Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre
Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Huracán Lleva Tu Nombre
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huracán Lleva Tu Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Huracán Lleva Tu Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huracán Lleva Tu Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Esa noche vamos a Queen, que más que una discoteca parece un coliseo, pues es muy grande y está atestada de gente joven embriagándose, fumando y bailando, cuando no besándose o tocándose con descaro, en medio de las sombras y las luces giratorias que me dan dolor de cabeza. No la pasamos bien porque el humo nos molesta, más a mí que a ella, naturalmente, pues Sofía fuma o solía hacerlo. No puedo seducir a un chico dado que estoy con ella y me siento vigilado. Por eso vamos arriba, a un entrepiso para los curiosos, a mirar a la muchedumbre compacta que se mueve allá abajo en la pista de baile como un hormiguero lujurioso, donde me gustaría perderme, abandonarme, rozarme con otros cuerpos, pero no puedo porque Sofía me dice que se siente mal, que tiene náuseas, así que salimos de prisa de este templo hedonista y volvemos en taxi a casa, molestos y en silencio, ella porque cree que no debería haberme llevado a Queen y así me lo ha dicho al salir, y yo porque pienso que no debería haberme acompañado, pues he sufrido viendo tantos hombres bellos y sintiéndome prisionero de Sofía. Es entonces cuando comprendo que quiero ver a Laurent. Se lo digo llegando a casa y ella se enoja. Sólo quiero conocerlo, sería bueno invitarlo a cenar y salir los tres una noche, insisto, pero Sofía se va a la cama y no me dice nada. Está claro que, si quiero conocer a Laurent, que fue su novio antes de que ella me conociera, deberé hacerlo solo, y creo que esto es lo que haré, aunque a ella le moleste.
Cuando Sofía duerme, me levanto sin hacer ruido, busco su agenda y encuentro los números de Laurent, que apunto en un papel que a continuación escondo. Al día siguiente le digo a Sofía que no me siento bien y le doy mi tarjeta de crédito para que vaya a comprar ropa, algo que la pone de muy buen humor. Confío en que no compre en exceso porque mis ahorros han diezmado, teniendo en cuenta que hace más de un año que vivo de ellos y no vivo mal, aunque sí con austeridad. Apenas Sofía se va, llamo al consultorio de Laurent, que es dentista y, según ella, bastante exitoso. Me contesta una mujer en francés a la que yo hablo en inglés. Por suerte, ella me comprende. Poco después, Laurent se pone al teléfono. Parece sorprendido, sin saber bien quién soy. Tengo que explicarle dos veces que soy el esposo de Sofía Edwards y que estamos de luna de miel en esta ciudad. Alarmado, me pregunta si Sofía está bien. Yo le digo que sí, que está muy bien, pero que ella no quiere verlo por el momento -uso esas palabras, por el momento, para ser amable-, y que yo sí quisiera verlo a solas, sin que ella se entere, para decirle unas pocas cosas que considero importantes, sobre todo si todavía se preocupa por ella, lo que parece obvio, a juzgar por sus frecuentes cartas y llamadas telefónicas. Con una voz distante y poco amable, que no sé si atribuir al carácter natural de los habitantes de esta ciudad o a cierta animadversión que tal vez siente por mí, acepta reunirse conmigo al salir del trabajo, en el café de la Paix, al lado de la Ópera Garnier, cuyo nombre tiene que repetir tres veces para que yo pueda anotarlo correctamente. Luego, en una señal de cortesía, me deja su número de celular y dice que no dude en llamarlo si tengo algún inconveniente. Antes de cortar, me pregunta nuevamente si Sofía está bien y le digo que sí, que no se preocupe, que ya le contaré esta tarde en el café. No le pido una cita porque ya sería demasiado, aunque buena falta me hace pasar por el dentista y blanquearme los dientes, como me sugirió Bárbara nada más conocerme.
Cuelgo el teléfono y me alegro de haberlo llamado. Fue un acto de audacia pero valió la pena. Si Sofía se llega a enterar de que he hecho una cita con su ex novio francés, no me lo perdonará, y por eso haré mi mejor esfuerzo para que no lo sepa, claro que ahora dependo de que él sea discreto y leal, lo que es bastante improbable, porque seguramente me detesta, dado que ella lo dejó para estar conmigo. Trataré de caerle bien a Laurent, que por fotos parece guapo y presumido, como casi todos los franceses que veo por la calle.
Paso la mañana tratando de dormir un poco más, lo que resulta difícil por los ruidos de la calle, y Sofía regresa con bolsas de ropa y se prueba los vestidos, los zapatos y la cartera que ha comprado, y luego me llena de besos y caricias, y yo siento que me ama mucho más cuando le presto mi tarjeta de crédito y mucho menos cuando me acompaña a una discoteca gay. A la tarde, me invento que tengo que visitar a una editorial francesa, Gallimard, a ver si tienen interés en publicarme, y ella se pone suspicaz y sugiere acompañarme, pero yo le digo que prefiero ir solo y que no le conviene agitarse por el embarazo. Ella asiente de mala gana, tal vez pensando que anoche, en el baño de Queen, hice una cita secreta con algún chico, y dice a regañadientes que aprovechará para darse un baño de tina y descansar, y yo pienso que ojalá no llame a Laurent cuando yo vaya a verlo al café de la Paix, en la plaza de la Ópera.
Me visto con la mejor ropa que tengo en la maleta, un saco azul, un pantalón marrón claro y unos zapatos cómodos de suela engomada, no demasiado abrigado porque el invierno ya pasó y comienza a sentirse el primer calor del verano, y me despido de ella con cariño, para que no sospeche nada, prometiéndole que estaré de vuelta en un par de horas para salir a cenar. Insisto en rogarle que duerma una siesta, pero ella nunca lo hace porque dice que le malogra el humor y que la deja insomne, y antes de irme me dice que me quiere, que me cuide, que ella y el bebito -por suerte, no dijo la criaturita - estarán esperándome. Bajo la escalera sintiéndome un traidor de poca monta -no es por lujuria o por calentura que deseo conocer a Laurent, es tan sólo por curiosidad- y tomo un taxi y le pido al conductor en mi mal inglés que me lleve al café donde en unos minutos debo encontrarme con el hombre que, sospecho, mejor ha amado a Sofía en la cama.
Llego al café de la Paix, me paseo entre las pequeñas mesas circulares y la espesa nube de humo que se ha instalado sobre ellas, y compruebo que Laurent aún no ha llegado, así que me siento a una mesa en la calle para no intoxicarme con el humo del tabaco y pido un jugo de naranja, pero el camarero se ríe en mi cara, porque no sirven esas bebidas saludables, y me sugiere una coca-cola o un café y yo, para no discutir, pido las dos cosas, que en realidad no tomo ni debería tomar, pues me ponen muy nervioso y ya bastante nervioso estoy esperando a Laurent.
Diez minutos más tarde, cuando ya he tomado la coca-cola y el café, lo veo llegar agitado. Lo reconozco en seguida porque no ha envejecido ni engordado desde las últimas fotos que le mandó a Sofía y yo alcancé a fisgonear. Tampoco ha cambiado su corte de pelo, que es más bien largo y tirado hacia atrás, aunque un mechón rubio cae sobre su frente, lo que le queda muy bien, claro que no se lo diré. Me pongo de pie, le doy la mano y me saluda fríamente aunque con un esbozo de sonrisa. Parece un hombre tímido, lo que me sorprende, y también más guapo de lo que las fotos revelaban, lo que me sorprende más, porque nunca entenderé por qué Sofía lo dejó por mí. Es alto, arrogante, de brazos largos y manos bonitas, con cara de águila, ligeramente narigón y pequeña la boca, y sus ojos son los de un hombre duro, desconfiado, quizá tacaño, alguien que puede ser muy mezquino o muy generoso, pero diría que más a menudo mezquino.
Es un hombre atractivo a no dudarlo, aunque él no parece sentirse así, y está vestido de un modo descuidado. A primera vista no parece afeminado como pueden ser los hombres en París sin que por eso sean gays. Le hablo en inglés y me dice que no tiene dificultades en hablarme en ese idioma y le agradezco por haber venido. Me pregunta por Sofía, le digo que está muy bien, muy ilusionada con su embarazo. Me pregunta cuándo nacerá el bebé y digo que en pocos meses. Me pregunta, no con amabilidad, sino con rigurosa corrección, si ya sabemos el sexo del bebé y le digo que no, que preferimos saberlo cuando nazca. No me lo pregunta, pero le digo que Sofía prefiere que sea mujer y yo ciertamente también. Me pregunta por qué Sofía no quiere verlo y yo me tomo un momento para responder. Llamo al mozo, le sugiero a Laurent que pida algo y él pide una cerveza y un bocadillo y yo una coca-cola más. Cuando se va el camarero, le digo que estoy seguro de que Sofía todavía lo quiere pero que evita llamarlo o verlo tal vez porque piensa que, al estar casada conmigo y llevar en el vientre un bebé del que soy padre, sería desleal, inconveniente o peligroso reunirse con él. Ella es una mujer muy tradicional, muy a la antigua, y no creo que no quiera verte por falta de interés o de cariño, sino porque debe de pensar que estaría mal y que quizá terminaría metiéndose en un problema, digo, y él me escucha con una mirada intensa que no sé si esconde simpatía, encono o nada, lo más probable es que nada.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.