JESUCRISTO EL HACEDOR
DE DISCÍPULOS
Copyright © 1.988 por Hill Hull
Originalmente publicado en inglés bajo el título The Disciple-Making Pastor por Fleming H. Revell, una division de Baker Publishing Group
Grand Rapids, Michigan, 49516, U.S.A.
Todos los derechos reservados.
Esta edición es publicada por
Ediciones Berea
para el mundo hispano.
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A menos que se especifique, todas las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional 1.999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
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Ninguna parte de este libro puede ser duplicada, copiada, transcrita, traducida, reproducida o almacenada, mecánica o electrónicamente, sin previa autorización de
Ediciones Berea
Editor General: Héctor Hernán Gómez Iriarte
Traducción: Adriana Marcela Aranguren Medina
Diseño General: Catherine Niño
Primera edición en castellano: 2.008 por Ediciones Berea.
Calle 100 No.49-97 Int. 12-418. Tel.: (571) 257 8886
Bogotá D. C., Colombia.
www.edicionesberea.com
ISBN: 978-958-44-1042-9
Impreso en Colombia
DEDICATORIA
Gracias a ti, Jane,
Por los veinte años más increíbles.
AGRADECIMIENTOS
Estoy muy agradecido con el gran grupo de escritores del discipulado que me han precedido, especialmente con Robert Coleman y Elton Trueblood.
Contenido
Introducción
Introducción a la EDICIÓN HISPANA
Parte
Vengan y Vean
Capítulo
El Hambre del Corazón
Capítulo
Ojos que Empiezan a Ver
Capítulo
Una Persuasión Creativa
Parte
Vengan y Síganme
Capítulo
El Sabor del Nuevo Vino
Capítulo
Confirmación del Llamado
Capítulo
Con Ambos Pies en el Mundo Real
Capítulo
Nuestra Fuerte Unión Espiritual
Parte
Vengan y Quédense Conmigo
Capítulo
Es para Toda la Vida
Capítulo
Una Obra de Amor
Capítulo
Siendo más como el Maestro
Parte
Permanezcan en Mí
Capítulo
El Carácter de un Líder
Capítulo
Unidos con Dios
Introducción
“Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: ‘Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.’”
Mateo 28:18-20
Antes de su ascensión al cielo, Jesús les dio a sus discípulos estas prácticas directrices para la Iglesia. Esta es la Gran Comisión. Esencialmente, Jesús estaba pidiéndole a sus seguidores esparcir la palabra de salvación por todo el mundo. Pero es interesante que la acción del texto no se centre en ir. Los verbos ir, bautizar y enseñar están todos subordinados a la acción del verbo principal en este pasaje: el mandato de discipular o (del griego) hacer discípulos. El plan primordial de Dios para la iglesia es que los discípulos de Jesús conviertan a otros hombres y mujeres en discípulos!
Probablemente no hay otro caso de negligencia en la iglesia de hoy más importante que nuestro fracaso en cumplir el mandato del Señor de hacer discípulos. Debido a este tremendo descuido, muchos cristianos piensan que son una audiencia que debe ser entretenida en lugar de una armada lista a marchar. La iglesia del primer siglo, compuesta por una minúscula banda de gente comprometida, puso al mundo del poderoso Imperio Romano de rodillas. Sin embargo, en la iglesia de nuestro tiempo, siendo muchos, parece que hemos permitido que la cultura mundana nos discipule en su manera de pensar.
Sólo una minoría de iglesias está enfocada en lo que deberían estar haciendo, lo cual parece increíble a la luz de semejante estrategia directa ordenada por nuestro Comandante en Jefe espiritual. La iglesia en general ha ignorado su orden de marchar. No es que los cristianos estén deliberadamente evadiendo el plan de Dios para la iglesia; más bien, nos hemos enfocado en el lugar incorrecto.
Ya que el discipulado ciertamente es el principal enfoque de la comisión que se nos ha dado, debemos dejar de tratar de aliviar nuestra culpa añadiéndolo a nuestra actual estructura como un programa subordinado. El discipulado debe funcionar como el corazón del ministerio de la iglesia. De hecho, muchos programas deberían ser evaluados a la luz de si están o no contribuyendo a la formación de discípulos.
La palabra griega para discípulo (mathētēs), significa aprendiz, pupilo, alguien que aprende por seguimiento. La palabra implica un proceso intelectual que afecta directamente el estilo de vida de una persona. Es usada en el Nuevo Testamento principalmente al hablar de los Doce. Sea lo que sea, hacer discípulos fue lo que Jesús mismo hizo, y, ser discípulos, fue lo que los Doce fueron.
Un discípulo es diferente a un anciano, aunque incluso los ancianos deberían ser discípulos. Un discípulo también es diferente a un santo, aunque cualquiera que es un verdadero discípulo es un santo. Un discípulo no es sólo un miembro de la iglesia, pero pertenecer a la iglesia es ciertamente importante para los discípulos.
Los discípulos abarcan categorías como la edad, intereses, dones espirituales y formación teológica. El obrero de la fábrica, el profesor universitario y la ama de casa, todos son llamados a ser discípulos y a hacer discípulos; no es algo del dominio exclusivo del pastor. Cristo quiere usar a la totalidad de su cuerpo en el proceso del discipulado. Pero, por qué? Qué hay acerca de los discípulos que es tan crucial para la vida y la obra de la iglesia?
La respuesta se encuentra en una conocida ilustración dada por Jesús en la víspera de su crucifixión. “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá. Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos” (Juan 15:7-8). En este pasaje vemos cuatro características que definen a un discípulo. Primera, él o ella permanece. Alguien es un discípulo sólo si permanece en Cristo, caminando consistentemente con Él. Ninguna parte del Nuevo Testamento exige perfección en esta vida. Sin embargo, exige progreso en la vida cristiana. Crecemos mientras nos sumergimos en el mensaje de Dios para nosotros, pues la Escritura es el latido mismo de Dios. Por lo tanto, mientras elevamos nuestro mensaje a Él en oración, el proceso de diálogo espiritual se vuelve más completo.
La segunda característica principal de un discípulo es la obediencia. En varias ocasiones que he leído silenciosamente el pasaje de la Gran Comisión (Mateo 28:18-20), intencionalmente omito una palabra clave. Generalmente la omisión pasa desapercibida, por lo que la palabra obedecer ha sido conocida como la gran omisión en la Gran Comisión. La gran omisión es que realmente no hemos hecho discípulos si no les hemos enseñado a obedecer. No hay discipulado sin entrenamiento y no hay entrenamiento sin seguimiento. Ciertamente Dios quiere nuestro amor, pero el amor es primero un verbo, una acción que es demostrada a través de la obediencia (Juan 14:21).
La tercera característica básica de un discípulo es que él o ella dan fruto espiritual. Si una persona permanece en Cristo, se afirma en la Palabra de Dios y la oración y vive de manera obediente, inevitablemente da fruto, tanto en actitud como en acciones. Para un discípulo es inconcebible no dar fruto como para un árbol saludable de manzanas no dar su cosecha natural. Un discípulo se reconoce por los resultados que produce en su propia vida y en la vida de otros.
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