Aparentemente, su método de trabajo era caótico, puesto que su mesa estaba siempre ocupada por montañas de documentos, caminaba por el despacho con un cigarrillo en la mano mientras dictaba una carta o mantenía una conversación, y era interrumpido continuamente por las visitas o las llamadas telefónicas. Pero después de esas pausas reemprendía el trabajo en el mismo punto en el que lo había dejado, y llevaba un control escrupuloso de todo lo que hacía, pues siempre estaba tomando anotaciones.
La presión inherente a las complejas tareas con las que debía lidiar a diario no hacía ninguna mella en él. Un ordenanza aseguró después que Stauffenberg “nunca se dejaba arrastrar por el malhumor, sino que siempre mantenía un tono cordial y afectuoso”.
Stauffenberg, retratado como oficial del 17º Regimiento de Caballería de Bamberg, en 1934.
La entrada en acción de Stauffenberg tuvo lugar en octubre de 1938, cuando las tropas alemanas penetraron en la región checoslovaca de los Sudetes, tras los acuerdos del Pacto de Munich. Su unidad fue recibida con euforia en las ciudades de población alemana, pero con frialdad en las que predominaba la población checa. Stauffenberg estaba encargado del avituallamiento de las tropas y del aprovisionamiento de la población. Este segundo objetivo no era nada fácil, puesto que la región, al quedar desgajada del resto de Checoslovaquia, debía comenzar a recibir inmediatamente los productos básicos desde Alemania, sin una fase de transición.
Stauffenberg se dedicó con gran energía a esta misión, plagada de dificultades. Por ejemplo, de repente a los panaderos les faltó levadura para amasar el pan, o los bares se quedaron sin cerveza. Stauffenberg tuvo que movilizar infinidad de recursos para lograr que la población bajo el control de su unidad no padeciese escasez de artículos de primera necesidad.
Al llegar la Navidad, Stauffenberg, en un encomiable gesto de generosidad, renunció al permiso especial al que tenía derecho para que un compañero pudiera visitar a su familia. Otro gesto que también sirve para trazar su personalidad fue su indignación por el comportamiento de algunos soldados alemanes, que se aprovecharon de la necesidad de la población de los Sudetes de adquirir marcos, para comprarles así sus mercancías a bajo precio. Stauffenberg dispuso de inmediato que se prohibieran esas compras abusivas y que se devolviera lo comprado de forma tan oportunista. Stauffenberg siguió destinado en los Sudetes hasta que estalló la guerra.
Con el objetivo de la invasión de Polonia, su división pasó a formar parte del grupo de ejércitos del Sur, bajo las órdenes del general Gerd von Rundstedt. Ese ejército constituía el lado sur de la tenaza que se cerraría sobre Polonia. La unidad de Stauffenberg no tuvo dificultades para avanzar por las llanuras polacas, pero cuando conoció la entrada en la contienda de Francia e Inglaterra hizo la siguiente observación: “Si queremos ganar esta guerra, se trata de una cuestión de poder mantenerla, y entonces esa guerra, con toda seguridad, durará sus buenos diez años”.
Claus y su mujer, Nina.
Stauffenberg se equivocaba en el pronóstico sobre la duración de la contienda. Pero su concepto de la guerra que acababa de estallar estaba más cercano a la realidad de los que creían, Hitler entre ellos, que ésta se resolvería favorablemente para Alemania tras una rápida y demoledora blitzkrieg (guerra relámpago), ante la que las potencias occidentales permanecerían como simples espectadores, sin atreverse a actuar.
Polonia fue conquistada en menos de un mes, pero Stauffenberg no se relajó. Advirtió que la campaña polaca recién concluida podía ser utilizada como un banco de pruebas idóneo para extraer consecuencias de cara a nuevas y ambiciosas campañas. Así pues, decidió confeccionar una encuesta, comenzando por el comandante y acabando por el último soldado, para conocer las posibles mejoras de armas, equipo, camiones, víveres, cuidado de los heridos, etc. El cuestionario fue elaborado por él mismo y luego se encargó de recoger las conclusiones en un extenso informe.
Otro episodio significativo para conocer su carácter se produjo en febrero de 1940, cuando el puesto de primer oficial del Estado Mayor en su división quedó vacante. Todos estaban convencidos de que Stauffenberg iba a ocuparlo, pero finalmente fue otro el escogido. El nuevo oficial tuvo que enfrentarse a la hostilidad de los demás, que consideraban una injusticia que Stauffenberg no hubiera sido ascendido, pero el propio Stauffenberg se encargó de facilitar su trabajo, favoreciendo su integración en el grupo. Aunque es seguro que ese fracaso personal le doliese, Stauffenberg siguió manteniendo la misma camaradería que antes y dedicándose a su labor como segundo oficial con el mayor esfuerzo.
En la campaña de Francia, iniciada el 10 de mayo de 1940, la 6ª División Blindada, en la que estaba encuadrado Stauffenberg, fue incorporada a la ofensiva de las Ardenas. Durante esta campaña, recibió el nombramiento para la sección de organización del Estado Mayor. Su misión pasó a ser elaborar la organización y la estructura de los altos departamentos del ejército en batalla, del ejército de retaguardia y de los territorios ocupados. En estas complejas labores del Estado Mayor, Stauffenberg se mostró como un excelente organizador. En la sección de organización permanecería hasta mediados de 1943.
Su trabajo le obligaba a realizar continuos viajes, por los que debía inspeccionar las tropas auxiliares, acudir a Berlín a ver al jefe del Ejército, visitar las escuelas de oficiales y tratar temas de su formación u organizar asuntos relativos al personal sanitario. Se ganó muy pronto la confianza de sus superiores, que sabían que podían delegar en él todo tipo de cuestiones, incluso algunas que excedían a su competencia.
Imagen tomada en 1940, cuando Stauffenberg estaba asignado a la 6ª División Panzer.
De él valoraban que alcanzara de inmediato resultados positivos en las misiones encomendadas, teniendo la habilidad de crear a su alrededor un clima de buen humor y simpatía. También agradecían el hecho de que Stauffenberg tuviera valor para hacerles llegar las observaciones que los demás no se atrevían a hacer; era capaz de transmitirles la opinión más áspera de un modo que resultase constructivo, y esa sinceridad era muy valorada.
El constante trato con el cuartel de mando, en contacto con los dirigentes máximos del Ejército, le permitiría más tarde entrar en el círculo de la oposición a Hitler. En ese camino tuvo una importancia capital su amistad con el general Halder desde 1940, uno de los principales opositores a Hitler en el interior de las fuerzas armadas.
Durante el desempeño de sus tareas, probablemente Stauffenberg pudo comprobar que la máquina de guerra germana no era tan perfecta como aparentaba. Pese a los éxitos militares, Stauffenberg se mostraba escéptico respecto a la conducción de la guerra. Se ha conservado una frase que pronunció en 1941 en una conferencia que dio en Berlín, en la Academia de la Guerra:
– Nuestro mando en esta guerra es tan imbécil que no podría serlo más si los mejores oficiales del Estado Mayor hubieran sido encargados de hallar una forma lo más absurda posible.
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