1 ...6 7 8 10 11 12 ...21 La labor clínica, las experiencias de laboratorio, los instrumentos de observación o medición ofrecen elementos de base empírica (que será metodológica si están en juego teorías presupuestas de medición u observación instrumental).
2. Afirmaciones y niveles. Las teorías deben comunicarse y formularse, y ello hace intervenir al lenguaje. Los términos que una teoría emplea se dividen en términos lógicos y extralógicos. Los primeros no son propiedad de teoría particular alguna, sirven para construir afirmaciones a partir de los restantes términos, y se rigen por las leyes de la lingüística y de la lógica formal. Aquí están los conectivos y los cuantificadores, por ejemplo. Los términos extralógicos se dividen en “términos empíricos”, que son los que nombran a entidades de la base empírica, a los observables, y “términos teóricos”, cuyo papel es bastante discutido, pero de los cuales puede decirse en principio que nombran o designan entidades no observables. Las afirmaciones del lenguaje científico pueden, de acuerdo con esto, clasificarse según el tipo de vocabulario que usa y según su alcance en cuanto a generalidad. Esto lleva a clasificar las afirmaciones científicas en tres tipos o niveles, a saber:
a) Nivel I o de las “afirmaciones básicas”. Emplean vocabulario lógico y empírico, pero no vocabulario teórico. Además, son singulares o involucran un conjunto accesible (en general pequeño) de sujetos. Las afirmaciones acerca de individuos u objetos observables aislados, las relativas a muestras, o los protocolos de informes (cuando no hay en ellos interpretación o conjetura) estarían en este nivel. Por su carencia de generalidad no tienen demasiado interés científico intrínseco (salvo en disciplinas “idiográficas” como la historia o la geografía, por ejemplo), pero tienen la ventaja de que el problema de su verdad o falsedad pude derimirse mediante observaciones efectivas (en las circunstancias oportunas), constituyendo el tipo de enunciado que expresa y condensa el modo de conocimiento que controla el conocimiento de nivel más teórico. Conviene advertir que pertenecen a este nivel la mayoría de las proposiciones de la estadística descriptiva (no así las de la estadística inductiva).
b) Nivel II o de las “generalizaciones empíricas”. Estas son las afirmaciones que generalizan sobre un conjunto o población de observables no accesible. Usan solamente vocabulario lógico y empírico. Con las de nivel I constituyen la clase de las afirmaciones empíricas. Los casos singulares comprendidos en la generalización son los expresados por las proposiciones de nivel I. Para los epistemólogos de filiación filosófica empirista radical, las proposiciones empíricas serían las únicas genuinamente aceptables como significativas (o también las que les son lógicamente equivalentes). Su significado, por otra parte, no depende de la teoría que las emplea, ya que el vocabulario lógico y empírico es semánticamente independiente de la teoría, según la versión estándar. Hay varias clases de generalizaciones empíricas. La más interesante es la de las “universales”, que emplea el cuantificador universal “todos” y en cada afirmación universal pretende que todos los casos cubiertos por la generalización son verdaderos. Aquí estarían muchas de las llamadas “leyes científicas”. Hay una curiosa asimetría epistemológica: tales generalizaciones son susceptibles de refutación, ya que basta un caso falso para invalidarlas. Pero no son susceptibles –en general– de verificación, porque ello implica la imposible tarea de verificar todos los posibles casos que corresponden a la población considerada (que puede ser infinita, o muy extensa, y repartirse en el pasado, presente y futuro). Las llamadas “generalizaciones existenciales”, que emplean el cuantificador “algún”, afirman que hay al menos un caso verdadero. También son asimétricas pero a la inversa, pues son fáciles de verificar con un caso verdadero y difíciles de refutar (ya que ello involucra establecer la falsedad de todos los casos). También están aquí las generalizaciones estadísticas, que en lugar de mencionar porcentajes en una muestra asertan probabilidad para una población. Estas son epistemológicamente más complicadas, pues no pueden verificarse ni refutarse mediante observaciones de casos o de muestras, lo cual ocurre también con afirmaciones que usan simultáneamente el cuantificador universal y el existencial (como es el caso de la afirmación “toda sustancia posee punto de fusión”).
Las proposiciones de este nivel II son más interesantes para la ciencia que las de nivel I; ahora es posible expresar concomitancias, regularidades, pautas generales y correlaciones. Desgraciadamente, las dificultades epistemológicas se acentúan notablemente en este nivel, a causa de los problemas de verificación y asimetría lógica que acabamos de referir. Un cierto carácter teórico e hipotético caracteriza a este tipo de afirmaciones científicas. Es verdad que, al no haber referencia a objetos teóricos, los enunciados empíricos parecen meramente describir la realidad sin conjetura ni teorización. Es por ello que algunos epistemólogos positivistas enemigos de la especulación metafísica consideran que estas afirmaciones son las genuinamente científicas, las que brindan auténtica información sobre la realidad. Aquí hay una doble equivocación, sin embargo. Por un lado, hay afirmaciones no empíricas (es decir, fuera de los niveles I y II) que son perfectamente controlables y brindan excelente información sobre lo real. Por otro, es perfectamente posible que ciertas afirmaciones empíricas no puedan controlarse y posean un marcado aspecto especulativo. Es una “ilusión empirista” pensar que el nivel II es más auténtico, significativo y seguro que el nivel III, del que ahora hablaremos.
c) Nivel III o de las “afirmaciones teóricas”. Son las afirmaciones que contienen al menos un término o palabra “teórica”. Conviene aclarar que “teórico” es usado aquí estrictamente en el sentido de los epistemólogos anglosajones, como opuesto a “empírico”; los estudiosos de habla francesa utilizan “teórico” para indicar que el término o vocablo no adquiere su sentido en el lenguaje ordinario sino mediante una teoría científica dentro de la que se constituye un significado. De este modo, un término empírico según la primera acepción podría ser teórico según la segunda. De acuerdo con esta distinción, una afirmación teórica no es la que pertenece a una teoría sino la que aparenta referirse a alguna entidad no observable. Una afirmación de nivel III puede ser singular o general. En tanto puede pensarse en algún procedimiento inductivo que permita probar o apoyar una generalización de nivel II mediante el examen de casos, tal cosa es inadmisible para el nivel III. Los casos de afirmaciones teóricas generales podrán ser enunciados singulares, pero también de nivel III. Esto muestra que el problema epistemológico de la admisión de estas afirmaciones está más allá de las habituales tradiciones empiristas e inductivistas y debe involucrar otro tipo de conceptos metodológicos. Las proposiciones que hacen alusión a aspectos profundos no directamente observables de la realidad están en este nivel, que por ello es uno de los más interesantes para la teoría del conocimiento científico. Las afirmaciones sobre “campos” o “cuantos” en física, o sobre moléculas, átomos y electrones en química, sobre genes en genética, o sobre el inconsciente o el superyó en psicoanálisis, son de nivel III. Un enunciado puede ser de nivel III o de nivel II, según que la base empírica se tome epistemológica o metodológicamente. Esto muestra una posible estratificación indefinida del nivel III: enunciados teóricos de bajo nivel, que se transforman en empíricos metodológicamente; enunciados que aun así pemanecen teóricos, enunciados que seguirían siendo teóricos si estos últimos vuelven a considerarse empíricos en un segundo paso metodológico, etcétera.
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