En el contexto de este capítulo, las implicaciones de esto son significativas. ¿Deberíamos ver a la gente, incluyendo a nosotros mismos, como si estuviésemos luchando con un trastorno mental o tratando de navegar por un período de desarrollo transitorio lo mejor que podemos? La forma en que aconsejes dependerá en parte de tu opinión sobre este tema y de cómo interpretas tus propios desafíos. Si ves a un aconsejado particular con el que te estás reuniendo, por ejemplo, un joven que es un estudiante de último año en la universidad, que tiene síntomas de ansiedad indicativos de un trastorno de ansiedad, tal vez la remisión a un consejero profesional especializado en salud mental sea lo más correcto. Esto podría incluir la remisión a un psiquiatra para la evaluación de la medicación. Sin embargo, si ves a este aconsejado luchando con una transición importante en su vida, con ansiedad comprensible proveniente del deseo de tener buenos resultados en la universidad, conseguir un trabajo cuando se gradúe, el aumento de la deuda por préstamos estudiantiles, una relación romántica fracasada y el uso creciente de alcohol como vía de escape, mirar a esa persona desde las perspectivas del desarrollo puede ser muy útil, y la consejería puede estar justificada.
Por supuesto, nuestra perspectiva es que ambos enfoques son necesarios. A veces la ansiedad es tan intensa que la medicación es necesaria para reducir los síntomas para que el estudiante pueda hacer frente a su situación. Y la consejería es necesaria para trabajar a través de las implicaciones cognitivas, emocionales, relacionales y espirituales de esta transición.
Con respecto al uso que el consejero hace de sí mismo en el proceso de consejería, es nuestra propia reflexión sobre nuestras transiciones personales de la vida, nuestras relaciones con la familia y los amigos, nuestro afrontamiento emocional, y nuestro pensamiento a través de asuntos en nuestras vidas que se convierten en la base para entender a otros. Son nuestras propias experiencias las que se convierten en la base de la comprensión de cómo las personas hacen frente, crecen y sanan. No es que los demás experimenten las cosas exactamente como lo hicimos nosotros, o que lo que funcionó para mí funcionará para ti, o que yo mismo te revelaré mi vida entera porque de alguna manera eso será relevante para ti. Es entender mi propio proceso de cambio que puede ser útil para el proceso de cambio de los demás.
CUIDADO PERSONAL: TENDIENDO AL INSTRUMENTO
Los consejeros emplean la mayor parte del tiempo, energía y atención en cuidar de los demás de diversas maneras. Con frecuencia, los consejeros interiorizan la creencia de que su estima y valía provienen del cuidado que proporcionan a las personas a su alrededor, lo que puede resultar en negligencia con respecto a la atención que necesitan darse a sí mismos. Se olvidan de que cuidar a los demás es algo que debe salir de lo que rebosa de nuestras personas. Si tu propio pozo no está lleno, no tendrás los recursos adecuados para hacer que otros rebosen. Por lo tanto, el autocuidado es un componente fundamental y crítico de la permanencia y el éxito como consejero, y es nuestra recomendación que comiences a practicarlo incluso mientras estés en este curso.
¿Qué es el cuidado personal?El cuidado personal implica prácticas premeditadas en las que uno se compromete a restaurar, refrescar, relajarse y reagruparse. Las actividades de cuidado personal pueden ser tan únicas como tú mismo, pero generalmente caen en cinco dominios: físico, mental, emocional, relacional y espiritual. Estos dominios a menudo se superponen, pero son todos importantes en el cuidado de toda la persona.
Cuidado físico. El cuidado físico incluye todo lo que hagas para cuidar tu cuerpo. Los consejeros desarrollan una tendencia a centrarse tanto en el dominio emocional que se ponen en peligro de descuidar su propio estado físico. Hay valor en el cuidado de la estructura física que alberga y sostiene todo lo que sucede dentro. Considera cómo tu capacidad de pensar o sentir se alteran cuando estás enfermo o con dolor. A menudo pasamos por alto lo que el funcionamiento saludable de nuestros cuerpos significa en nuestras vidas. A medida que consideres cuidar de ti mismo como un instrumento, reflexiona sobre lo que debes hacer para participar en el cuidado físico a nivel personal, así como lo que te impide implementar estrategias eficaces:
¿Cómo afecta mi consumo de alimentos a mi funcionamiento mental y emocional?¿Dispongo del tiempo necesario para comer y beber suficiente agua cada día?¿Noto que me siento mejor o peor después de comer ciertos tipos de alimentos?¿Utilizo la comida como un escape o una forma de calmarme, en lugar de enfrentar mis emociones y necesidades básicas?
¿Qué tipo de ejercicio o actividad física estoy realizando para cuidar mi cuerpo?¿Me siento mejor después de la actividad aeróbica (caminar, correr, etc.) que hace subir mi ritmo cardíaco y me permite expulsar la energía?¿Me siento mejor después de actividades más reflexivas y basadas en estiramientos (yoga, Pilates, etc.) que me ayudan a calmarme y conectar con mi cuerpo?¿Evito el ejercicio físico y la actividad? Si es así, ¿por qué?
¿Le doy al sueño la importancia que merece y permito que mi horario se adapte a la cantidad de descanso que mi cuerpo necesita—no solo con lo que me da para sobrevivir?
¿Qué actividades puedo realizar regularmente para contribuir a relajar y restaurar mi cuerpo?
Cuidado mental. Cuidar de tu mundo interior es de suma importancia como consejero, y eso comienza con tu mente. Filipenses 4:8 habla de este principio cuando dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buena reputación; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. El cuidado mental requiere que pienses con cuidado lo que pones en tu mente, lo que lees, lo que ves, lo que piensas. Además, el cuidado mental consiste también en lo que te permites no pensar. Siempre habrá más gente a considerar, más problemas a resolver, más reflexión personal que hacer, pero a veces el cuidado mental significa permitirse “apagar” y dejar de lado esas preocupaciones por un tiempo. Esto no significa escapar o adormecerse, sino más bien el dejar de lado de manera intencionada la preocupación, la duda y la reflexión profunda y reemplazarlos con risas, gozo, paz y acción de gracias.
¿Qué tipos de programas de televisión y películas elijo ver? ¿Cómo pueden contribuir o disminuir mi propio cuidado mental?
¿Qué tipos de libros escojo leer? ¿Es mi lectura “por diversión” mental y emocionalmente beneficiosa? ¿En qué manera? ¿Doy lugar a la lectura “por diversión”, o todo tiene que ser profesional y académicamente relevante? ¿Por qué?
¿Qué papel juega la música en mi concepto de la vida?
¿Qué tan cómodo me siento con el silencio en mi casa, mi coche, en la naturaleza y así sucesivamente? Cuando estoy en silencio, ¿en qué me encuentro pensando?
Cuidado emocional . Cuidar de tu propio corazón y sentimientos te permite dar de manera más apropiada de ese rebosar; no puedes dar a tus aconsejados lo que no tienes. El cuidado emocional comienza con ser auténtico y honesto contigo mismo sobre tus propias emociones. Muchos consejeros han aprendido a subyugar sus propios sentimientos con el propósito de cuidar los sentimientos de los demás. Parte del cuidado personal se convierte entonces en aprender a volver a involucrarte en tus propias emociones, dándoles voz y valor. Las emociones son una parte fuerte del mundo interior de los consejeros. Tu cuidado necesita centrarse en aprender a usar tus emociones como un activo y no como algo que abruma o domina tu vida. Independientemente de si estás demasiado conectado o desconectado a tus emociones, es probable que el cuidado emocional implique hacer tu propio trabajo terapéutico como aconsejado. El cuidado emocional también implica cultivar relaciones en tu vida que nutren tu corazón y te cuidan—hablaremos más sobre esto bajo el cuidado relacional.
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