Filosofía para una vida peor
Breviario del pesimismo filosófico del siglo XX
Oriol Quintana Rubio
ISBN: 978-84-15930-27-3
©Oriol Quintana Rubio, 2014
© Punto de Vista Editores, 2014
Fotografía de cubierta: Licencia CC h.koppdelaney
http://puntodevistaeditores.com/
info@puntodevistaeditores.com
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Índice
EL AUTOR EL AUTOR Oriol Quintana nacido en Barcelona en 1974, es licenciado en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Amplió sus estudios cursando el doctorado en la misma, y presentando la tesina Orwell and War, sobre el escritor George Orwell. Ejerce de profesor de Filosofía, Psicología y Religión en la enseñanza secundaria.
1. Unos cuantos millones de cadáveres 1. Unos cuantos millones de cadáveres
I. La literatura de autoayuda, ¿una anomalía histórica?
II. Cómo acabar para siempre con los libros de autoayuda
III. Puede que no estemos destinados a la felicidad
2. La vida es un fraude
I. Las raíces del pesimismo de Emil Cioran
II. La vida como simulacro o el timo vital
III. El rey está desnudo
IV. Nuevos formatos para viejas ideas
V. Sin embargo, algo habrá que podamos hacer
VI. Filosofía para una vida peor
3. ¿El futuro? Pon la boca en el bordillo
I. El pesimismo según George Orwell
II. Situar en el futuro la vieja imagen de la condición humana
III. Nadie está a salvo del mal
IV. Subir a por aire, el reverso luminoso de Mil novecientos ochenta y cuatro
V. Filosofía para una vida peor
4. No me voy a poner bien
I. Por qué leer relatos de supervivientes
II. Tres supervivientes
III. Yacer o no yacer en el fondo
IV. Descender todavía más abajo
V. Auschwitz y la vida cotidiana
VI. Fe y escepticismo
VII. Filosofía para una vida peor
5. La muerte y la zanahoria
I. Un libro imposible: Ser y Tiempo, de Martin Heidegger
II. Condenados a ser
III. Metafísica del adocenamiento
IV. Vais a morir todos
V. Va un tío con medias vestido de negro y dice
VI. Filosofía para una vida peor
6. El bien es inalcanzable
I. La falsa tercera posición de la psicología humanista
II. Sólo necesitamos: Maslow y otros
III. ¿Existe la auto-realización? El sueño, de Julian Barnes
IV. Ir más allá de la necesidad es imposible
V. Estoy meta-motivado
VI. El hombre sin ilusiones
VII. Filosofía para una vida peor
7. El infierno son los otros
I. Necesitar a los alemanes
II. De tal palo, tal astilla
III. Pagafantas
IV. Y ya, por fin Las moscas
V. El infierno son los otros
VI. Para hacer justicia al siglo XX
VII. Filosofía para una vida peor
8. Nada en este mundo por lo que se pueda vivir
I. Maldita Simone Weil
II. Sucedáneos, ídolos
III. Maestra del pesimismo: descrearse
IV. Mierda de mundo
V. Aceptar el mundo tal como es
VI. Filosofía para una vida peor
EL AUTOR
Oriol Quintana nacido en Barcelona en 1974, es licenciado en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Amplió sus estudios cursando el doctorado en la misma, y presentando la tesina Orwell and War, sobre el escritor George Orwell. Ejerce de profesor de Filosofía, Psicología y Religión en la enseñanza secundaria.
1. Unos cuantos millones de cadáveres
I. La literatura de autoayuda, ¿una anomalía histórica?
Todo libro de autoayuda parte siempre de una premisa básica: uno puede mejorar. La vida, ciertamente, está llena de obstáculos, pero se puede triunfar sobre ellos. En realidad, no existen las dificultades: existen los retos. Desde el Usted puede sanar su vida hasta los esfuerzos por Un mundo sin quejas, una riada casi infinita de títulos pretenden calmar nuestra angustia vital a base de inundar cada rincón de la existencia con un recalcitrante optimismo, que dice que alguna fuerza cósmica empuja las cosas hacia lo mejor, y que al individuo sufriente e inseguro le bastaría con dejarse llevar por esas fuerzas benevolentes para salir de su situación.
Recalcitrante es el adjetivo justo: la doctrina que dice que todo está providencialmente dispuesto para que el bien triunfe debería haberse extinguido hacia finales del siglo XX, justo cuando los regímenes dictatoriales del este de Europa comenzaron a desmoronarse de manera casi incruenta: morían de puro cansancio, porque su inercia se había agotado. ¿Quién iba a tener ganas de encabezar una revolución por un futuro mejor, cuando justamente por este eslogan y otros similares se instaló una opresión escandalosa y duradera? Lo cierto es que celebró el fin de las dictaduras con cierto alivio pero sin mucha alharaca: si uno presta atención al repasar los vídeos de la época, verá como los martillazos que la gente propinaba al muro de Berlín en el año 1989 se daban con cierta desgana. Faltaba la ira, la furia, la determinación del que cree que está salvando al mundo, del que cree que abre el camino de la libertad y deja por fin atrás el sufrimiento. Faltaba el empuje de las masas. Pero es que nadie que conociera mínimamente los hechos transcurridos entre 1914 y el mismo 1989, y no digamos los que directa o indirectamente sufrieron sus consecuencias, podría creer que las cosas, algún día, llegarían a estar bien.
Y es que incluso una mirada superficial, estadística, a la historia del siglo XX revela que los niveles de sufrimiento y las pérdidas de vidas humanas que se dieron a lo largo del siglo son de tal dimensión que casi constituyen un novum histórico. Es evidente que es siglo XX no inventó la guerra ni la tortura, pero si es cierto que la cantidad supone una transformación en la calidad, por lo menos a partir de ciertas cifras astronómicas, entonces sí estamos ante lo nunca visto. ¿Cuánta gente murió en la Primera Guerra Mundial? Algunas fuentes dicen que en total, se llegó a los diecisiete millones de personas, la mayoría de las cuales fueron soldados en el frente. En la Segunda Guerra Mundial, Alemania perdió tres millones de soldados; la URSS, ocho millones. Otros ejércitos, algo menos: Estados Unidos sólo trescientos mil, Gran Bretaña, menos de medio millón; Francia, doscientos mil. Y en cuanto a las víctimas civiles, ni que decir tiene que los años de la Segunda Guerra Mundial constituyen un macabro récord imbatible. Los nazis asesinaron alrededor de seis millones de judíos, como es bien sabido: el número de víctimas civiles del conflicto asciende a catorce millones de personas −en sólo doce años. Esos años, además, supusieron la resurrección de fenómenos sociales que no se veían desde la Edad Media, como los encarcelamientos sin juicio ni acusación formal, las cazas de brujas y las torturas para extraer falsas confesiones, aunque, de nuevo, a una escala que haría parecer a los antiguos inquisidores como simples aficionados (George Orwell dixit)... Por no mencionar las deportaciones forzosas, lo que antes se llamaba el destierro, que, curiosamente, hasta entonces había tenido una especie de aura romántica.
Algunos historiadores se han empeñado en recordar a sus lectores que los tristemente famosos métodos industriales de exterminio, que tanto han impresionado nuestras mentes, en realidad fueron menos usuales que el tradicional método de dejar morir de hambre a tus enemigos, largamente practicado en los antiguos asedios de ciudades. Entre Hitler y Stalin mataron de hambre a siete millones de personas, ya fueran civiles que no mostraron el suficiente entusiasmo en las colectivizaciones de tierras, ya fueran prisioneros de guerra, ya fueran ciudadanos sitiados en los cercos a ciudades o en los guetos. Lo que hizo resucitar el canibalismo.
Читать дальше