Los conjurados tenían previsto confiarle la dirección de las Fuerzas Armadas tras el golpe.
STAUFFENBERG, DECIDIDO A ACTUAR
A finales de junio, Stauffenberg se mostró firmemente decidido a realizar él mismo el atentado. Pese a que él disponía ya del ansiado acceso al Cuartel General de Hitler, los conjurados estaban convencidos de que su puesto debía estar en Berlín, dirigiendo el golpe. Pero el conde era consciente de que no podrían encontrar a nadie que hiciera el “trabajo sucio”. Él se encargaría de ello.
No sabemos si antes de esas fechas Stauffenberg había decidido atentar él mismo, pero lo que es seguro que en esa última semana de junio comunicó a sus compañeros que quería hacerlo, y así consta en algunas cartas personales que se han conservado, como en una misiva de su ayudante, von Haeften, en la que aseguraba que “Claus piensa en hacer él mismo el acto”.
A primeros de julio se aceleró el ritmo de las reuniones clandestinas para fijar por enésima vez los detalles del golpe. En esos días se celebraron numerosos encuentros y conversaciones en Berlín, mientras que el general Beck, el futuro presidente de Alemania, continuaba buscando apoyos entre los Aliados para derrocar el régimen, mediante sus contactos en Suiza y Suecia.
Era ya difícil que aumentase aún más la tensión, pero ésta estuvo a punto de estallar cuando el 5 de julio la Gestapo detuvo a Julius Leber, al ser reconocido por un delator de la policía cuando intentaba entrar en contacto con dirigentes obreros con el fin de ganárselos para la causa de los conjurados. Leber, de ideología socialdemócrata, había contado con el apoyo de Stauffenberg y otros compañeros suyos para disputar el puesto de canciller a Beck. No formaba parte del círculo de decisiones, pero estaba claro que para la Gestapo no iba a ser muy difícil tirar del hilo que llevaría hasta el corazón del complot.
Stauffenberg, que había sido ascendido a coronel el 1 de julio, fue presionado para que llevase a cabo el atentado de una vez. Al día siguiente de la detención de Julius Leber, el 6 de julio, acudió a unas conversaciones previstas en el Cuartel General de Hitler en Berchtesgaden, llevando la misma cartera que llevaría el día del atentado, el 20 de julio. Desconocemos también si ese día su cartera contenía la bomba, aunque lo más probable es que sí, en caso de ser cierto lo que más tarde recordaría el general Stieff ante la Gestapo. Stauffenberg estuvo presente en dos conferencias, de aproximadamente una hora de duración cada una, con Hitler, Himmler y Speer, entre otros. Una se desarrolló entre las cinco y las seis de la tarde y la segunda entre la medianoche y la una de la madrugada. Es de suponer que a Stauffenberg no le surgió la posibilidad de activar la bomba.
El 11 de julio Stauffenberg acudió de nuevo a presencia de Hitler, también a Berchtesgaden. A esta reunión, en la que estaba prevista la asistencia de Heinrich Himmler, sí que es seguro que asistió con el artefacto explosivo, dispuesto a hacerlo estallar. Fue acompañado por el capitán Friedrich Karl Klausing, un joven oficial, que le esperaría en un vehículo aparcado cerca del Berghof para poner rumbo al aeropuerto, en donde tenían un Heinkel 111 a su disposición. Stauffenberg asistió a la conferencia de la mañana, que se desarrolló entre la una del mediodía y las tres y media de la tarde. En Berlín los conjurados esperaban la noticia del atentado, pero no sucedió nada.
Cuando Stauffenberg abandonó la residencia de Hitler, explicó al capitán Klausing que no había accionado la bomba porque contrariamente a lo previsto, Himmler no había tomado parte en la conferencia. El jefe de las SS estaba considerado como el sustituto natural de Hitler, pese a que ese honor correspondía formalmente a Goering, así que los conspiradores creían necesario eliminarlo al mismo tiempo que Hitler para descabezar así el régimen nazi.
De todos modos, existen bastantes dudas y contradicciones sobre el supuesto intento del 11 de julio. Las únicas informaciones disponibles sobre este episodio son las procedentes de los interrogatorios efectuados por la Gestapo después del 20 de julio.
Es posible que ese día Stauffenberg se limitara a tantear las posibilidades de realizar el atentado, como si de un ensayo general se tratase, con vistas a una oportunidad posterior. El hecho de que ese 11 de julio su primo, el teniente general Caesar von Hofacker, que debía coordinar el golpe en París, se encontrase en Berlín para reunirse con el general Beck, hace pensar que no se contaba con que Stauffenberg atentara contra Hitler ese día. En cambio, hay otra versión, la que asegura que Stauffenberg, al enterarse de que Himmler no participaría en la reunión, telefoneó a Olbricht unos minutos antes de la una para consultarle si debía seguir adelante con el atentado, y que recibió una respuesta negativa.
La siguiente oportunidad llegaría cuatro días después. El 15 de julio, el general Fromm y Stauffenberg fueron convocados para unas conversaciones militares en el Cuartel General, en este caso en la Guarida del Lobo, en Rastenburg. El conde creyó ver llegado el momento idóneo para realizar el atentado. Acudiría a la reunión con un artefacto explosivo que le había sido entregado a principios de junio. No se ha podido establecer con seguridad el origen de ese material; si era de procedencia británica, alemana, o una mezcla de ambas. Se cree que los conjurados lograron obtener explosivo alemán procedente de un depósito de ingeniería del frente del este, gracias a los hermanos Georg y Philipp von Boeselager, y que el coronel Wessel Freytagh von Loringhoven adjuntó material británico, gracias a sus contactos en el servicio de Inteligencia. Las investigaciones posteriores del Servicio de Seguridad del Reich apuntarían a que todo el explosivo era germano y que la aportación aliada se redujo a los detonadores, pero no hay un criterio claro al respecto [6].
Stauffenberg estaba convencido de que esta vez sí podría hacer estallar la bomba junto a Hitler, tal como lo demuestra el que hubiera hablado con Olbricht de que el plan “Valkiria” fuera puesto en práctica dos horas antes de la comisión del atentado, para no dar tiempo de reacción a sus adversarios.
Ese 15 de julio, Fromm y Stauffenberg, acompañados por el capitán Klausing, aterrizaron en el aeródromo de Rastenburg a las 9.35 horas. Desayunaron en el casino de oficiales, como solía ser habitual en estos casos, permaneciendo allí unos tres cuartos de hora.
Sobre las once, Fromm, Stauffenberg y Klausing fueron conducidos al área central de la Guarida del Lobo, donde tuvieron un encuentro informal con el mariscal Keitel, al que Fromm consideraba su “buen amigo”.
A las 13.00 horas, Fromm, Keitel y Stauffenberg se dirigieron al llamado informe matinal, que se iba a celebrar en un barracón cercano al búnker del Führer. En la puerta departieron de temas triviales con el general de la Luftwaffe Karl Bodenschatz hasta que, unos diez minutos más tarde, llegó Hitler, acompañado por el almirante von Puttkamer, un guardaespaldas y su jefe de fotógrafos.
Keitel saludó de forma servil a Hitler, como en él era habitual. El fotógrafo apuntó y tomó el momento en el que Bodenschatz hacía una ligera reverencia al dictador, mientras se estrechaban las manos. En esa imagen, Stauffenberg aparecería en posición de firmes, con la espalda recta, mirando en dirección a Hitler.
Para romper el hielo, Keitel empezó a narrar a Hitler los detalles de la última cacería en la que había participado, e intentó introducir a Stauffenberg en la conversación, halagando el hecho de que pudiera montar a caballo pese a sus impedimentos físicos. A continuación, todos entraron en el barracón para dar inicio a la reunión.
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