—No estaría mal —respondió con la boca llena—. Lo digo en serio, son cantidades minúsculas que te comes en un bocado. Por cierto, ¿a qué hora has quedado con la chica?
—A las ocho.
—Por fin conoceré a la chica que ha impresionado a mi amigo. —Sus cejas saltaron a lo Groucho Marx—. ¿Es guapa? ¿Tiene alguna amiga? —Volví a reír, dándole una palmada en el hombro.
—Eres un caso imposible, Fer. Tienen diez años menos que nosotros, ¿qué vas a hacer tú con una jovencita, abuelete?
—Has herido mis sentimientos. —Se hizo el ofendido poniendo una mano en su corazón—. ¿Qué crees que haría con ella?
—Lo más seguro es que cosas indecentes.
—Tú también lo harías, pero esa cabezota tuya no te deja —dijo.
Lo miré con una ceja alzada y contesté:
—No pienso hacer nada con Lucía, otra vez te lo digo. No quiero nada sexual con ella.
—Pero la chica es guapa y te ha impresionado.
—¿Y? —pregunté levantando los hombros.
—Vas a ser su Richard Gere, ya verás. No es normal en ti que una mujer te impresione así como así.
—¿No tenías qué ir a la peluquería? —le pregunté, queriendo dejar el tema.
Lo escuché reí, pero se levantó y anduvo hasta la puerta con dos sándwiches en las manos. No sé siquiera como pudo abrir la puerta, pero, antes de irse, se giró y dijo, guiñándome un ojo: —Nos vemos esta noche, ponte guapo.
Me quedé solo en casa, el silencio solo era roto por la televisión. Al final acabé quedándome dormido durante una hora en el sofá y, cuando eran las seis y media, decidí meterme al baño para comenzar a prepararme.
Salí de casa, cerrando con llave y bajando por el ascensor hacia el garaje para coger el coche e ir a por Lucía. Puse el GPS y llegué antes de la hora prevista. No podía negarlo, estaba un pelín nervioso por verla. Bajé del coche y le mandé un mensaje decidido a esperarla para verla.
Estoy abajo.
No tardó en responderme.
Bajo en dos minutos, por cierto, vas muy guapo de esmoquin.
Me quedé bastante impresionado por su respuesta, pero lo guardé y esperé. No pude obviar ese sentimiento de nerviosismo e impresión cuando la vi salir del hotel. El corazón se me paró en aquel momento. No era normal tanta belleza en aquella niña. Boquiabierto, viendo como se acercaba a mí con ese vestido largo y con una sonrisa que deslumbraba, comencé a mirarla de arriba abajo. Su figura se ceñía a la tela negra, Lucía iba elegante y sexy. No pude evitar admirar sus curvas y ese maravilloso escote que le hacía el vestido. Nunca había sido muy fan del encaje, pero esas sutiles piezas colocadas en el vestido astutamente para tapar lo necesario me volvían loco. Mi corazón comenzó a acelerarse con cada uno de sus pasos hacia mí, pero al verme de aquella forma su mirada fue apagándose.
—¿Voy mal? —preguntó con una mueca de tristeza.
—¡No! —exclamé con decisión, sorprendiéndola—. Vas preciosa, Lucía. Me has sorprendido, es solo eso.
—¿De verdad? ¿Crees que estaré a la altura de ese evento?
—¿A la altura? —pregunté—. No, Lucía, te aseguro que vas a ser la estrella que más destaque entre todas.
La vi sonrojarse y reír avergonzada.
—Que cosas dices —exclamó, riendo entre dientes.
Adelanté una mano, con una sonrisa en los labios, y le pregunté: —¿Lista para irnos?
Ella asintió y deslizó su mano por la mía. La llevé hasta su asiento, le abrí la puerta para luego cerrarla. Subí a mi lugar y puse el coche en marcha, mirándola a momentos con disimulo y pudiendo apreciar su belleza natural.
Capítulo diez 
15 de septiembre de 2017
No podían descubrirme. Me encontraba en el baño de casa, de nuevo, mintiendo a mi hermana y madre delante de sus narices para sacar adelante a la familia. Era horrible no poder contarles la verdad y que pensasen que el dinero lo sacaba de un trabajo ficticio, pero era lo que debía hacer. Por lo menos había encontrado a un buen hombre que no iba a aprovecharse de mí.
—Me encanta que te hayas animado a salir con tus amigos, hija.
Sonreí a mamá a través del reflejo del espejo del baño. Sin embargo, esa sonrisa no era de verdad, me dolía mentirle. Por dentro estaba rota, pero no podía decir nada. Mamá llevaba unos días con mucho ánimo, había utilizado parte del dinero de Alejandro para un tratamiento más eficaz para que no sintiera esos horribles dolores de huesos. Sin embargo, lo peor estaba por venir. Mamá debía enfrentarse a otra operación pronto, la cual había que pagar.
—Me sabe mal dejarte con Alba, mamá —dije, suspirando. Me giré y agarré el bolso que lo había dejado encima del inodoro—. Se han puesto muy pesados con que salga, pero me sabe fatal dejarte en tu estado.
—Quizá tendría que haber considerado ser actriz, mentir se me daba bastante bien.
—¡Tú por eso no te preocupes, hermana! —Alba se asomó por la puerta y me guiñó un ojo —. Deja que yo cuide a mamá, sal un rato y diviértete.
Me acerqué a ella y revolví su pelo.
—Eres una payasa —hablé riendo entre dientes—. Cuida mucho a mamá y cualquier cosa, llámame.
—Vale, la cuidaré, no te preocupes. Además, vendrá Amaia a hacernos compañía —dijo, mientras yo me dirigía a la puerta—. ¡Y tú liga mucho que quiero tener pronto un cuñado! —exclamó Alba antes de que saliese por la puerta. Escuché a mamá reír y cerré la puerta con una sonrisa ladeada.
«Como si en lo que estuviese pensando ahora fuese en ligar», pensé para mis adentros. Salí dirección al hotel donde ya estaría Naomi con todo preparado, me había dicho que ella se encargaría de recoger el vestido y prepararlo todo en la habitación para cuando yo llegase. No debían ser más de las seis y media cuando entré por la puerta del hotel. Como me había imaginado, ahí estaba Naomi de brazos cruzados. Me iba a montar el pollo del siglo por llegar tarde.
—¿Se puede saber por qué has llegado tarde? —preguntó seria—. ¿Te haces una idea de cuánto cuesta arreglar tu pelo? —suspiré con pesadez y me senté en el borde de la cama.
—Lo sé, perdona. —Hice varios pucheros que la hicieron sonreír—. Sabes que me cuesta mucho dejarlas solas.
Naomi se movió por la habitación y me invitó a sentarme delante de un pequeño escritorio que simulaba el tocador de una peluquería.
—Lo sé, pero tú también tienes derecho a divertirte, ¿no? Alba ya es mayor, ella también puede hacerse cargo de tu madre.
—Lo sé —respondí.
—Bueno, ahora calladita que voy a hacer magia con todo este pelo —dijo—. ¿Lista para ser la más bella del evento al que vas a ir con ese buenorro de hombre? —Reí.
—Comienza.
Y así hizo. Naomi era muy buena en lo relacionado con el maquillaje y la peluquería, aunque esto se debía a que su madre tenía un centro de belleza y ella la ayudaba en verano o en ocasiones especiales como bodas o comuniones. Aprovechamos para picotear algún snack que me había traído de casa.
—¿Estás nerviosa? —me preguntó.
Agaché la mirada dándole la respuesta.
—Sabía yo que sí que estabas de los nervios. Por cierto, muy bonita la manicura que llevas.
—Gracias —dije, sonriendo—. ¿Cómo quieres qué no esté nerviosa? ¿Y si no llego a las expectativas de lo que Alejandro quiere?
—Con ese vestido vas a superar sus expectativas y las de todos los que te vean en ese evento pijo.
Naomi me hizo un semi recogido muy sencillo, apenas utilizó un maquillaje fuerte a excepción de los labios en un tono rojo pasión. Hizo que me levantase y me pusiera unos tacones negros que me había dejado ya que los míos eran muy bajos. Normalmente, no llevaría este tipo de tacón, pero el vestido lo requería. Mi amiga se dirigió al armario y sacó el vestido. Me lo puso con mucha delicadeza y me dejó unos segundos para verme en el espejo. No pude evitar sentir esas mariposas, aunque más bien parecía una estampida de animales, en el estómago al verme de aquella forma. Iba preciosa, siquiera lograba reconocerme al verme en el reflejo. Había crecido varios centímetros por los tacones y parecía más esbelta. El vestido se ceñía a mis curvas naturales y hacía que mi pecho pareciera más grande por la forma del escote.
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