Consolador |
Retador |
Conforta |
Reta |
Afirma |
Confronta |
Valida |
Redirige |
¿Qué hay de ti? Cuando ves a alguien que necesita ayuda, ¿en qué piensas que consiste la ayuda? ¿La ves como un abrazo o su equivalente emocional? ¿La ves como palabras de afirmación y estímulo y un replanteo positivo, enfatizando lo que ya es bueno y correcto en el aconsejado? ¿O se parece más a un desafío tierno de lo que hay que hacer, pensar o sentir de manera diferente, llamar la atención sobre lo que sería necesario cambiar o ser corregido en el aconsejado? Una vez que determines cuál de los dos lados de la dicotomía se ajusta a tu inclinación más natural, puedes comenzar a trabajar en el desarrollo del otro aspecto.
El sacerdote y el profeta.A lo largo de este libro serás introducido a los conceptos psicológicos y sus contrapartes escriturales, y viceversa. Mientras que el lenguaje psicológico utiliza el concepto de consolador y retador, la Escritura también proporciona un marco para entender la persona del consejero en el proceso de ayuda. En última instancia, la consejería funciona como cualquier proceso de discipulado: el consejero se reúne con el aconsejado en el punto donde este se encuentra y busca asociarse con él en un paso más hacia la salud y la integridad (para un cristiano, este es el proceso de santificación y crecimiento en la semejanza a Cristo). En el Antiguo Testamento había dos funciones principales, o profesiones, que tenían la responsabilidad directa de ayudar a los israelitas a estar en una relación correcta con Dios y a crecer en su relación con él: sacerdotes y profetas. Ambos papeles sirvieron para ayudar a Israel a comunicarse con Dios y a crecer en relación con Él, pero la dirección en el proceso parecía ligeramente diferente para cada uno. El oficio del sacerdote era interceder ante Dios en nombre del pueblo. Él era, en esencia, un pacificador, y el que facilitaba la reconciliación y la expiación implorando la misericordia de Dios. En contraste, el trabajo del profeta era comunicar al pueblo un mensaje de parte Dios . El profeta era el portavoz de la verdad, tanto de la afirmación como de la corrección, y servía para facilitar el cambio comunicando al pueblo la perspectiva de Dios. Al igual que el consolador y el retador, el consejero “sacerdotal” y el consejero “profético” comparten el mismo corazón y la misma pasión—ver a la gente crecer en plenitud y rectitud; solamente que sus dotes y método toman formas diferentes.
El Sacerdote |
Confortador |
Pensar con |
Confesional |
Caminar con |
Entrevistador |
Afirmar la verdad |
Escuchante |
Confortar al turbado |
(Carter y Narramore, 1979, p. 114)
¿Qué hay de ti? Cuando consideras estas dos descripciones, ¿te encuentras más a menudo en el papel sacerdotal buscando consolar y traer reconciliación? ¿O te encuentras más en el papel profético del hablante de la verdad, tratando de promover el crecimiento por medio de desafiar a la gente a cambiar? Considera la posibilidad de compartir esta analogía, junto con la analogía de consolador versus retador, con amigos cercanos o familiares en tu vida y pregúnteles en qué papel(es) te han visto más enfocado.
»Soy más un ______________ y aporto _____________ a la relación de ayuda.
El Profeta |
Convencer |
Pensar por |
Confrontar |
Hablar a |
Predicar |
Proclamar la verdad |
Aleccionar |
Incomodar lo confortable |
(Carter y Narramore, 1979, p. 114)
¿CUÁNTO SABES DE TI MISMO?
Cada uno de vosotros tiene una historia única y valiosa que os ha dado forma a hasta llegar a ser lo que sois ahora. Las piezas de tu historia, y cómo eliges entenderlas, trabajan juntas para moldear tu yo como un instrumento en el proceso de consejería. Una parte crítica de ser un consejero eficaz es la autoconciencia, que es tu capacidad de conocerte y comprenderte a ti mismo, para bien y para mal. La autoconciencia no solo incluye lo que te gusta o lo que no te gusta (aunque eso forma parte de ella), sino, incluso, la conciencia de tus propias emociones, pensamientos, motivos, valores e intenciones a medida que avanzas en la vida. La autoconciencia se cultiva generalmente a través de dos vías: (1) autorreflexión y (2) aportación de otros.
La autoconciencia implica autorreflexión y conocimiento de:
tus fortalezas y debilidades
cómo te afecta tu pasado
Tu motivación
Tus valores
recibir información sobre cómo te perciben los demás
Autorreflexión.La autorreflexión requiere que disminuyas la velocidad y te observes en una situación dada haciéndote algunas de las siguientes preguntas:
¿A quién estoy presentando en este momento? (i.e., ¿al experto?, ¿al payaso?, ¿al cuidador?, etc.)
¿Por qué acabo de decir o hacer eso?¿Qué espero lograr con lo que acabo de decir o hacer? ¿Dónde espero que vaya esta conversación o interacción?¿Cómo me sentí antes, durante y después de esa interacción? ¿Qué estaba pensando justo antes, durante y después de esa interacción?¿Qué cosas de mi pasado están contribuyendo a cómo estoy respondiendo en este momento?
Cuando dije o hice eso, ¿cómo lo tomaron otros?¿Qué significado podrían tener los demás en lo que acabo de decir o de hacer? ¿Cómo podría haber llegado a los demás en esta situación con mi tono, lenguaje corporal, elección de palabras y tiempo?
Conoce tus fortalezas y debilidades.Nadie es perfecto; ni tampoco hay nadie totalmente imperfecto. Una autoconciencia saludable significa que tienes la capacidad de identificar los puntos fuertes y debilidades que llevas contigo. No significa ser orgulloso o despectivo con respecto a tus fortalezas, ni tampoco significa que te desprecies o te humilles acerca de tus debilidades. Más bien se trata de ser capaz de mirar a ambos lados como parte de lo que contribuye al arte de tu práctica de la consejería. Ten en cuenta que los puntos fuertes en un contexto pueden resultar ser debilidades en otro, y viceversa. Por ejemplo, uno de tus puntos fuertes podría ser la perseverancia, pero también podría tener una tendencia hacia su lado contrario, la terquedad.
Inténtalo
Toma un momento y escribe de cinco a diez cosas (rasgos, habilidades, dones, destrezas o intereses) acerca de ti que veas como puntos fuertes o bienes que aportas a una relación de consejería.
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