Por tanto, es imposible reducir el acontecimiento cristológico a los límites de la vida terrena de Jesús que, si pertenece de modo decisivo a la historia de los hombres, debe tener un antes y un después que también pertenecen a ese acontecimiento: el antes es el tiempo del Antiguo Testamento, y el después es el tiempo de la Iglesia.
La realidad de la Encarnación está afirmada de forma atrevida al decir San Juan: «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros...»[82]. Hay un confrontamiento de dos realidades muy lejanas la una de la otra: el Verbo de Dios y la carne del hombre. Con ello se pone de relieve la paradoja cristiana y el escándalo de la Encarnación, que se manifiestan con toda su grandiosidad y realismo[83]. Con este versículo el evangelista expresa, de forma audaz y bella, la misteriosa irrupción de lo divino en lo humano, la llegada de la claridad del Cielo hasta la oscuridad de la tierra. Juan proclama este acontecimiento al decir que «el Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo»[84].
Sí, Cristo es la luz del mundo porque nos revela en Sí mismo el Misterio de la salvación. «A Dios nadie lo ha visto jamás, el Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre, él mismo lo dio a conocer»[85]. En efecto, Jesús nos revela el Misterio de Dios, esa Verdad que nos libera y nos sal va. También en la epístola a los Hebreos se nos recuerda que en muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios a los hombres para conducirlos a la salvación, pero que al final de los tiempos establecidos Dios envió a su Hijo Unigénito, «resplandor de su gloria, vivo retrato de su substancia...»[86]. En efecto, Jesús es el vivo retrato del Padre[87]. Por eso le dice a Felipe que quien le ve a Él, ve al Padre. De ahí la importancia de conocer a Jesús, su vida, sus palabras, su muerte y resurrección, su as censión y exaltación.
Fiel a esta doctrina, Fillion puso, como pórtico de su obra, una frase de Tomás de Kempis, escrita en su famoso libro, La imitación de Cristo[88]. En ella el alma habla con Jesús y le pide que le ayude a imitarle ejercitándose en la vida del Maestro, pues en ese ejercicio está la «salud y santidad verdadera». También Santa Teresa de Jesús tenía una gran devoción a la Humanidad de Cristo, y afirma que «mirando su vida, es el mejor dechado...Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino»[89]. Se refiere a la contemplación de la humanidad de Jesús, tal como aparece en los Evangelios, como verdadero hombre y como verdadero Dios.
En el mismo sentido se pronuncia el Beato Josemaría Escrivá: «En los primeros años de mi labor sacerdotal, solía regalar ejemplares del Evangelio o libros donde se narraba la vida de Jesús. Porque hace falta que la conozcamos bien, que la tengamos toda entera en la cabeza y en el corazón...»[90]. En uno de los puntos de Camino, el 382, refleja esa costumbre de sus primeros años de sacerdote:
«Al regalarte aquella Historia de Jesús, puse como dedicatoria: “Que busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo”.
—Son tres etapas clarísimas. ¿Has intentado, por lo menos, vivir la primera?»
[1]Éstos son sus principales escritos: La Sainte bible, 8 vols., París, 1887-1904; Les Saintes Evangiles, París, 1895; L’évangile selon St. Mathieu, París, 1878; L’évangile selon St. Marc, París, 1879; Atlas archéologique de la Bible, París, 1881; L’évangile selon St. Luc, París, 1882; Atlas d’histoire naturelle de la Bible, París, 1884; L’évangile selon St. Jean, París, 1887; Atlas géographique de la Bible, París, 1890; Les miracles de Notre Seigneur Jesuchrist, 2 vols., París, 1909-1910; L’etude de la Bible, París, 1911; Les etapes du Rationalisme, París, 1911; L’existence historique de Jésus et le Rationalisme, París, 1911; Notre Seigneur Jésuschrist d’après les évangiles, París, 1917; Vie de Notre Seigneur Jésus-Christ. Exposé historique, critique et apologétique, París, 1922; Histoire d’Israel, 3 vols., París, 1927. Tiene numerosos artículos en el Dictionaire Biblique de F. Vigouroux, en la «Revue du Clergé Français» y «Revue Pratique d’apologétique».
[2]En España la traduce al castellano V. Peralta y se publica en Barcelona el año 1917.
[3]Cart. apost. Tertio millennio adveniente, n. 40.
[4]Cfr. Hb 13, 8. Seguimos la versión de la Universidad de Navarra, Sagrada Biblia. Nuevo Testamento, Pamplona, 1999.
[5]Cfr. B. SESBOÜE, Jésus-Christ dans la Tradition de l’Église, París, 1982, p. 32.
[6]Cfr. A. JANKOWSKI, Conoscere Gesù Cristo oggi «nello Spirito Santo», en Pontificia Comissione Biblica, Bibbia e Cristologia, Torino, 1987, pp. 244-245.
[7]O.c., n. 463.
[8]1 Jn 4, 2.
[9]Cfr. Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, nn. 40, 56, 58, 59.
[10]Cfr. A. VANHOYE, «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre». El año santo como celebración del misterio de la salvación, en Varios, Tertio millennio adveniente. Comentario teológico pastoral, Salamanca, 1995, p. 61.
[11]Cfr. A. VANHOYE, o.c., p. 62.
[12]Cfr. o.c., pp. 71-72.
[13]Cfr. K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, Barcelona, 1979, p. 261 ss., citado por A. AMATO, Jesucristo, centro de la historia de la salvación, en Varios, Tertio millennio adveniente. Comentario teológico-pastoral, Salamanca, 1995, p. 129.
[14]Cfr. J. LUZÁRRAGA, «Aspecto dinámico de la filiación de Jesús en el IV Evangelio de San Juan», en Estudios Eclesiásticos, 56 (1981), 215-221.
[15]Cfr. Col 3, 10 ss.
[16]Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1877.
[17]Cfr. Jn 14, 6.
[18]Cfr. A. ARANDA, El cristiano «alter Christus, ipse Christus», en el pensamiento del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, en Varios, Santidad y mundo, Pamplona, 1996, pp. 129-187.
[19]Cfr. P. J. LABARRIERE, Le Christ avenir, París, 1983, p. 160.
[20]Cfr. Gal 2, 20.
[21]Cfr. Fil 1, 21.
[22]Rom 8, 29.
[23]Lectura del Evangelio de San Juan, Salamanca, 1998, vol. IV, p. 158.
[24]ORÍGENES, Com. in Evang. Johann. 1, 23. Cfr. Sources chrétiens, París, 1966, v. 120, p. 73.
[25]O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Jesús de Nazaret. Aproximación a la cristología, Madrid, 1975, p. XI.
[26]JUAN PABLO II, Enc. Redemptor hominis, n. 1.
[27]Const. past. Gaudium et spes, n. 22.
[28]Cfr. Enc. Redemptor hominis, n. 8. Const. past. Gaudium et spes, n. 37; Const. dog. Lumen gentium, n. 48.
[29]Es Cristo que pasa, Madrid, 1973, nn. 103-104.
[30]Aloc. en la Audiencia de 26-VII-1989.
[31]Cfr. Rom 15, 5; Fil 2, 5.
[32]Const. past. Gaudium et spes, n. 38.
[33]Cfr. Jn 13, 15.
[34]Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 520-521.
[35]Cfr. Ef 4, 7. 13.
[36]2 Cor 3, 18.
[37]P. J. LABARRIERE, Le Christ avenir, París, 1983, p. 160.
[38]Cfr. J. DORE en A. SCHILSON-W. KASPER, Théologians du Christ aujourd’hui, París, 1978, p. 7.
[39]Cfr. J. M. LOCHMANN, Christ ou Promethée, París, 1977, citado por A. SCHILSON-W. KASPER, o.c., p. 8.
[40]A. SCHILSON-W. KASPER, o.c., p. 10.
[41]Cfr. o.c., p. 169.
[42]Introduzione en CONGREGAZIONE PER LA DOTTRINA DELLA FEDE, «Mysterium Filii Dei». Dichiarazione e commenti, Lib. Ed. Vaticana, 1989, 9-24 (cfr. F. OCÁRIZ, L. F. MATEO SECO y J. A. RIESTRA, El misterio de Jesucristo, Pamplona, 1991, p. 19.
[43]R. SCHNACKENBURG, La persona de Jesucristo reflejada en los cuatro Evangelios, Barcelona, 1998. La versión italiana apareció tres años antes: La persona de Gesù Cristo nei quatro vangeli, Brescia, 1995. Existe una reseña publicada en Scripta Theologica, 30 (1998), 314-315.
[44]Cfr. F. OCÁRIZ, L. F. MATEO SECO y J. A. RIESTRA, El misterio de Jesucristo, Pamplona, 1991, p. 23.
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