Jorge Semprún - El Largo Viaje

Здесь есть возможность читать онлайн «Jorge Semprún - El Largo Viaje» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Largo Viaje: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Largo Viaje»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Corre el año 1943.En un angosto vagón de mercancías precintado, ciento veinte deportados cruzan las tierras francesas camino del campo de concentración. Es un viaje claustrofóbico, vejatorio: los cuerpos hacinados caen de agotamiento, han perdido la cuenta de los días que llevan allí, y la angustia crece porque nadie sabe cuándo acabará ese viaje hacia el horror.

El Largo Viaje — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Largo Viaje», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Todos los días se aprende algo -dice el tipo, desengañado.

Gérard intenta todavía contar los días de este viaje que termina, las noches de este viaje. Pero todo está terriblemente enmarañado. En Dijon no pasaron más que una noche, de eso está seguro. Luego viene la niebla, poco más o menos. Entre Dijon y Compíégne hubo por lo menos un alto. Recuerda una noche pasada en un barracón, en el interior de un cuartel, o de un edificio administrativo cualquiera, vetusto y destartalado. En un rincón, unos individuos se pusieron a cantar, como en sordina, «Vous n'aurez pas l'Alsace et la Lorraine», y lo encontró ridículo y conmovedor. Algunos invocaban otros sortilegios, apelotonados en torno a un cura joven, de tipo pelma, siempre dispuesto a levantarle a uno la moral. En Dijon, Gérard ya se había visto obligado a poner las cosas en claro, diciéndole amablemente, pero de modo inapelable, que no tenía ninguna necesidad de consuelo espiritual. A continuación, hubo una confusa discusión sobre el alma, de la que guarda un divertido recuerdo. Se acurrucó en un rincón aislado, en forma de bola, con el abrigo apretado en torno a las piernas, buscando la paz, la fugitiva felicidad del acuerdo consigo mismo, esta serenidad que proporciona el control de su propia vida, la asunción de sí mismo. Pero un tipo joven vino a sentarse a su lado.

– ¿Tienes algo para fumar, viejo? -le preguntó.

Gérard menea la cabeza con un gesto negativo.

– No soy de naturaleza previsora -añade Gérard.

Eí muchacho prorrumpe en una risa estridente.

– Yo tampoco, mierda. Ni siquiera he pensado en hacerme detener con ropa de invierno.

Y ríe otra vez.

En efecto, no lleva más que una chaqueta y un pantalón muy ligeros, con una camisa de cuello abierto.

– El abrigo -dice Gérard- me lo trajeron a la prisión.

– Porque tienes una familia -dice el muchacho. Otra vez suelta su risa estridente.

– En fin -dice Gérard-, son cosas que pasan.

– Me pagan por saberlo -dice el otro, enigmático.

Gérard le lanza una ojeada. Parece un poco alocado este muchacho, un poco fuera de sí.

– Si no te molesta -dice Gérard-, voy a descansar.

– Necesito hablar -dice el otro.

Repentinamente parece un niño, a pesar de su rostro flaco y marcado.

– ‹Qué necesitas? -pregunta Gérard, y se vuelve hacia él.

– Hace semanas que no hablo -dice el muchacho.

– Explícate.

– Es muy sencillo, he estado tres meses incomunicado -dice el muchacho.

– A veces, con Ramaillet, me decía que hubiera preferido estar incomunicado -le dice Gérard.

– Yo hubiera preferido incluso a Ramaillet.

– ¿Acaso es tan duro? -le pregunta Gérard.

– No conozco a tu Ramaillet, pero hubiera preferido a un Ramaillet, estoy seguro.

– Quizás es que no sabes estar dentro de ti mismo -dice Gérard.

– ¿Dentro de qué?

Su inquieta mirada no para de ir y venir.

– Te instalas en la inmovilidad, te relajas, te recitas versos, recapitulas los errores que has podido cometer, te cuentas tu vida, arreglando un detalle aquí y otro allí, intentas recordar las conjugaciones griegas.

– No he estudiado griego -dice el muchacho.

Se miran y rompen a reír juntos.

– Mierda, mira que no tener nada que fumar -dice el muchacho.

– ¿Si le pidieras al cura de vanguardia? -dice Gérard-. A lo mejor tiene.

El otro se encoge de hombros, enojado.

– Me pregunto qué hago aquí -dice.

– Ya es hora de que lo sepas -le dice Gérard.

– Lo intento -dice el muchacho. Y golpea sin parar con su puño derecho en su mano izquierda.

– Quizás hubiera sido mejor que te quedaras en casa -dice Gérard.

El otro se ríe otra vez.

– Fue mi padre quien me entregó a la Gestapo -dice.

Fue su padre quien le entregó a la Gestapo, sólo para tener tranquilidad en casa, decía, y la Gestapo le ha torturado, tiene la pierna derecha marcada con hierro al rojo vivo. Se ha levantado el pantalón hasta la rodilla, pero las cicatrices suben aún más, al parecer hasta la cadera. Y él ha resistido, no ha entregado a «Jackie», el jefe de su red, y dos meses después se ha enterado, por pura casualidad, de que «Jackie» era un agente doble. Desde entonces ya no sabe lo que hace aquí, se pregunta si no se verá obligado después a matar a su padre. (Esta historia de «Jackie» recuerda a Gérard la nota que Irene le hizo llegar a Auxerre. Alain le hacía saber, contaba Irene, que Londres la autorizaba a ponerse al servicio de los alemanes, para evitar nuevas torturas, aunque siguiera trabajando para «Buckmaster» en sus nuevas funciones. «¿Me imagináis haciendo de agente doble?», preguntaba Irene, y había subrayado la nota con un trazo rabioso de lápiz. Este Alain era un cerdo, se le veía en la cara.) Gérard se pregunta si volverá a encontrar a este muchacho en el campo al que llegan marcando el paso, por esta avenida monumental. Debe de formar parte del convoy, cree haberle visto esa mañana en la que las SS reunieron la larga columna de salida, en Compiégne. La gente estaba todavía en lo más profundo de sus sueños, en las casas a oscuras, o tal vez preparándose para una nueva jornada de trabajo. A veces se oían sonar los despertadores en las casas a oscuras. El último ruido de la vida de antaño fue este ruido brutal, agrio, de los despertadores desencadenando el mecanismo de una nueva jornada de trabajo. Alguna mujer, aquí y allá, entreabría alguna ventana, para mirar a la calle, atraída sin duda por este rumor, este murmullo de la interminable columna en marcha hacia la estación. A culatazos, los de las SS cerraban las contraventanas de las plantas bajas. Y gritaban injurias, apuntando con sus armas, hacia los pisos adonde no podían llegar. Las cabezas desaparecían a toda velocidad. Esta impresión de corte, de aislamiento en otro universo, la habían experimentado ya el día de la llegada a Compiégne. Les hicieron bajar en Rethondes, y aquel día hacía sol. Caminaron entre los árboles del invierno, y el sol irisaba la vegetación. Era una pura alegría, después de esos largos meses de piedra rezumante y de patios de tierra apisonada, sin una sola hierba, sin una hoja que temblara al viento, sin una rama que crujiera bajo el pie. Gérard respiraba los aromas del bosque. Daban ganas de decirles a los soldados alemanes que se dejaran de juegos estúpidos y les soltaran, para que todos pudieran marcharse al azar de los caminos del bosque. En un recodo de un monte bajo, una vez, hasta vio saltar un animal, y el corazón le dio un vuelco, como suele decirse. Es decir, que su corazón se puso a latir locamente, a seguir los saltos de este cervatillo, ligero y soberano, de un seto a otro. Pero también este bosque de Compiégne tenía fin. Hubiera seguido caminando de muy buena gana, durante horas, por este bosque, a pesar de las esposas que le encadenaban a Raoul, pues en Dijon se las había arreglado para que le encadenaran a Raoul, antes de volver a salir para este largo e incierto viaje. Con Raoul, por lo menos, se podía hablar. Al viejo de Appoigny, por el contrario, no había forma de sacarle nada. Este bosque de Compiégne también tenía fin, y se encontraron de nuevo martilleando el pavimento de las calles de Compiégne. A medida que la columna penetraba en h ciudad, en filas de a seis, encadenados de dos en dos, se esparcía un silencio pesado. No se oía nada excepto el ruido de sus pasos. No había nada vivo excepto el ruido de sus pasos, el ruido de su muerte en marcha. Las gentes se quedaban inmóviles, en su sitio, petrificadas, al borde de las aceras. Algunos volvían la cabeza, otros desaparecían por las calles adyacentes. Esa mirada vacía sobre ellos, pensaba Gérard al recordarlo, es la mirada que contempla la dispersión de los ejércitos derrotados retirándose en desorden. Caminaba en la fila exterior de la columna, a la derecha, a lo largo de la acera, pues, e intentaba, aunque inútilmente, cruzar una mirada, captarla. Los hombres bajaban la cabeza, o la volvían. Las mujeres, con niños de la mano a veces, era la hora, creía recordar, de la salida de la escuela, no volvían la cabeza, pero su mirada se convertía en una especie de agua fugitiva, en una transparencia opaca y dilatada. Como tardaron bastante tiempo en cruzar la ciudad, Gérard se dedicó a verificar estadísticamente esta primera impresión. No cabía duda, la mayoría de los hombres volvían la cabeza, la mayoría de las mujeres dejaban flotar por encima de ellos esa mirada desprovista de expresión alguna.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Largo Viaje»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Largo Viaje» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Harry Harrison - Largo! Largo!
Harry Harrison
Francisco Cabrera Sánchez - Viaje por el camino sanabrés
Francisco Cabrera Sánchez
Jorge Semprún
Неизвестный Автор
Simon Ortiz - Un buen viaje
Simon Ortiz
Jorge Bericat - En viaje a Way Point
Jorge Bericat
José Fernández Díaz - El viaje de Enrique
José Fernández Díaz
Fernando González - Viaje a pie 1929
Fernando González
Jorge Larrosa Bondia - Elogio del profesor
Jorge Larrosa Bondia
Отзывы о книге «El Largo Viaje»

Обсуждение, отзывы о книге «El Largo Viaje» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x