagas ni caso.

– ¿De qué la conoces tú?

– De que salía con uno de mi oficina. Pero, para que lo sepas, Baltasar, yo de mi vida no le doy cuentas a nadie. Además, no es mi amiga.

– Como dicen los chicos que te ven con ella… Y aquí a casa no la traes.

– Pero vamos a ver, ¿a ti de esos chicos te importa algo?

– Bueno, un poco. Del que más, de Isidoro. Es mayor. Tiene diez años. Ya lee novelas de aventuras, y me las cuenta. Con los demás hablo menos. Se ríen.

– Pues que se rían. Con que te quiera el que prefieres tú, te basta y te sobra. Luego, cuando crezcas, te olvidarás de él, y de los otros, y de la señorita Paquita. Como si no hubiera existido. Pasa siempre.

– ¿Por qué?

– Porque sí. La vida son capítulos sueltos, hijo. Si nos acordásemos de todo explotaríamos.

– ¿De todo te olvidas? ¿De todo, de todo?

– Bueno…, de casi todo.

– ¿Y te olvidas sin querer o cuesta trabajo?

Sacudió la melena aquella cobriza tan bonita que tenía entonces y se encogió de hombros. Estaba echando entre nosotros una especie de cierre metálico que caía sin ruido. No me atreví a preguntarle si ya no se acordaba nunca de aquel Gabriel tan parecido a Máximo que vi retratado en la casa de arriba. No puedo calcular los meses que habrían pasado y seguía teniéndolo clavado en la cabeza.

– Mira -dijo-, eso del olvido no se puede explicar. Cada cual lo gobierna por su cuenta. ¿Entendido? Tú cuéntame cosas de lo que aprendes en el colegio y ya. Si no entiendes algo igual te puedo ayudar, y si no lo entiendo yo, tú me lo explicas a tu manera. Eso en cambio me encanta, estudiar contigo. Me pongo muy ancha cuando me entero de lo bien que te va.

Luego estuvimos mirando juntos un atlas de geografía, que lo tenía ella abierto encima de la camilla por el mapa de Italia. Me gustaba ver sus dedos afilados recorriendo los ríos, las montañas y las ciudades, como si los acariciara. Se nos hizo casi de noche.

Yo lo que no quería era convertirme en un empollón. De los libros salían cada vez más cosas enredadas unas con otras, y lo bonito es que daban pie a combinarlas por cuenta propia. Me interesaba entender cómo nacen los ríos, en qué se diferencian las consonantes de «petaca» de las de «bodega», por qué se murieron los mamuts y ya no queda ninguno, cuántos años tarda en crecer una encina, cómo viajaban los antiguos antes de que se inventara el tren. Pero también quería entenderlo todo junto, no por separado, el hablar liado con el crecer y con el viajar y con el morir. Era cuestión de paciencia cazar esos lazos. Y me di cuenta de que para andar de caza no hay que pasarse todo el día sentado en un pupitre aprendiendo las cosas de memoria. Al contrario, se pensaba mejor por la calle, donde nadie te mira ni te interrumpe. O sea que muchas veces hacía novillos y me largaba por ahí. Eso mi madre lo sabía y nunca le importó, hasta creo que le hacía gracia. El colegio estaba cerca de casa, no hacía falta autobús ni que fueran a buscarme. Sólo los primeros días vino Lola de mala gana, pero me negué. Y entre ella y Máximo intercedieron por mí. A papá de esas cosas nadie le consultaba nada, andaba siempre ocupadísimo. Total: no hubo problema.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los parentescos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los parentescos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los parentescos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los parentescos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x