Raúl Almeida(Lima, 1945), con formación científica y en el área de negocios y finanzas, desarrolló su carrera profesional en empresas transnacionales y como empresario, tanto en el Perú como en el extranjero. Ha realizado además una prolífera actividad de apoyo social y a la educación, sirviendo en el directorio de diversas organizaciones sin fines de lucro, educativas y universidades de los Estados Unidos, donde residió por veinte años. En esta segunda entrega nos enfrenta ante una de nuestras más preciadas posesiones: la Libertad, llevándonos a reflexionar en la necesidad de defenderla, inclusive de nosotros mismos.
Raúl Almeida
REFLEXIONES DE
UNA PERSONA
LIBRE PARA UNA
SOCIEDAD LIBRE
Reflexiones de una persona libre para una sociedad libre
Primera edición, abril de 2021
© Raúl Almeida, 2021
© Paracaídas Soluciones Editoriales S. A. C., 2021
para su sello PSE
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Asesoramiento editorial: Luis Fuentes
Composición: Juan Pablo Mejía
Ilustración de portada: Melissa Siles
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° 2021-03703
ISBN N.° 978-612-47660-7-7
Todos los derechos reservados. Queda prohibida su total o parcial reproducción por cualquier medio de impresión o digital en forma idéntica extractada o modificada, en español o en cualquier idioma, sin autorización expresa del autor.
Producido en Perú.
REFLEXIONES DE UNA PERSONA LIBRE PARA UNA SOCIEDAD LIBRE
Raúl y yo estábamos una vez atrapados en el caótico tráfico de Lima. Como soy un optimista de la tecnología, acabé hablando de las increíbles mejoras que traerían los carros autoconducidos. Mi argumento era que su impacto positivo sería mucho mayor en una ciudad como Lima que en una ciudad como Londres, porque el problema en sí era mucho mayor.
Raúl se lo pensó un rato y me contestó: «Los carros autoconducidos solo eliminarían un síntoma de una sociedad disfuncional. No su causa. Es más, al haber eliminado este síntoma, seríamos menos conscientes de las diferencias entre esta sociedad disfuncional y una sociedad basada en una mentalidad responsable, lo cual terminaría provocando problemas mucho mayores que los atascos».
Estas conclusiones contrarias y algo más profundas son lo que he llegado a esperar de Raúl. Sospecho que tiene que ver con su formación como físico. Al fin y al cabo, los físicos están formados para abordar la realidad desde los primeros principios y afrontar sus conclusiones sin ilusiones.
Este libro examina la libertad con cierta profundidad, tanto en su naturaleza esencial como en la forma de conseguirla. Al abordar lo primero, Raúl nos lleva a través de los primeros principios de la libertad, de dónde viene nuestra comprensión de la misma y por qué la consideramos valiosa. En cuanto a lo segundo, deduce de estos primeros principios una serie de reglas que le ayudarán a encontrar su propia libertad y a ayudar a los demás a encontrar la suya, incluso cuando la sociedad en su conjunto parezca ir en dirección contraria.
Una de estas reglas me ha llamado la atención, porque revela el típico espíritu contrario de Raúl: «Busca la libertad y serás cautivo de tus deseos. Busca la disciplina y encontrarás la libertad». Tiene un sabor similar al de «practica la pobreza», de Séneca, y en cierto modo me ayuda a recordar que muchas soluciones a los problemas más apremiantes no son exógenas —como los carros autoconducidos que mencioné antes—, sino endógenas: las sociedades libres y prósperas son el producto de mentes disciplinadas. Por tanto, disciplinar la propia mente es el punto de partida si se quiere lograr un cambio para mejor.
Si no disciplinamos la mente, en lugar de liberarnos, los mayores inventos de la humanidad solo servirán para esclavizarnos. Disciplinando su mente, acabará inventando el próximo smartphone. De lo contrario, solo acabará pulsando los botones de «me gusta».
Así que empiece por su propia mente leyendo este libro, y verá hasta dónde le lleva.
Alexander Gallé
INTRODUCCIÓN
Los cambios de los sistemas sociales se han producido como resultado de la acción de las personas que descubrieron que la única manera de resguardar la libertad individual —y lograr el bienestar, el progreso y la justicia— es propugnando cambios en las instituciones que conforman el Estado, de manera que estén al servicio de todos por igual y permitan que todos participen en la toma de decisiones. Asegurándose de esta manera que la clase gobernante no sea la única beneficiaria y que excluya a los demás. En la mayoría de las veces, este cambio se ha dado como consecuencia de coyunturas críticas que han impulsado el accionar de las personas. Como ejemplo mencionaremos los siguientes dos casos.
En 1348 la peste negra se extendía por toda Europa y arrasaba, aproximadamente, con la mitad de la población de las zonas afectadas, ocasionando una inmensa escasez de mano de obra, lo cual afectaba el orden feudal. Este sistema estaba basado en la propiedad de la tierra, que era de la corona y era otorgada a los señores feudales a cambio de su apoyo político y militar. Los señores feudales, a su vez, la entregaba en servidumbre (de donde viene la palabra siervo) a los campesinos, quienes tenían que trabajarla sin recibir remuneración. Estos siervos estaban sujetos a una gran cantidad de cargas y no podían abandonar la tierra sin el permiso de su señor. En Inglaterra y Europa Occidental, la escasez de mano de obra dio como resultado que los siervos reclamaran y obtengan más derechos liberándose de una gran cantidad de cargas.
En 1688 una disputa monárquica, con un trasfondo religioso, entre Jacobo II Estuardo y su yerno Guillermo Enrique de Orange, terminó con el derrocamiento de Jacobo II y la designación de Guillermo de Orange como Guillermo III de Inglaterra, Escocia e Irlanda. La denominada Revolución Gloriosa no hubiera pasado de ser nada más que un cambio de manos del poder si no hubiera resultado en la consolidación del poder político del parlamento, limitando el poder del rey y el ejecutivo, y en que se dispusieran normas que crearon un ambiente propicio para el desarrollo económico, protegiéndose firmemente el derecho de propiedad, incluyendo el de las ideas mediante patentes, prohibiéndose los monopolios concedidos por el Estado y, lo más importante, instaurándose un Estado de Derecho sin precedentes, bajo el principio que todos son iguales ante la ley. No es de extrañar que, en este ambiente propicio, varias décadas después, se iniciara en Inglaterra la Revolución Industrial.
El hecho de que exista un evento detonante no garantiza que el resultado sea la creación de instituciones inclusivas que tiendan a mejorar la calidad de vida de las personas. El resultado dependerá de otros factores, especialmente de la voluntad de enfrentar sin temor la destrucción de lo establecido que siempre causa el cambio. En el caso de la pérdida de mano de obra como resultado de la peste bubónica, mientras en Inglaterra y Europa Occidental los trabajadores conseguían más derechos, en Europa Oriental, en vez de resultar en mayores libertades para los siervos, estos terminaron siendo más oprimidos. Es así como, 150 años después de la peste, llegó a existir una gran brecha de desarrollo a favor de los países de Europa Occidental, donde se habían abrazado instituciones inclusivas que ayudaron el desarrollo económico creativo, frente a los países de Europa Oriental que continuaban siendo economías agrarias basadas en la servidumbre, y donde los gobiernos controlistas se habían opuesto tenazmente al cambio y al progreso.
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