El rigor, la serenidad y la ausencia de prejuicios de Klimovsky en su trabajo ha sido un saludable aporte de racionalidad y modestia para valorar en su justa medida los problemas y las virtudes de nuestra disciplina. En repetidas ocasiones Klimovsky señaló los prejuicios y opiniones infundadas o producto del desconocimiento que han existido tanto por parte de los psicoanalistas como por la de algunos epistemólogos que han opinado sobre el psicoanálisis. Afortunadamente también contamos con epistemólogos que se han interesado en la estructura de la teoría y la práctica psicoanalítica y que, desde nuestra función en la IPA, hemos invitado a participar en nuestros congresos internacionales, como el Prof. A. Grünbaum de Pittsburg, la Prof. P. Kitcher de San Diego y el Prof. Castoriadis de París. Estamos agradecidos a todos aquellos que con su trabajo contribuyen a enriquecer nuestra disciplina, y nuevamente nos consideramos privilegiados por contar en forma cotidiana y en estrecho contacto con la inagotable vocación de Klimovsky por la filosofía de la ciencia y por la docencia, que en nuestro caso ha requerido una cuota extra de paciencia.
En esta exposición –en la que me propongo comentar las ideas de Klimovsky sobre el psicoanálisis– me parece indispensable, en primer lugar, considerar algunas de sus posiciones sobre la actividad científica en general que forman el marco conceptual dentro del cual cobran sentido las consideraciones que hace sobre el psicoanálisis.
En una ocasión, Klimovsky sintetizó lo que pretende el método científico diciendo: “Simplemente pretende que, si hipotetizamos sobre lo que sea, siendo cuantitativo o no, estemos en condiciones de examinar las consecuencias lógicas frente a la experiencia pertinente”. Analizando esta frase, encontramos algunos de los elementos que, para Klimovsky, caracterizan a la actividad científica: la construcción de hipótesis, el uso de la lógica para extraer consecuencias de las hipótesis que hemos formulado y, finalmente, generar condiciones que nos permitan observar a través de experiencias pertinentes dichas consecuencias. Otro de los elementos indispensables en la actividad científica es la transmisión de información. Las estructuras lingüísticas (cotidianas, lógicas, científicas en general y específicas) son el material con el que se construyen cada uno de los elementos que transmiten información. La importancia de las estructuras lingüísticas es de primer orden y consideraremos distintos aspectos de su problemática más adelante.
La posición de Klimovsky sobre la estructura de la actividad científica no privilegia ninguno de los elementos de la misma. Parece buscar un equilibrio dinámico que le permita variar de punto de vista según las necesidades del momento y no quedar enrolado en una posición que haga pasar el centro de gravedad del análisis epistemológico por los aspectos lógicos, los empíricos o los histórico-sociológicos, por ejemplo. El esfuerzo de Klimovsky en esta dirección es fácil de percibir en sus escritos, en especial cuando aparece su desconfianza frente a una afirmación cualquiera con cierta pretensión absolutista. Su concepción de la ciencia incluye, entre otras propiedades, el permanente cambio de teorías, la diversidad de perspectivas teóricas simultáneas y sucesivas sobre los hechos y las entidades del mundo, la incompletud de toda descripción, el espacio científico como un espacio interdisciplinario en el que conviven e interactúan permanentemente las distintas disciplinas científicas, y lo inútil de buscar esencias o verdades últimas. A esta concepción le cabría muy bien el título que Luria ideó para su último libro La vida, un experimento inacabado; también la ciencia, en la visión de Klimovsky, es un experimento inacabado: se haga lo que se haga siempre se está en la mitad del experimento. Creemos que puede ser adecuado concluir, entonces, que la epistemología no puede ser normativa porque una condición no eliminable de la ciencia es la creación. No alcanzamos a descubrir ningún elemento que le dé al epistemólogo la capacidad de ver el futuro y guiar a los científicos en el camino según esa visión. Más bien vemos a la epistemología como el único instrumento que tenemos para analizar la producción científica y obtener conocimiento acerca de cómo se han plasmado las hipótesis, los conceptos, las formas lógicas que se han usado, el diseño de los experimentos, las bondades o deficiencias de la teorías y las vicisitudes de sus cambios. En este sentido, puede ser vista como la ciencia que se ocupa de los aspectos curiosos e intrigantes que aparecen cuando uno se detiene a contemplar la actividad de los científicos y lo que generan. Esta es precisamente la sensación que tenemos cuando trabajamos con Klimovsky. Él tiene la actitud de un científico que está frente a algo que atrae su interés y comienza inmediatamente a trabajar con las herramientas del epistemólogo sobre lo que hacemos nosotros, los psicoanalistas, en todos los niveles, teórico, clínico y técnico. El rigor, el compromiso con la tarea, y el permanente cuidado en evitar toda seducción o distracción que hay en su actitud, es muy similar al que ponemos nosotros en la atención de las personas que nos consultan. Así, podemos confesar que en muchos momentos nos alivia el tratamiento de epistemoanálisis con Klimovsky, en el que tenemos el lugar del que es ayudado con sus dificultades. Los muchos años de tratamiento de epistemoanálisis que tenemos nos hacen valorar muy especialmente el contacto y trabajo directo con el epistemoanalista y su continuidad a través del tiempo. El producto de este trabajo, tanto para el epistemólogo como para el psicoanalista, está en directa relación con la intensidad de la convivencia que hace posible la participación en profundidad de los problemas y dificultades que enfrenta toda actividad científica.
En circunstancias donde hemos sufrido sentimientos de desánimo, o pesimismo, cuando debíamos enfrentarnos a diferentes tipos de crisis en nuestra disciplina, Klimovsky nos alentó con pensamientos como el siguiente: “[...] siempre he estado del lado optimista frente a estos temas, porque cualquiera que conozca la historia de las disciplinas científicas –aun de la matemática misma, o de la física, por no hablar de la biología– sabrá lo que costó constituirlas, los problemas metodológicos complicadísimos que en ciertos momentos estaban involucrados en la cuestión del estatus de la biología, de la ciencia natural en general y de sus grandes teorías”.
“Realmente, la tentación de juzgar las cualidades intrínsecas de algo por uno de los estados en que se va desarrollando es una costumbre muy peligrosa”. Más adelante dice: “Pero, ¿qué ocurrirá de acá a tres o cuatro mil años? Ello es cosa que realmente no podemos prever. De manera que me inclino, personalmente, a no simpatizar con esas posiciones negativas según las cuales todo lo que hay detrás de la psicología o la sociología, inherente al tema de estas disciplinas, es tan peculiar que lo hace inasible al método científico y que en cambio habría otra cosa sui generis que considerar, ligadas tal vez a la intuición intelectual, a la filosofía o a las ciencias de la significación o aun a la lingüística por ejemplo, pero no en el sentido científico que estamos habituados por la tradición de las ciencias exactas o naturales”.
En cuanto al psicoanálisis como ciencia natural, Klimovsky entiende como significativa “[…] la gran vuelta revolucionaria de Freud al sacar a la psicología como subrama de la filosofía y transformarla en una ciencia ligada a las fuerzas corporales, al instinto y a los fenómenos de tipo biológico”.
Un hecho que contribuye a sostener esta posición es que “examinando el desarrollo histórico (del psicoanálisis) se va a ver una problemática primitiva de carácter terapéutico con desafíos explicativos”. En esta línea argumental sostiene que: “Lo que el psicoanálisis ha descubierto es el aspecto funcional de la conducta humana”. Y agrega: “Lo que yo tengo que entender de un paciente es cuáles son las estructuras, incluso las estructuras neuronales, y qué funciones cumplen.”
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